Luis Hernández Navarro
El elbazo
Después del llamado a misa vino el campanazo a
clases. Los compromisos privados se hicieron públicos. El pacto
se selló frente a la nueva versión de las fuerzas vivas del
gobierno del cambio. Empresarios, jerarcas religiosos, representantes de
asociaciones de padres de familia, líderes sindicales y personalidades
de la sociedad civil atestiguaron la formalización de la alianza.
Elba Esther Gordillo y Vicente Fox sonrieron felices a las cámaras
al firmar el Compromiso Social por la Calidad de la Educación. Satisfecho,
también, debía sentirse el artífice y principal beneficiario
de este matrimonio: el secretario Jorge Castañeda.
La rúbrica del acuerdo educativo fue, por principio
de cuentas, un aval presidencial al caciquismo sindical. Una especie de
"cerrar los ojos" a las promesas de campaña sobre un nuevo sindicalismo
ante las necesidades de la realpolitik. La estrella de la jornada,
la chiapaneca Elba Esther Gordillo, no es ni puede ser por estatuto la
secretaria general del SNTE. Aunque el jefe del Ejecutivo le dé
trato de representante legal del magisterio, la profesora no lo es.
La maestra Gordillo fue designada por Carlos Salinas de
Gortari el 23 de abril de 1989 dirigente nacional del magisterio, al margen
de cualquier formalidad estatuaria o decisión de los trabajadores
de la educación afiliados al sindicato. Miles de maestros apostados
frente a la plaza de Santo Domingo saludaron durante varios días
su llegada al edificio de la SEP gritándole asesina. No olvidaban
que ella era la secretaria general de la sección 36 cuando el líder
del movimiento democrático de los pobresores del estado de
México, Misael Núñez Acosta, fue asesinado por pistoleros
contratados por el SNTE.
Tan irregular fue el nombramiento de la profesora que
para "legitimarse" arregló en Tepic, el 22 de enero de 1990, un
congreso nacional, en el que, para variar y no perder la costumbre, se
arremetió a golpes contra los disidentes. Violando los estatutos
que prohíben expresamente la relección en la secretaría
general, se hizo nombrar una vez más dirigente nacional en un nuevo
congreso celebrado durante la segunda quincena de febrero de 1992, que
pomposamente anunció la "refundación" del sindicato magisterial.
Desde que en 1995 dejó el cargo, su influencia en el gremio ha sido
extrajurídica, pero no por ello menos eficaz.
Como buena cacique, el poder que Elba Esther detenta dentro
del SNTE es informal. Proviene del dominio que ejerce sobre los dirigentes
regionales; del control de las cuotas sindicales, de procesos claves de
la vida sindical y de las relaciones con los funcionarios públicos
que le dan capacidad de gestión de hecho; de una amplia red de relaciones
personales con figuras claves de la política nacional y de una fuerza
no basada en la legalidad. Sin el apoyo gubernamental ese poder sería
efímero: la lealtad de sus subordinados desaparecería.
Para sostenerse en la dirección sindical de
facto, la maestra Gordillo ha otorgado a los gobiernos en turno concesiones
laborales. Con Salinas de Gortari firmó el Acuerdo Nacional para
la Modernización de la Educación Básica, que implicó
la aceptación magisterial a la descentralización educativa.
Con Ernesto Zedillo se sometió a una política de contención
salarial y erosión de conquistas laborales básicas.
Vicente Fox no ha sido la excepción a esta tradición
de intercambiar reconocimiento político por conquistas gremiales.
Al nuevo gobierno, la profesora Elba Esther le ha ofrecido el retiro sindical
del nombramiento de las plazas de directores de plantel, supervisores y
jefes de sectores, y el ingreso de los nuevos maestros al servicio mediante
concursos de oposición, así como la creación de un
marco favorable a una creciente injerencia de la iniciativa privada y la
jerarquía religiosa en la educación pública. No es
la "revolución espiritual" que anhela el Presidente, pero sí
un paso intermedio. En correspondencia, el gobierno del cambio le ha proporcionado
un trato que sus antepasados priístas ni de lejos le concedieron.
Por inadmisible que fuera, el que ese apoyo lo dieran
las administraciones del PRI resultaba explicable. Pero que ahora lo brinde
un gobierno proveniente de otro partido, que ofreció luchar contra
los vicios del tricolor, resulta tan sorprendente como indignante.
Después de todo, Elba Esther fue una de las principales organizadoras
del "fraude patriótico" perpetrado en Chihuahua para evitar el triunfo
electoral de Francisco Barrio.
El pacto recién signado tiene, sin embargo, un
alcance que trasciende lo educativo. La lideresa moral del magisterio
es una de las principales aliadas de Jorge Castañeda. El acuerdo
fortalece la posición del canciller dentro del gabinete presidencial.
La relación entre ambos, iniciada en 1989, cuando la desesperada
búsqueda de legitimidad de la chiapaneca la condujo al cortejo de
un amplio grupo de intelectuales de izquierda, les ha proporcionado jugosos
frutos desde entonces.
Más allá de las pugnas palaciegas, la profesora
Gordillo se ha convertido en la principal operadora del acercamiento del
PRI al gobierno de Fox. Por ello puede declarar sin ambages: "¡Primero
es México y después el PRI!"
Suspicaces como son, sus compañeros de partido
piensan que lo que su dirigente realmente quiere decir es: "Primero soy
yo y después el tricolor", consigna nada ajena a su trayectoria
política.
El elbazo tiene, empero, un gran riesgo para su
promotora. Si los gobernadores del PRI se deciden pueden poner fácilmente
de su lado a los dirigentes de la secciones estatales del SNTE contra su
lideresa moral. Los días de la maestra al frente del sindicato
estarían entonces contados...