Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 23 de septiembre de 2002
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TOROS

Se inauguró la versión capitalina del Encuentro Mundial de Novilleros

Con dramática paliza y valientes estocadas triunfó ayer Ricardo Loredo en la México

Mucha clase y poca inteligencia taurina mostró el ibérico Miguel Angel Perera

LUMBRERA CHICO

Más de veinte segundos permaneció el pitón derecho del quinto de la tarde explorando la chaquetilla, el chaleco y la camisa del novillero potosino Ricardo Loredo, mientras el público chillaba de pie y los subalternos trataban de desenganchar al muchacho. La bestia, por fortuna, carecía de fuerza y de bravura, pero la desesperación de su víctima por zafarse y los gestos de pánico y dolor que hacía, ayudaban al público a creer que el diestro estaba recibiendo una cornada hasta el pulmón y que de un momento moriría en el ruedo de la Monumental Plaza México.

Loredo cayó finalmente de espaldas sobre la arena y los que saben de esto concentraron su atención en el diamante del cuerno, pero éste no mostraba ni pizca de sangre. Así que mientras los monosabios cargaban al torerito rumbo a la enfermería y en el palco de los médicos había revuelo de cirugía mayor, los conocedores concluyeron que todo había sido únicamente un susto.

Y en efecto, con la ropa hecha pedazos y manchada de sangre bovina, el muchacho regresó al escenario por su propio pie y, engallado por los aplausos de premio y de alivio que lo recibieron, intentó una nueva tanda de muletazos por la derecha, pero el marrajo, que tenía unos pitones impresionantes y tiraba hachazos a diestra y siniestra, manso de solemnidad, volvió a zarandearlo en el aire culminando la fenomenal paliza.

Ileso, pero machacado en alto grado, Loredo terció la muleta, alzó el estoque y dejó tres cuartos de acero en buen sitio, que bastaron para matar al ruin Almendro, de 448, provocando una emocionada y compasiva petición de oreja que el juez Ricardo Balderas no concedió y que se tradujo en una triunfal vuelta al ruedo, entre sombreros, flores y bolsos de dama para el valiente, que por último se fue al hule rengueando y con cara de santocristo.

Antes, frente a Chubasco, de 395, Loredo había repetido el numerito al esmerarse en los tres tercios con malos resultados en general, pero despachó al animal con un señor estoconazo en todo lo alto, que le valió otra cálida petición de oreja no atendida y otra vuelta al ruedo triunfal.

Esto fue, pues, lo más notable que dejó ayer, naturalmente para el olvido, la decimocuarta novillada de la temporada aun más chica y la primera de un serial de cinco que hasta el 20 de octubre formará la nueva versión capitalina del Encuentro Mundial de Novilleros, que ayer se inauguró con un cartel interesante, marcado por la reaparición del chilango Christian Ortega y el debut del joven ibérico Miguel Angel Perera con astados del hierro zacatecano de Malpaso.

Lindos pero resabiosos

Lo mejor del encierro, sin duda alguna, fue el trapío de los bureles: hondos, bien comidos, de morrillo astracanado, casi todos rabicortos, cárdenos bragados y entrepelados, dos apretados tanto de carnes como de pitones, dos más descarados de encornadura y con una edad promedio de cuatro años y seis meses, que se les notaba a leguas. Pero...

Sin casta, con sangre de atole, incapaces de recargar bajo el peto de los caballos y vacíos de alegría y fijeza en el segundo tercio. Ante Bandoneón, de 490, su segundo enemigo, que era un cromo, Ortega no pudo lucirse como acostumbra al clavar los arponzuelos. Galleaba en la cara con los garapullos en alto, tratando de encelar a la bestia, pero ésta, burriciega para acabarla de amolar, se desentendía en cuanto Christian se alejaba un poco.

Y como norma, los seis matalotes se quedaron parados en el tercer tercio, quietos, ahogándose bajo su propio peso y la altura del Distrito Federal y, peor aún, desarrollando sentido por ambos lados y, en todos los casos, arrojando a sus antagonistas al aire.

Muy fino, sobre todo al torear con el capote, Perera, extremeño de la provincia de Badajoz, realizó un hermoso quite por gaoneras a su segundo, y pegó dos trincherazos excelentes, pero su frialdad o tímidez, aunada a su inexperiencia y a su clara falta de inteligencia artística, lo descartan, de momento, como prospecto que pueda algún día comer de esto. Claro, apenas tiene 19 años y una clase indudable, pero no mostró más luces que las de su elegante traje verde perico amazónico. El tiempo dirá.

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