NUEVO AEROPUERTO: ¿CÓMO Y DÓNDE?
Ayer,
en su comparecencia ante la Cámara de Diputados, el secretario de
Comunicaciones y Transportes (SCT), Pedro Cerisola, afirmó que,
en la perspectiva del gobierno federal, la construcción de una nueva
terminal aérea para el valle de México ha perdido prioridad,
y que las autoridades se tomarán su tiempo para decidir cuándo
y dónde construir el aeropuerto que no será erigido en Texcoco.
Como se ha señalado en este espacio, la rectificación
emprendida por la presidencia de Vicente Fox al respecto, así como
la anulación del decreto expropiatorio que afectaba a los ejidatarios
de San Salvador Atenco, fueron decisiones sin duda difíciles, pero
ciertamente merecedoras del reconocimiento y el respaldo social, toda vez
que manifestaron buena disposición de las autoridades a atender
y entender los reclamos sociales. Pero, sin ánimo de achicar ese
reconocimiento, lo declarado ayer por el titular de la SCT no es un buen
indicio de claridad gubernamental. Dijo Cerisola que, a consecuencia de
los atentados terroristas sufridos en Nueva York y Washington hace casi
un año, las operaciones de tráfico aéreo han disminuido,
y que ello ofrece un margen adicional de tiempo para construir la nueva
terminal, un plazo "de dos a tres años (...) antes de que el aeropuerto
de la ciudad de México llegara a la saturación". El argumento
es débil, porque la indiscutible reducción del tráfico
aéreo provocada por los ataques del 11 de septiembre ocurrió
mucho antes de que el gobierno mexicano diera por cancelada la obra en
Texcoco.
En otro sentido, es preocupante que, en tiempos en que
las autoridades federales se quejan de la falta de liquidez y de recursos,
se hayan invertido 60 millones de pesos en el proyecto Texcoco, suma a
la que es necesario añadir las indemnizaciones gubernamentales a
las seis empresas que participaron en la elaboración del plan maestro.
Cerisola arguyó que los documentos y estudios generados pueden ser
útiles en el nuevo proceso de toma de decisiones, pero si éste
ocurre de aquí a tres años, es evidente que tales documentos
serán obsoletos y que será preciso repetir los estudios pertinentes.
Sea como fuere, cabe esperar que en la nueva localización
del aeropuerto metropolitano confluya, además de los análisis
técnicos pertinentes, un intenso trabajo político de consulta
a los sectores económicos y sociales involucrados y de generación
de consensos, a fin de evitar una redición del conflicto social
generado, de manera por demás inútil, en San Salvador Atenco.
Sería deseable, asimismo, que el gobierno federal se desempeñara
en este tema, con plena transparencia, y que ofreciera a la sociedad todos
los elementos de información sobre las ubicaciones posibles de la
terminal aérea, con sus ventajas y desventajas, así como
sobre la urgencia real de la obra.