Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 13 de septiembre de 2002
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Política
Jorge Camil

9-11: el daño político

En 9-11, el pequeño libro que recogió las entrevistas sobre el tema concedidas por Noam Chomsky a publicaciones europeas y latinoamericanas, el famoso profesor del Masachussetts Institute of Technology señaló, recién ocurrida la tragedia de las Torres Gemelas, que ésta podría significar un retroceso considerable para las libertades individuales, reconociendo que este tipo de crueldades tienden a acentuar los extremismos de todos los signos políticos y podrían ser utilizadas como pretexto para acelerar la militarización, incrementar la intervención gubernamental, suspender programas sociales y socavar la democracia.

A quienes duden de los avances del militarismo bastaría recordarles los bombardeos indiscriminados en Afganistán (convertido de la noche a la mañana en campo de pruebas para el mortífero armamento de la Defensa estadunidense) y el deseo irreprimible de la Casa Blanca de continuar su campaña contra el "terrorismo" en Bagdad, lanzando de nueva cuenta una lluvia de "misiles inteligentes", a medio millón de dólares el disparo, contra el villano favorito de la familia Bush. (¡Justo ahora vienen a darse cuenta del error de haberle dejado vivo y coleando después de la guerra del Golfo!)

En cuanto a la suspensión de programas sociales Chomsky se quedó corto. Lo que la tragedia suspendió fue la búsqueda de un programa de gobierno para un presidente sin programa que, parafraseando al caminante de la canción, pensaba darse el lujo de hacer programa al andar. Así, la agenda bilateral de México, el posible acercamiento con una América Latina cada vez más distante, un curso intensivo de política europea basado en visitar a los aliados de siempre, y desde luego el elusivo "fortalecimiento de la democracia", habrían sido identificados inicialmente como campos propicios para el quehacer presidencial antes de que todo se fuera por la borda. Sin embargo, ni antes ni después se consideró distraer la atención del presidente hacia el tema de la agenda económica, porque nunca mostró interés, y por otra parte es bien sabido que los republicanos tienen una marcada tendencia a dar plena libertad a la "mano invisible del mercado" (aunque ahora nos enteramos de que esa mano ha estado furiosamente ocupada en los últimos años maquillando los estados financieros de las grandes corporaciones para defraudar al fisco y a los inversionistas).

En asuntos de política interior the land of the free, como pregona el himno nacional, se ha convertido en Estado policía con el ejército en pie de guerra, patrullando aeropuertos, terminales ferroviarias y puertos marítimos, pero en el exterior las cosas han adquirido una peligrosidad que amenaza la estabilidad de Oriente Cercano y la paz mundial. Bajo el título de "¡Bagdad, ahí te voy!" el Het Parool de Amsterdam publicó en días pasados un cartón magistral de Bertrams que lo dice todo: aparece George W. Bush vestido de cowboy, con dos pistolas descomunales al cinto que le sirven de zancos para compensar su corta estatura: poderío militar y cortedad de miras.

Ese es, precisamente, el mayor daño ocasionado por los acontecimientos del 9-11: dejar a la única superpotencia militar (que bajo Bill Clinton daba muestras de haber comprendido las ventajas de un mundo multipolar) a merced de quien obedece a los intereses del gran capital, y carece de visión, cultura y profundidad histórica para reconocer las bondades de la continencia. (¡He ahí el apoyo incondicional de Bush a las ambiciones territoriales y la rabia genocida de Ariel Sharon!) Afortunadamente, la segunda predicción de Chomsky parece estar en vías de cumplirse: "Las restricciones a las libertades individuales serán de corta duración ?aseguró? porque van a ser objeto de una fuerte reacción ciudadana". A ese respecto, entre Bush y Saddam Hussein se interponen ahora afortunadamente algunos obstáculos que pudiesen detener la pasión bélica de la Casa Blanca. Colin Powell, el distinguido militar que dirige el Departamento de Estado, encabeza un grupo de importantes funcionarios que están contra la guerra. Y los aliados europeos, con la inexplicable excepción de Tony Blair ("Estados Unidos no tiene mejor amigo que Gran Bretaña", proclamó Bush con razón ante el Congreso después del 11 de septiembre), se rehúsan en esta ocasión a invocar al principio de los Tres Mosqueteros que inspiró el tratado de la OTAN: "¡todos para uno y uno para todos!". Finalmente, varios analistas han advertido al presidente que un ataque unilateral pondría en peligro la lealtad de los pocos aliados restantes en el mundo árabe. Bush, prácticamente solo, parece dispuesto a tomar su decisión. Mientras tanto, los demás sabemos, como dice la última portada de L'Express, que "nuestro futuro depende de él, el inquietante señor Bush".

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