TOROS
Se inauguró la versión capitalina del
Encuentro Mundial de Novilleros
Con dramática paliza y valientes estocadas triunfó
ayer Ricardo Loredo en la México
Mucha clase y poca inteligencia taurina mostró
el ibérico Miguel Angel Perera
LUMBRERA CHICO
Más de veinte segundos permaneció el pitón
derecho del quinto de la tarde explorando la chaquetilla, el chaleco y
la camisa del novillero potosino Ricardo Loredo, mientras el público
chillaba de pie y los subalternos trataban de desenganchar al muchacho.
La bestia, por fortuna, carecía de fuerza y de bravura, pero la
desesperación de su víctima por zafarse y los gestos de pánico
y dolor que hacía, ayudaban al público a creer que el diestro
estaba recibiendo una cornada hasta el pulmón y que de un momento
moriría en el ruedo de la Monumental Plaza México.
Loredo cayó finalmente de espaldas sobre la arena
y los que saben de esto concentraron su atención en el diamante
del cuerno, pero éste no mostraba ni pizca de sangre. Así
que mientras los monosabios cargaban al torerito rumbo a la enfermería
y en el palco de los médicos había revuelo de cirugía
mayor, los conocedores concluyeron que todo había sido únicamente
un susto.
Y
en efecto, con la ropa hecha pedazos y manchada de sangre bovina, el muchacho
regresó al escenario por su propio pie y, engallado por los aplausos
de premio y de alivio que lo recibieron, intentó una nueva tanda
de muletazos por la derecha, pero el marrajo, que tenía unos pitones
impresionantes y tiraba hachazos a diestra y siniestra, manso de solemnidad,
volvió a zarandearlo en el aire culminando la fenomenal paliza.
Ileso, pero machacado en alto grado, Loredo terció
la muleta, alzó el estoque y dejó tres cuartos de acero en
buen sitio, que bastaron para matar al ruin Almendro, de 448, provocando
una emocionada y compasiva petición de oreja que el juez Ricardo
Balderas no concedió y que se tradujo en una triunfal vuelta al
ruedo, entre sombreros, flores y bolsos de dama para el valiente, que por
último se fue al hule rengueando y con cara de santocristo.
Antes, frente a Chubasco, de 395, Loredo había
repetido el numerito al esmerarse en los tres tercios con malos resultados
en general, pero despachó al animal con un señor estoconazo
en todo lo alto, que le valió otra cálida petición
de oreja no atendida y otra vuelta al ruedo triunfal.
Esto fue, pues, lo más notable que dejó
ayer, naturalmente para el olvido, la decimocuarta novillada de la temporada
aun más chica y la primera de un serial de cinco que hasta el 20
de octubre formará la nueva versión capitalina del Encuentro
Mundial de Novilleros, que ayer se inauguró con un cartel interesante,
marcado por la reaparición del chilango Christian Ortega y el debut
del joven ibérico Miguel Angel Perera con astados del hierro zacatecano
de Malpaso.
Lindos pero resabiosos
Lo mejor del encierro, sin duda alguna, fue el trapío
de los bureles: hondos, bien comidos, de morrillo astracanado, casi todos
rabicortos, cárdenos bragados y entrepelados, dos apretados tanto
de carnes como de pitones, dos más descarados de encornadura y con
una edad promedio de cuatro años y seis meses, que se les notaba
a leguas. Pero...
Sin casta, con sangre de atole, incapaces de recargar
bajo el peto de los caballos y vacíos de alegría y fijeza
en el segundo tercio. Ante Bandoneón, de 490, su segundo
enemigo, que era un cromo, Ortega no pudo lucirse como acostumbra al clavar
los arponzuelos. Galleaba en la cara con los garapullos en alto, tratando
de encelar a la bestia, pero ésta, burriciega para acabarla de amolar,
se desentendía en cuanto Christian se alejaba un poco.
Y como norma, los seis matalotes se quedaron parados en
el tercer tercio, quietos, ahogándose bajo su propio peso y la altura
del Distrito Federal y, peor aún, desarrollando sentido por ambos
lados y, en todos los casos, arrojando a sus antagonistas al aire.
Muy fino, sobre todo al torear con el capote, Perera,
extremeño de la provincia de Badajoz, realizó un hermoso
quite por gaoneras a su segundo, y pegó dos trincherazos excelentes,
pero su frialdad o tímidez, aunada a su inexperiencia y a su clara
falta de inteligencia artística, lo descartan, de momento, como
prospecto que pueda algún día comer de esto. Claro, apenas
tiene 19 años y una clase indudable, pero no mostró más
luces que las de su elegante traje verde perico amazónico. El tiempo
dirá.