Con un "Vivan la unidad nacional y la paz" Fox
Quesada puso fin al festejo
En menos de 30 minutos el Presidente y la clase política
pasaron del fervor patrio a la verbena
Los dirigentes de PRD y PRI, ausentes en la ceremonia
oficial del Grito
ALONSO URRUTIA
Un año después, el presidente Vicente Fox
Quesada volvió con su grito sugestivo y vehemente: "¡Vivan
la unidad nacional y la paz!" Con esa frase finiquitó su arenga
con ocasión del 192 aniversario de la gesta independentista. Desde
la copada Plaza de la Constitución, la masa respondía puntualmente
a coro cuantos "vivas" lanzaba el mandatario, mientras parte de la clase
política se disponía a contemplar el estruendoso espectáculo
pirotécnico.
Así, con el tañer de la campana de Palacio
Nacional, Fox vitoreaba a los tantas veces aludidos "héroes que
nos dieron patria", citaba a los caudillos y remataba repitiendo la arenga
de su primer año de gobierno: "¡Viva la democracia!"
Esta
vez la ceremonia del Grito de Independencia fue presenciada por los representantes
de la prensa nacional a distancia, desde un improvisado templete colocado
en la calle. Sorprendidos unos, indignados otros, los reporteros adivinaban
a distancia quiénes gritaban los "vivas", quiénes entonaban
el Himno Nacional o se imaginaban las charlas que sostenían los
representantes del poder en los balcones.
Ahí estaba la presidenta de la mesa directiva de
la Cámara de Diputados, Beatriz Paredes, platicando largamente con
el director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Santiago Levy.
Al Presidente se le veía muy sonriente, podría
decirse que feliz, acompañado por su esposa Marta Sahagún
y sus hijos. Una y otra vez saludaba a la muchedumbre reunida. Llena la
plaza, había presenciado el espectáculo de decenas de intérpretes,
cortesía del Gobierno del Distrito Federal, cuya actuación
se dio por concluida media hora antes del comienzo de la ceremonia. "Es
así como llevamos hasta ustedes este espectáculo por cortesía
del gobierno de la ciudad, un gobierno que sí cumple."
Así, comercial de por medio, entraron la banda
del Ejército y el coro de la Marina, antes del tradicional Grito.
No más de 30 minutos de llevar el fervor patrio hasta el extremo,
antes de pasar a la verbena, así nomás, dentro del Palacio
Nacional.
Allí se encontraba reunido el poder político
y económico en pleno: dirigentes empresariales, que convivían
con la clase política, el gabinete y hasta el clero católico
compartían pambazos, tamales, tostadas, sopes de chorizo, vinos
y aguas, entre otras cosas.
El obispo Onésimo Cepeda platicó casi toda
la noche con el líder del priísmo en el Senado de la República,
Enrique Jackson; el secretario de Gobernación, Santiago Creel, conversaba
con corresponsales extranjeros, quienes tuvieron acceso al Palacio Nacional
desde el comienzo de la ceremonia; el cuestionado contralor, Francisco
Barrio, quien se niega a hablar.
Hubo políticos de todos los partidos, pero ni a
Roberto Madrazo ni a la amiga del Presidente Elba Esther Gordillo se les
vio. Tampoco llegó la dirigente nacional del Partido de la Revolución
Democrática (PRD), Rosario Robles, que apenas unas horas antes había
encabezado una multitudinaria manifestación contra el proyecto foxista
de reforma eléctrica.
Llegaron también los representantes de la administración
capitalina, esta vez encabezados por el propio jefe de Gobierno, Andrés
Manuel López Obrador, quien, aunque brevemente, estuvo presente
en la ceremonia del Grito de Independencia, acompañado por su secretario
de Gobierno, José Agustín Ortiz Pinchetti, y el subsecretario
Alejandro Encinas.
Los actores Gonzalo Vega, María Victoria y Marco
Antonio Muñiz estuvieron entre los selectos comensales que compartieron
ayer la exclusiva verbena en el patio central del Palacio Nacional. Un
breve recorrido del Presidente con el fondo musical del mariachi Lucero
de la Mañana, y nada más.
Mera convivencia, pues esta vez no hubo discursos ni entrevistas.
Afuera, la desbandada popular, después de horas
de euforia, huevos de harina, trompetas, buñuelos y tamales, todo
aquello que tenga referente nacional. Cohetes que estallan aquí
y allá. La vendimia en pleno y la seguridad compartida entre el
Estado Mayor Presidencial y la Secretaría de Seguridad Pública,
que garantizaron un saldo blanco.
Corren los primeros minutos de la madrugada del 16 de
septiembre y el personal de limpieza toma por asalto la explanada del Zócalo.
Se inicia la carrera contra el tiempo para dar paso al desfile militar.