EU: ¿DESPIERTAN LOS DEMOCRATAS?
Ante
los planes delirantes del presidente George W. Bush de invadir Irak para
deponer a Saddam Hussein, designios que guardan poca relación con
la lucha contra el terrorismo y mucha con el momento electoral estadunidense
y con los intereses petroleros de la familia Bush, diversos gobiernos en
el mundo -Francia, Alemania, Rusia, China y la mayor parte de los países
árabes, entre los más destacados- han salido en defensa de
la estabilidad mundial, del derecho internacional y del sentido común,
y han señalado que cualquier acción en torno al presunto
desarrollo de armas de destrucción masiva por parte de Bagdad debe
ser adoptada en el marco de la Organización de las Naciones Unidas,
y no en forma unilateral por las fuerzas militares de Estados Unidos, secundadas,
en todo caso, por las de Inglaterra.
Tales reacciones sensatas y saludables no garantizan,
sin embargo, que se logre disuadir a la Casa Blanca de sus proyectos militares
y que se evite un conflicto de consecuencias nefastas e incalculables.
La única forma segura de atar las manos al presidente estadunidense
e impedirle que cause un gravísimo daño a la población
de Irak, a las relaciones entre Occidente y las regiones árabes
e islámicas, así como a su propio país, es que la
clase política de Washington reaccione a tiempo y ataje los sueños
de dominación mundial de los halcones que rodean a un mandatario
de mentalidad rudimentaria, pero depositario de un poder tan monumental
como su ignorancia de los asuntos internacionales.
Deben valorarse, en esa perspectiva, los indicios de que
la oposición del Partido Demócrata, al que corresponde el
control del Senado, empieza a salir del pasmo en el que ha permanecido
desde la dudosa elección que lo desalojó de la Casa Blanca
a finales de 2000. El lunes pasado, el ex candidato presidencial Al Gore,
quien resultó derrotado ante Bush, no por el sufragio popular, sino
por argucias legales y chantajes políticos, puso el dedo en la llaga
al afirmar que el planeta observa, con angustia, "no lo que van a hacer
los terroristas, sino lo que vamos a hacer nosotros", en referencia al
descabellado y criminal empeño por arrasar Irak por segunda ocasión,
y al acusar a Bush de abandonar los principios del derecho internacional
y de reemplazarlo por "la noción de que no hay leyes internacionales
sino la discrecionalidad del presidente de Estados Unidos".
Ayer, el líder de la bancada mayoritaria en el
Senado, Tom Dashle, acusó al mandatario de politizar el debate sobre
Irak y le exigió una disculpa pública por ello. A su vez,
el senador hawaiano Daniel Inouye, fustigó a Bush por sus "comentarios
que dividen a la nación".
Es pertinente precisar que ambos legisladores se referían
a una reciente declaración del presidente en el sentido de que la
mayoría senatorial demócrata "no está interesada en
la seguridad del pueblo estadunidense" y que expresaron un rechazo inequívoco
a los planes guerreristas de la Casa Blanca. Sin embargo, los deslindes
referidos parecen ser el inicio de un mayor aislamiento político
de Bush en su propio país. En este caso, la proverbial torpeza discursiva
del mandatario parece estarse convirtiendo en un factor tan inesperado
como positivo para mantener en sus bases a las tropas y los aviones estadunidenses
y desarticular los proyectos intervencionistas en curso. Ojalá.