Cristina Barros y Marco Buenrostro presentan
hoy su nuevo libro
La cocina mexicana conserva su esencia indígena
''Con su mestizaje, se encuentra en un estado asombroso
de pureza'', opinan
ANGEL VARGAS
La presencia prehispánica en la comida mexicana,
dentro de su amplia diversidad, es muy palpable y fehaciente, a pesar de
modas o intentos de las hegemonías económicas de imponer
otro tipo de modelos de alimentación no sólo en esta época
de globalización, sino incluso desde la llegada de los conquistadores
españoles.
Para
Cristina Barros y Marco Buenrostro los elementos, las formas y los procedimientos
relacionados con la alimentación en el país han sido expresión
cultural de resistencia, aunque no sea algo que resalte a la vista, porque
la historia de la cocina nacional se ha hecho, primero, bajo la óptica
de los conquistadores y, tras la Independencia, desde la perspectiva de
la clase media.
''Pero son millones de habitantes en el país los
que comen de otra manera -agregan-. Cuando vemos recetarios que ahora se
han rescatado, advertimos que la cocina mexicana se encuentra, con su mestizaje,
en un estado asombroso de pureza."
Los especialistas, tras varios años de investigación
documental y de campo, concluyeron hace unos meses el libro La cocina
prehispánica y colonial que, editado dentro de la colección
Tercer Milenio del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, será
presentado hoy a las 13 horas en el Museo Nacional de Culturas Populares
(avenida Hidalgo 289, Coyoacán).
Es un volumen en el que reconstruyen cómo la cocina
mexicana ha conservado su esencia indígena, asimilando ingredientes
y procesos de otras culturas y dándoles un matiz propio.
Adopción de elementos ajenos
''Bien dice Paz que somos indios desde la manera de relacionarnos
hasta la de amar y la de comer, y eso no admite controversia. Hay en el
inconsciente colectivo, permeando muchas de nuestras costumbres, una presencia
indígena que es la que da el carácter a esta nación",
señala Cristina.
''Por las estadísticas de consumo, el maíz
continúa siendo nuestro alimento por excelencia miles de años
después. Cuando comemos una tortilla, nos estamos comiendo una creación
prehispánica; lo mismo pasa con algunas hierbas al vapor, como los
quelites o una sopa de hongos.
''Todo el tono de la comida mexicana lleva la presencia
prehispánica. Valga como ejemplo: en el siglo XVIII llegan las pastas
al país y aquí se les personaliza con caldillo de jitomate,
como es el caso del fideo; se les dio un tono mexicano. A los italianos
nunca se les ocurriría hacer una sopa aguada. A los mexicanos se
nos ha dado de inmediato asimilar a nuestro estilo la comida que viene
de fuera."
Agrega Marco: ''Algunas cosas que vinieron con los europeos
han sido adoptadas de tal manera que no pocos se asombran cuando se les
dice que no son propias, como el ajo, la canela o la manteca".
La preocupación de ambos especialistas, colaboradores
de La Jornada y quienes preparan una revisión histórica
sobre la cocina mexicana de los siglos XIX y XX, va más allá
del libro, y subrayan la importancia de otros elementos y situaciones inherentes
a esa expresión cultural.
''¿Quién no recuerda con gran gusto los
sabores de su infancia?", subrayan. ''En torno de la cocina hay gran ritualidad.
Los mexicanos tenemos muy arraigada una especie de ceremonia a la hora
de comer. Es allí cuando la cocina rebasa sus propios ámbitos
y tiene que ver con ese gran momento de unión familiar, así
como con una relación muy estrecha y reverencial con la naturaleza,
de agradecimiento por la comida que se recibe".