El repertorio para festejar 40 años de
cantante incluyó desde Por ti hasta La cabalgata
De lo romántico a la sátira política
corrió el concierto de Oscar Chávez en el Auditorio
GABRIEL LEON ZARAGOZA
Una voz, un pensamiento y un hablar pausado, creativo
y reflexivo ofreció el maestro Oscar Chávez en el concierto
No me toquen ese vals, menos ese fox trot, ante un Auditorio Nacional
atiborrado de miles de seguidores, quienes se deleitaron con un repertorio
que fue de lo poético a lo político.
Cuarenta años de inconformidad, vida bohemia y
de esteta musical fueron festejados al lado de la Camerata de Cuerdas Académicas
de Mérida, un cuarteto de guitarras y, por supuesto, de Héctor,
Carlos y Julio, integrantes del legendario trío Los Morales, que
por años han acompañado a Chávez en sus avatares artísticos.
Impecablemente vestido de negro, Oscar Chávez entró
al escenario en medio de unánime ovación y entabló
su primer contacto con el auditorio, su público: "¿ya entraron
todos?", a lo que los miles de incondicionales seguidores respondieron
un cariñoso "sí".
Anoche
el domo de Polanco se partió en dos: adentro, los pasillos y asientos
se volvieron un hormigueante fluir de personas que atiborraron el recinto.
Afuera los revendedores (ya sin nada que vender) y decenas de adeptos del
músico-poeta disputaban los escasos boletos a quienes les llegaron
a sobrar.
Una moneda de plata, "con un águila completa en
su reverso, nótese" en este gobierno panista, decidió la
suerte escénica entre Los Morales y la Camerata. El vuelo del águila
determinó que los yucatecos abrirían el concierto.
En las casi tres horas de interacción con el público,
cada frase, pausa, gesticulación y movimiento corporal del músico
era ampliamente celebrado. Fueron instantáneos homenajes a 40 años
de talento musical, en 67 largos años de vida y de fungir como vox
pópuli.
Las canciones Desdén y Frágil
calibraron la calidez del público. Féminas y varones se desgañitaban
por ser escuchados, para que su ídolo los complaciera con algún
tema.
Voces anónimas soltaron el grito contenido en un
año de no verlo: "Te queremos", "Todos". El maestro reviraba "No,
(la canción) se llama Frágil", y mantenía el
gesto adusto. "Estas composiciones mías, si no las canto yo, no
lo hace nadie. Y a veces ni yo mismo", emitía en algo parecido a
un
soliloquio que se volvía un retumbar de suspiros
ante esa persona que se mostraba y decía las cosas de manera abierta.
"Verdadero consigo mismo", decía la gente.
Las incesantes ovaciones no paraban, pero nada interrumpía
el portento de voz. Nadie cantaba las canciones, sólo los atrevidos
cerraban los ojos y murmuraban.
Dos dedicadas a Chiapas
Boleros y trovas yucatecas entonó Oscar Chávez.
Las peticiones no esperaron: Mariana, La niña de Guatemala,
Perdón... En menos de una hora las cuerdas se retiraron para
dar paso a Los Morales. Con interpretó dos canciones dedicadas a
Chiapas "porque no se han cumplido los acuerdos de San Andrés, una
de las tres peticiones que el gobierno no ha podido cumplir, como el retiro
de las tropas del Ejército y, sobre todo, la firma de la paz. Qué
poca vergüenza".
La segunda hora fue de lo romántico a la sátira:
"Diego (Fernández de Cevallos) es un coyote de angora"; "para unos,
desde el kínder, ahora se debe enseñar el catecismo en lugar
del abecedario"... Y se abrió el receso.
Después de 15 minutos regresó ante la incesante
y constante ola de aplausos. Ahora sí se sumaron las ovaciones y
coros a sus canciones. Entra a escenario y nuevamente las anónimas
gritaban: "cuero", "papito". "Mija", respondía Chávez e interpretaba
un yucatango entonado por la Camerata.
Otras canciones y otros ritmos se escucharon. La cabalgata,
un corrido norteño salpicado de sátira política hacia
Santiago Creel y "a esos jinetes que rebuznan en los caballos y que son
pinches charros de oficina... Los ocho gobernadores que no gobiernan sus
estados, menos sus caballos... Charros que se desmontan de los caballos
y que al bajarse se montan a sí mismos", dixit la canción.
Tras otras interpretaciones anunció su retiro del
concierto y cantó con Los Morales Comandante Che Guevara;
por fin el primer gran esperado de la noche hizo presencia.
Los primeros acordes de Por ti se dejaron sentir
y la ovación fue unánime. Hubo lágrimas entre cientos
de asistentes.
"Gracias, a ver cómo nos va con el sexenio, nos
faltan cuatro. Nos vemos el año que entra", decía Chávez,
mientras el público no lo dejaba ir. Interpretó Macondo.
Todo era aplausos y coros.
"Hasta pronto", se vuelve a despedir y como el Che
y su epigrama "Hasta la victoria siempre", desde sus asientos la estruendosa
ovación no lo dejaba retirarse. Aquello se volvió un duelo
de peticiones: La niña de Guatemala, Perdón...
Regresó e interpretó coplas guerrerenses e invitó
a sus músicos y al público a que improvisaran: "A ver qué
se les ocurre" porque "no tenemos un gobierno, nos gobierna un big mother".
"Ahora negrita sí, éntrale con calor, que
de Guerrero vinimos, hicimos, trujimos esta canción", citaba el
estribillo y las rimas brotaron: "De Tijuana a Cancún antes se pasaba
por Los Pinos, ahora se pasa por Ciudad Sahagún... Este país
es un país de niños y sus chiquilladas, ahí vean al
niño Santiago que con su papá Fox, entre los dos, se la pasan
diciendo puras pendejadas... Con la venida del Papa y el beso de Fox a
su anillo, perdimos un presidente y ganamos un monaguillo..."
En el último encore cantó Un año
más sin ti y los anónimos colectivos gritaron, en preámbulo
a los festejos patrios, "Viva Oscar Chávez".