Enojo de Bagdad ante la insistencia de Moscú de hacer concesiones a Washington
Portazo del Kremlin en la cara a Irak: Putin se negó a recibir al canciller Nadji Sabri
El desaire, porque el gobierno ruso no obtuvo ningún éxito en su función mediadora
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 3 de septiembre. Pese a la intensa actividad diplomática desplegada por Irak en los últimos días para recabar apoyo internacional contra la guerra anunciada por Washington, una solución negociada sigue siendo el es-cenario menos probable, hasta ahora.
La visita que este martes concluyó en esta capital el canciller iraquí, Nadji Sabri, no contribuyó a alejar el riesgo de un ataque militar de Estados Unidos, ni tampoco para involucrar más al Kremlin con el régimen de Saddam Hussein.
Prevaleció la posición rusa de que no es el momento de formalizar millonarios programas de cooperación económica y comercial y, en esencia, Sabri se lleva de aquí lo que ya tenía antes de venir: el respaldo verbal de Rusia a un arreglo político en torno al diferendo con Irak, pero con un discurso ya cada vez más cuidadoso de no poner en entredicho la relación de Moscú con Washington.
Al procurar reubicar el problema donde siempre debió ser ventilado, el ámbito de la negociación multilateral legitimada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), Rusia no dijo ahora nada que no haya dicho desde que empezó a cobrar cuerpo la intención de Estados Unidos de acabar con un pretendido "eje del mal", cuyo primer objetivo bélico es el régimen de Hussein.
En este sentido, la visita de Sabri transcurrió conforme a un guión más o menos previsible. La sorpresa se produjo donde me-nos se esperaba y dista de ser simple anécdota: el presidente Vladimir Putin, contra lo habitual en casos similares y la conveniencia política del gesto para Bagdad en una coyuntura internacional como ésta, se negó a recibir en su despacho al canciller iraquí.
En lugar de conversar a puerta cerrada con el jefe de Estado ruso, Sabri tuvo que conformarse con reunirse de último mo-mento con los embajadores de los países árabes acreditados en Moscú, actividad inusual para un canciller de viaje en otro país y, en el fondo, completamente prescindible.
Sobre todo, cuando unas horas después tenía previsto encontrarse en El Cairo con sus colegas de la Liga Arabe y, por tanto, jefes de esos mismos embajadores.
Las partes, para no echar más leña al fuego de las asperezas, trataron de minimizar la significativa cancelación.
Pero detrás del silencio de los voceros oficiales se escucha un rumor que podría explicar el portazo en la cara que dio la presidencia rusa al canciller iraquí: el Kremlin no pudo lograr nada que pudiera ser presentado como un éxito de su labor mediadora, y tampoco quiso prestarse al juego de alimentar falsas expectativas.
Dicho con otras palabras, el malestar de Putin se debe a que Bagdad rechazó los ar-gumentos de Moscú sobre la conveniencia de hacer concesiones para reanimar una solución negociada y no atendió su principal recomendación, que según ha podido saber este diario es readmitir a los inspectores internacionales de armas en los términos acordados por la ONU, esto es, sin condiciones de ningún tipo.
El propio jefe de la diplomacia iraquí, antes de abordar el avión que lo llevó a la capital de Egipto, hizo declaraciones a la televisión local que apuntalan esta versión.
"Irak apoya el cumplimiento irrestricto de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero ello se refiere no sólo al retorno de los inspectores de Naciones Unidas a Irak, también al cumplimiento de otras obligaciones, en primer término el le-vantamiento de las sanciones que han causado el empobrecimiento y la muerte de miles de iraquíes", fundamentó Sabri.
Queda para otra ocasión, si es que no estalla antes lo que se perfila irremediablemente como nueva edición de la Guerra del Golfo, el mensaje optimista que hubiera querido transmitir el Kremlin tras la visita del canciller de Irak.