Condenadas al fracaso, políticas inhumanas de control, dice
Censura el Episcopado que EU militarice su frontera con México
JOSE ANTONIO ROMAN
Con la militarización de su frontera sur, Estados Unidos pretende ocultar en su política migratoria que el fenómeno tiene "profundas raíces" en la pobreza y en la marginación que viven millones de personas, no en el crimen y en el terrorismo como falsamente se ha hecho creer, afirmó la Comisión de Movilidad Humana del Episcopado Mexicano, la cual descartó que este tipo de acciones detenga el paso de indocumentados.
En una declaración con motivo del Día del Migrante, que se celebra el primer domingo de septiembre, el obispo de Ciudad Juárez, Chihuahua, Renato Ascencio León, señaló que tras los ataques terroristas en Estados Unidos la inmigración ilegal se ha vuelto más compleja y violenta.
Lamentó que los indocumentados, día tras día, se encuentren amenazados por las autoridades migratorias, las bandas de delincuentes y los polleros. Además fustigó la tendencia a criminalizarlos, al asociar la migración irregular con el crimen organizado y el terrorismo. Esto se empeora, dijo, con las posiciones xenófobas y racistas prevalecientes en sociedades como la estadunidense.
Ascencio León, quien preside dicha comisión episcopal, sostuvo que ninguna política que pretenda detener el flujo migratorio con un control inhumano tendrá éxito, pues el hambre y la necesidad, que impulsan a millones a dejar sus tierras de origen en busca de mejores condiciones de vida, son más fuertes que los dispositivos militares.
Además, subrayó, lo que provoca estos controles es la creciente demanda de polleros, quienes abusan y explotan a los migrantes durante el trayecto cobrándoles grandes cantidades de dinero que con mucha dificultad pueden reunir, sin comprometerse a llevarlos con bien a su destino.
El obispo destacó que el combate más eficaz para detener el flujo migratorio es generar las condiciones de estabilidad política y superar el subdesarrollo de los países pobres, para lo cual es necesaria la cooperación internacional y la ayuda de las naciones ricas.
De lo contrario, aseveró, los efectos de la migración terminarán afectando no sólo a los país expulsores, sino también generando serios conflictos en las naciones desarrolladas. "El actual desequilibrio económico y social, que alimenta las corrientes migratorias, no ha de verse como una fatalidad, sino como un desafío al sentido de responsabilidad del género humano", resaltó al citar el mensaje de Juan Pablo II con motivo de la 81 Jornada mundial de las migraciones.