Philippe Faure
Por una nueva asociación de cooperación
Norte-Sur
En 1992 la Cumbre de Río consagró el desarrollo
sostenible como una prioridad mundial para "responder equitativamente a
las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de responder
a las ne-cesidades de las generaciones por venir". Diez años más
tarde, cada uno puede ver perfectamente que los resultados son todavía
magros. La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de Johannesburgo
-que reúne bajo los auspicios de Naciones Unidas, del 26 de agosto
al 4 de septiembre, a un centenar de jefes de Estado y de gobierno, pero
también a miembros de la sociedad civil (dirigentes de asociaciones
y organizaciones internacionales, representantes de grandes empresas)-
debe ser la oportunidad para relanzar la dinámica. Esta cumbre deberá
asegurar la movilización de la comunidad internacional me-diante
una declaración política vigorosa, pero sobre todo con la
adopción de un plan de acción que establezca grandes principios
y objetivos concretos, en especial sobre el agua y su tratamiento, la energía,
la preservación de los recursos naturales y la biodiversidad, la
modificación de los modos de consumo y de producción.
Con motivo de la reunión del Consejo Europeo de
Goteborg, la Unión Europea recordó la necesidad de garantizar
un equilibrio entre los tres pilares -económico, social y ambiental-
del desarrollo sostenible, y de otorgar la prioridad a la reducción
de la pobreza. Estos principios guían la acción de Francia
y de la Unión Europea en los trabajos de Johannesburgo.
En efecto, resulta importante para Francia y la Unión
Europea que la comunidad internacional se organice para controlar y humanizar
la globalización y para introducir en ella el respeto a la diversidad
cultural, a la que Francia tanto se apega. La gobernabilidad ambiental
fortalecida -que podría desembocar en una Organización Mundial
del Medio Ambiente- y que el desarrollo sostenible sea mejor tomado en
cuenta tanto por Naciones Unidas como por las instituciones financieras,
son para París el medio para regular la globalización en
beneficio del desarrollo sostenible.
Francia desea además hacer que se reconozca que
la administración sostenible de los recursos naturales y la lucha
contra la pobreza no son aspectos antagónico, sino interdependientes.
El plan de acción de Jo-hannesburgo deberá provocar que tanto
el Norte como el Sur acepten que el acceso al agua, a la energía
y a la seguridad alimenticia son, al igual que el acceso a la educación
y a la salud, prioridades que conviene inscribir en las estrategias nacionales
de reducción de la pobreza.
Por otro lado, la cumbre de Johannesburgo constituye la
oportunidad de orientar los recursos de ayuda pública al desarrollo
(que la Unión Europea y Estados Unidos se comprometieron a aumentar
durante la cumbre de Monterrey) hacia el desarrollo sostenible y precisar
las modalidades de utilización de esta ayuda. El presidente Jacques
Chirac se comprometió a que la ayuda pública francesa para
el desarrollo alcance 0.50 por ciento del producto nacional bruto en cinco
años y 0.7 por ciento en una década, marcando así
nuestra voluntad de solidaridad. El presidente francés hizo hincapié
además en la necesidad de desarrollar la eficacia de nuestra ayuda
pública al desarrollo, en especial por medio del financiamiento
de asociaciones de cooperación pública-privadas.
Al respecto, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible
consagrará, sin lugar a dudas, el papel inevitable de la sociedad
civil y de las asociaciones de cooperación pública-privadas
en la puesta en marcha del desarrollo sostenible. En Francia la sociedad
civil estuvo estrechamente asociada a la preparación de las posiciones
francesas y, en especial, de las iniciativas de "tipo II" que deben permitir
la realización de asociaciones de cooperación entre gobiernos,
instituciones internacionales, ONG, empresas.
Francia y la Unión Europea reconocieron, particularmente,
el interés de estas iniciativas. El gobierno francés tiene
entonces la intención de presentar 15 en Johannesburgo, ya sea en
el contexto de la Unión Europea (en los ámbitos del agua
y la energía), ya sea mediante propuestas puramente francesas, sobre
cuestiones agrícolas, la protección de la biodiversidad,
la salud, la investigación y el comercio equitativo. Además,
las autoridades francesas mostraron su interés por 28 iniciativas
presentadas por otros actores.
Las expectativas suscitadas por la cumbre de Johannesburgo
son fuertes y traducen la voluntad de ver cómo se establece una
nueva asociación de cooperación entre el Norte y el Sur,
fundada en el respeto y las responsabilidades recíprocas. Una evolución
en este sentido fue iniciada por la Organización Mundial de Comercio,
con motivo de la conferencia realizada en Do-ha (septiembre de 2000), que
prestó atención muy especial a las necesidades de los países
no industrializados, situando el de-sarrollo sostenible en el corazón
del nue-vo ciclo de negociaciones comerciales in-ternacionales. La Unión
Europea, por su parte, ya valoró el papel positivo que pue-de desempeñar
el comercio en beneficio del desarrollo sostenible y le está dando
una nueva proyección a su política comercial en ese sentido.
Estos importantes avances, que completaron los compromisos
de la cumbre de Monterrey, deberán profundizarse en Jo-hannesburgo.
Si bien Río fue una cumbre fundadora para el desarrollo sostenible,
Johannesburgo debe ser la cumbre de su verdadera puesta en marcha.
Embajador de Francia