Leonardo García Tsao
Revelado instantáneo
Autor de un par de sugerentes videos para el grupo Nine
Inch Nails, el realizador Mark Romanek ha dirigido su primer largometraje,
Retrato de una obsesión, siguiendo una estrategia diferente.
Si en los videos ilustraba el mundo oscuro de Trent Reznor con imágenes
chocantes, en su opera prima describe una vida enajenada a través
del horror oculto.
Sobre un guión escrito por él mismo, Romanek
nos sitúa en la solitaria y desesperada perspectiva de Sy Parrish
(Robin Williams), anodino empleado de un comercio fotográfico, situado
dentro de un almacén de descuento. Amable y servicial como un autómata,
Sy se ha encariñado con los Yorkin, cuyas fotos ha revelado desde
hace años. A su parecer, la familia formada por Nina (Connie Nielsen),
Will (Michael Vartan) y su pequeño hijo Jakob (Dylan Smith) representa
el ideal de hogar estadunidense al que él quisiera pertenecer. De
hecho, Sy se ha fantaseado como miembro de los Yorkin, al grado de conservar
copias de las fotos y mostrarlas con orgullo familiar.
Por supuesto, esa imagen de perfección doméstica
-según reflexiona el protagonista, narrador de la cinta, las fotos
siempre se hacen sobre ocasiones felices- no muestra las tensiones existentes
entre la pareja: Will le reprocha a Nina su afán consumista, mientras
ella lo acusa de negligencia emocional. Un acto de infidelidad detectado
por Sy, sumado a su propia crisis personal (sus descuidos laborales han
ocasionado su despido), lo orillan a volverse un acosador y tomar una cámara
como arma.
Emparentado con el mirón homicida de Peeping
Tom, la controvertida obra maestra de Michael Powell (1960), Sy es
también la versión negativa del robot deseoso de sentimientos
que el propio Williams encarnó en la empalagosa El hombre bicentenario
(Columbus, 1999). Al igual que los replicantes de Blade Runner,
es un hombre sin pasado que busca construir una memoria artificial a través
de fotografías ajenas. Romanek filma el entorno íntimo de
Sy enfatizando la falta de personalidad que lo caracteriza; siendo la única
excepción el muro de emociones prestadas, formado por un collage
del álbum familiar de los Yorkin.
Si bien el cineasta acentúa los momentos de suspenso
con un atinado montaje de engañosos enlaces, Retrato de una obsesión
es más un inquietante estudio de personaje sobre la soledad en la
sociedad actual que un thriller. La elección de Williams
es otro acierto. En sus papeles cómicos, la urgencia complaciente
del actor se había vuelto uno de los irritantes más ostentosos
del cine hollywoodense reciente; pero esa misma sonrisa untuosa se vuelve
muy significativa en un contexto de enajenación. Por ello, la rabia
mostrada por Williams en las acciones climáticas es tanto más
efectiva.
Por suerte, Romanek no pretende explicar a su personaje
con sicologismos gastados (no hay flashbacks a un trauma de la infancia,
por ejemplo). Lo más promisorio de su debut es la forma como revela
la patología de Sy, su vacío existencial y también
la frágil seguridad de la familia común, apoyándose
en la brillante fotografía de Jeff Cronenweth, que recrea ese universo
antiséptico del centro comercial como una metáfora de una
vida centrada en la apariencia. El realizador utiliza la obsesión
fotográfica para referirse al tema de la mirada y la representación
de la misma, a lo largo de la película. Abrir con las fotografías
de fichaje policiaco de Sy, o hacerlo irrumpir en una conferencia sobre
implantes de retina (deslumbrando a los asistentes con la luz repentina),
muestran una promisoria intuición de cineasta.
Aunque Retrato de una obsesión se queda
en la superficie del tema -como una fotografía-, Romanek se perfila
como un director que se sitúa, en principio, por encima de la norma.
RETRATO DE UNA OBSESION
(One Hour Photo)
D y G: Mark Romanek/ F. en C: Jeff Cronenweth/ M: Reinhold
Heil, Johnny Klimek/ Ed: Jeffrey Ford/ I: Robin Williams, Connie Nielsen,
Michael Vartan, Dylan Smith, Erin Daniels/ P: Catch-23 Entertainment, Killer
Films, Laughlin Park Pictures. EU, 2002.