Reconocimiento de Alvarez Icaza a la labor de
los consejeros de la CDHDF
Deben leyes limitar actos del poder: ombudsman
En caso de transgredirlas procede aplicar sanciones
para que no haya impunidad, dice
ANGEL BOLAÑOS, GABRIELA ROMERO Y RAUL LLANOS
Impedir la impunidad para avanzar en la defensa de los
derechos humanos debe ser la mejor contribución al orden constitucional
y al estado de derecho democrático, dijo el presidente de la Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal, Emilio Alvarez Icaza.
En su discurso pronunciado durante la conferencia Autonomía
y derechos humanos, organizada por la Comisión de Derechos Humanos
de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en el Museo Franz Mayer,
para reconocer la labor de los consejeros del organismo, el ombudsman
señaló que "en un Estado democrático lo importante
es que quien detenta el poder se vea limitado por la ley y en caso de transgredirla
se le aplique la sanción correspondiente y no quede sin castigo".
Recordó que si bien uno de los principales logros
de la sociedad civil, que levantó la voz para exigir transformaciones
profundas en la vida política, fue la consolidación de instituciones
fuertes que garanticen elecciones libres y respeto al voto, esto no es
suficiente para la construcción de un país, donde cada uno
de los ciudadanos consagre a la democracia como forma de vida, basada en
el respeto y protección de los derechos humanos.
De ahí la importancia de contar con instancias
como la CDHDF, que ha ganado presencia ante los habitantes de la ciudad
como un referente contra los abusos de la autoridad o contra los actos
ilegales de la administración pública.
En el acto se reconoció el trabajo de Rolando Cordera,
Carlos Monsiváis, Angeles Mastretta, Cristina Pacheco, Soledad Loaeza,
Silvia Hernández, Miguel Concha, Amalia García, Olga Islas,
Carlos Llano, Néstor de Buen y María de la Luz Lima, como
consejeros de la CDHDF.
Miguel Concha, consejero saliente, destacó la autonomía
del organismo como uno de sus principales valores, que lo ha hecho creíble
y confiable y una de las principales responsabilidades de los consejeros
es precisamente salvaguardar dicha autonomía.
No dejó pasar la oportunidad para referirse a los
hechos ocurridos hace un año en Nueva York, para que en este marco
"los órganos del Estado reafirmen la voluntad pacifista y de respeto
a los derechos humanos de nuestro país".
Recordó las palabras de la alta comisionada de
la ONU para los Derechos Humanos, Mary Robinson, contra quienes han señalado
que no es posible eliminar el terrorismo respetando los derechos humanos,
argumento frágil, dijo, pues la única forma de terminar con
este problema pasa por asegurar el respeto a los derechos humanos y al
derecho internacional humanitario.
En entrevista previa, Alvarez Icaza señaló
que en la ciudad de México se siguen registrando casos de tortura
por motivo de extorsión o corrupción, o para inducir declaración.
"De octubre de 2001 a la fecha se han presentado 82 quejas por este motivo",
precisó.
Explicó que a diferencia de años anteriores,
la tortura en la ciudad de México no se practica con fines políticos.
"Es un hecho sustantivo de cambio, aunque se sigue haciendo por cuestiones
de corrupción o extorsión".
En este contexto, lamentó que la Consejería
Jurídica del Gobierno del Distrito Federal haya rechazado la recomendación
que sobre tortura emitió la CDHDF: "Creo que hubo una lectura extrema
o de rigor, porque nosotros no le estábamos pidiendo que presentara
una iniciativa, sino que queríamos que hiciera un posicionamiento
para que no fueran aceptadas bajo ninguna circunstancia confesiones obtenidas
bajo tortura".
Al hacer un balance de los logros que ha tenido el gobierno
local en materia de derechos humanos, el ombudsman señaló:
"en su conjunto observo avances, aunque el gran reto es cómo logramos
que la estructura de la administración pública asuma una
política de respeto de los derechos humanos, porque seguimos teniendo
prácticas en contra por parte de algunos funcionarios".
Manifestó que aunque "hay voluntad del GDF, el
problema heredado es de tal magnitud que se requiere redoblar esfuerzos
para que los centros de reclusión se conviertan en centro de readaptación.