OBSERVATORIO CIUDADANO DE LA EDUCACION
Comunicado No. 84
El debate sobre el INEE
La autonomía requiere distinciones Llevar al
extremo el ejemplo del IFE al campo educativo no sólo es incorrecto,
sino contraproducente
LA PUESTA EN MARCHA del Instituto Nacional para
la Evaluación de la Educación (INEE) sigue generando controversias
en algunos sectores de la opinión pública. Primero fue el
inexplicable retraso con el que se creó, a pesar de haberse anunciado
desde la campaña del presidente Vicente Fox; después, la
figura jurídica que se adoptó en su constitución.
Además, al publicarse el decreto el mismo día en que se firmó
el Compromiso Social por la Calidad de la Educación se propició
que algunos analistas confundieran la estructura orgánica de uno
con los firmantes del otro. La misma anotación del Ejecutivo federal
al presentar el instituto, en el sentido de que se desarrollarían
acciones posteriores junto con el Congreso para dar "plena autonomía
y capacidad" al nuevo instituto, sugirió la idea de que se trata
de una iniciativa transitoria.
EN LAS SEMANAS siguientes al decreto de creación
surgieron diferentes expresiones cuestionando la falta de autonomía
del INEE al quedar adscrito a la administración pública como
organismo descentralizado. Resalta la oposición del Partido de la
Revolución Democrática, que presentó como alternativa
una iniciativa de ley ante la Comisión Permanente del Congreso.
Además, en el mensaje del segundo Informe de Gobierno, poco más
de 20 días después de emitido el decreto, el presidente Fox
señaló que sometería a consideración del Congreso
"una iniciativa que otorgue la autonomía necesaria" al instituto.
La situación pareció complicarse más la semana pasada
con el punto de acuerdo suscrito por tres senadores (PRI, PAN y PRD), turnado
para su estudio a las comisiones correspondientes, en el sentido de que
los fondos que manejará el INEE en 2003 "deberían ser considerados
provisionales y transitorios" hasta la definición de una nueva figura
jurídica.
LOS PUNTOS DE MAYOR controversia sobre el INEE,
como lo hemos comentado en este espacio, son su carácter autónomo
y la representación social en sus órganos de gobierno. Ambos
puntos han estado a discusión desde que se formuló el proyecto
del instituto: todos los sectores han reconocido la necesidad y la importancia
de su labor, pero al momento de las definiciones surgen diferendos y resistencias.
Por otra parte, las dificultades y el retraso para poner en marcha el instituto
hacen notar la falta de un acuerdo amplio entre las fuerzas políticas
del país también en materia de evaluación educativa,
lo cual en cierta medida pareció justificar la decisión del
Ejecutivo, en el ámbito de sus atribuciones, de no postergar más
la creación del instituto -después de año y medio
de negociaciones con el Congreso-, pues el nuevo organismo es fundamental
para estructurar la política educativa o al menos como mecanismo
que intenta sentar las bases de un mejor sistema educativo.
EN SUMA: de persistir la confusión y las
divergencias en aspectos centrales el proyecto del instituto podría
truncarse o convertirse en un organismo irrelevante para mejorar el sistema
educativo.
Dilemas de la autonomía
EL ASUNTO DE la autonomía requiere distinciones
finas. El INEE no podría ser un organismo aislado y totalmente desvinculado
del Estado. Es una institución pública reglamentada; no una
entidad soberana ni privada. Es una organización financiada con
recursos públicos, que reporta a instituciones públicas y
a la sociedad. También es un organismo que debe interactuar con
las políticas educativas del Estado, so pena de ser ineficaz. Por
todo esto, su autonomía es relativa. El instituto requiere de autonomía
para tomar decisiones y capacidad de gobierno, pero no puede gozar de autonomía
"plena", puesto que la principal actividad a desarrollar, no es la evaluación
como un fin en sí misma, sino la búsqueda del mejoramiento
de la calidad del sistema educativo. Tendrá además lazos
de dependencia hacia quienes reporte y hacia quienes lo financian. Lo que
importa es que sus juicios se emitan con independencia y estén avalados
por el rigor técnico de sus procedimientos y que entregue a la sociedad,
sin cortapisas, los resultados de sus evaluaciones.
EL INEE DIFICILMENTE cumplirá su cometido
si se subordina al Poder Ejecutivo -como una dependencia más de
la SEP-, pero también si lo hace a cualquier otra fuerza política.
En este sentido resulta relevante que el instituto ejerza una autonomía
responsable y cuente con una efectiva capacidad de gobierno. Es un error
rotundo equiparar esta capacidad con el hecho de que su órganos
directivos deban ser "ciudadanizados", pues en la práctica serán
partidizados. Pretender una representación "equilibrada" en el control
del organismo evaluador por medio de cuotas acordadas por las fracciones
parlamentarias del Congreso de la Unión llevará al organismo
a sucumbir al yugo de los partidos políticos; se desvirtuaría
el carácter técnico y científico de sus formas. El
dilema parecería ser, entonces, entre un organismo de carácter
esencialmente técnico (como propone el decreto) o un posible organismo
más político, sensible a los intereses de los actores involucrados
en la educación.
PARTE DE ESTA controversia se deriva de las posturas
que sobre el instituto han expresado las autoridades en distintos momentos.
Tanto Rafael Rangel Sostmann, que fuera coordinador del equipo de transición
del área educativa, como el propio presidente Fox hablaron de un
"IFE educativo" al referirse a la idea que culminaría en el INEE.
Esta expresión cobró cierta fuerza hasta convertirse en una
especie de punto de referencia entre las partes que hoy debaten la iniciativa.
Pero es una comparación que sólo añade confusión.
Un organismo de evaluación como el que se busca, y como los que
existen en la mayoría de los países que cuentan con instancias
similares, tendría que garantizar procesos de evaluación
transparentes, rigurosos, técnicamente confiables e independientes.
Pero no ser una instancia para dirimir fuerzas en conflicto o garantizar
condiciones de igualdad en una disputa por intereses de partido. Su actividad
es de otra naturaleza: cómo obtener una valoración técnicamente
aceptable del sistema educativo y contribuir a la mejora de su calidad.
Es por esta razón que la competencia técnica y académica
de quienes integren el INEE es una condición indispensable para
que pueda funcionar adecuadamente. Llevar al extremo el ejemplo del IFE
en el campo educativo o intentar el mismo tipo de estructura en un organismo
como el INEE no sólo es incorrecto, sino contraproducente.
Tensiones en la autoridad educativa
OTRO PUNTO ES definir con precisión los
ámbitos de responsabilidad del INEE y de la autoridad educativa.
La SEP tiene, según la Ley General de Educación, la atribución
exclusiva de evaluar el sistema educativo nacional. Para estos efectos
cuenta con la Dirección General de Evaluación (DGE), dependiente
de la Subsecretaría de Planeación y Coordinación,
y esta misma dirección se ha encargado de coordinar y conducir diferentes
estudios. Seguramente debe tener un cúmulo de información
sobre resultados de la educación nacional, así como sobre
las diferencias regionales e institucionales, y el desempeño de
profesores y alumnos. La SEP, sin embargo, no difundió la información
en los sexenios anteriores ni supo aprovecharla para tomar decisiones que
mejoraran la educación.
LA SOLUCION, NUEVAMENTE, tiene que encontrarse
en crear un espacio con suficiente autonomía y estabilidad, basado
en la cualificación técnica de sus directivos e investigadores,
que controle los procesos de recopilación, procesamiento y difusión
de los datos y entregue a la SEP y a la sociedad conclusiones claras y
creíbles. Armonizar este espacio, entre la rectoría del Estado
y la participación del pensamiento especializado independiente es
indispensable para mejorar los esfuerzos en materia de evaluación
educativa.
EN OTROS PAISES, Francia por ejemplo, se ha logrado
conciliar el carácter público del organismo evaluador y su
consiguiente pertenencia al sector educativo del Estado, con una autonomía
basada en el indispensable prestigio de sus integrantes; las evaluaciones
que hace el organismo resultan creíbles en virtud de que son públicas
y provienen de una instancia que goza de autoridad moral.
ESTA EN CURSO la integración del INEE. A
la junta directiva que ya se instaló, el máximo órgano
de gobierno del instituto, le seguirá el nombramiento del director
general y de 16 consejeros técnicos en las próximas semanas,
cuyas convocatorias ya se han hecho públicas y enfatizan la capacidad
técnica de quienes se postulen. En la estructura también
se prevé participación de la entidades federativas por medio
de un consejo consultivo que se integrará con la representación
de los responsables de las áreas de evaluación educativa
de las 32 entidades federativas. Este último Consejo tendrá
la función, según el decreto del INEE, de ser órgano
de consulta y enlace entre la federación y los estados.
NO ES NECESARIO recordar las reiteradas demandas,
tanto de la sociedad como de especialistas, por la escasa difusión
de los resultados y el grado de discrecionalidad con la que se han conducido
los procesos y los resultados de evaluación en el pasado. El INEE
ofrece una posibilidad de avanzar en este terreno. Conviene que las diferencias
de opinión y las tensiones sobre su puesta en marcha sean aclaradas
y explicadas a la opinión pública
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