Letras ancestrales, grandes ausentes en el Zócalo
La literatura indígena salta a la palestra de
la multidiversidad
ANASELLA ACOSTA NIETO
La poesía zapoteca, que es canto, viaja en voz
de Francisco de la Cruz, escritor indígena, llena el Museo Nacional
de las Culturas, cruza el portón y se suma a los latidos del yólotl
(corazón) de la capital, emitidos por el golpeteo de las manos de
un danzante sobre el huéhuetl.
Mientras De la Cruz y Carlos Huaman (escritor mixe) disertan
sobre la literatura indígena contemporánea en el recinto
ubicado en Moneda 13, como parte de las actividades de la segunda Feria
del Libro del Zócalo, el astro mayor se ubica en el centro de la
Plaza de la Constitución, que borbotea multiculturalidad y evidencia
los contrastes culturales en la otrora ciudad azteca.
Aquí
las espaldas morenas de los danzantes muestran su fulgor bajo los rayos
del sol; más allá, los chavos hip-hop (b-boys) se
paran de cabeza, andan en manos, malabarean la globalización cultural.
Más: en la Plaza de la Constitución, Stephen
King es uno de los autores preferidos de bibliófilos que recorren
los estantes de las grandes editoriales, protagonistas de la feria; en
tanto, al margen de todo programa oficial, la poesía náhuatl
es constante entre los libreros ambulantes que circundan las ruinas del
Templo Mayor.
A la memoria llega la sentencia de Huaman: "imposible
hablar de literatura mexicana si no se toma en cuenta a la literatura indígena".
Regresan los contrastes: en la oferta de la Feria del
Zócalo, donde se fundó la Gran Tenochtitlán, la presencia
de títulos sobre indígenas es casi nula. Apenas destacan
algunos estudios de lenguas que ofrece la UNAM. No hay más qué
decir sobre la literatura escrita por indígenas.
Huaman recuerda que tras la conquista española
la literatura de los indios sobrevivió en la marginalidad y gracias
a la tradición oral. Al parecer hoy la situación no ha cambiado.
Al margen de la feria y entre ríos humanos que
son las calles del Centro en un sábado de permanente remate, surgen
los libreros informales con sus tendederos de textos que han sobrevivido
sin sellos editoriales y en copias fotostáticas: Cómputo
azteca; Nepohualtzintzin, computador prehispánico en vigencia; Apuntes
sobre el Templo Mayor, Atuendos del México azteca, Danza azteca
y chichimeca; El mundo simbólico de mayas y aztecas, El idioma madre
de México y Leyendas mayas, entre otros.
En estas librerías de suelo, los autores mexicanos
que han hecho historia son pocos: Miguel León Portilla (Los antiguos
mexicanos a través de sus códices y cantares), Andrés
Henestrosa (Los hombres que dispersó la danza) y Ermilo Abreu
Gómez (Canek).
Pero no se deben confundir los estudios de las culturas
antiguas con la verdadera literatura indígena, de la que Huaman
explica, no se circunscribe al empleo o conocimiento de la lengua, sino
que parte de la forma específica de ver, entender y tocar el mundo
por sus autores, los indígenas.
Este sábado la concurrencia, planeada o casual,
se incrementó en las diversas actividades de la feria: los niños
pudieron incorporarse al taller de plastilina y las muestras de grabado.
También fue notoria la asistencia a la conferencia dictada por los
escritores indígenas y la sorpresa ante lectura de poesía
en lengua zapoteca.