José Blanco
El INEE, en duda
En el contexto de la firma de un raro Compromiso Social
por la Calidad de la Educación, que no muestra cómo ese acto
puede ser un compromiso real nacional por la calidad educativa en todos
sus niveles, fue expedido por el Ejecutivo, como pieza efectiva de decisión
de gobierno, el decreto por el que se crea el Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación (INEE). La creación del
INEE es un hecho jurídico y político efectivo; la firma del
compromiso más parece un acto político de imagen.
La creación de una institución responsable
de la evaluación educativa hace mucho tiempo que era una necesidad
de primera magnitud. Es una pena que deba ocurrir en el contexto de un
conjunto de presiones internacionales que han venido impulsando la creación
de tales instituciones. Un vistazo a América Latina mostrará
en todas partes los mismos procesos en marcha, condicionados naturalmente
por las circunstancias de cada país.
La creación del INEE estuvo antecedida de algunos
debates sobre si la institución hubiese debido ser creada, como
lo fue, por un decreto presidencial -para lo cual está facultado
el jefe del Ejecutivo-, o por un acto del Poder Legislativo. Probablemente
los pobres resultados de un gobierno dividido llevaron al presidente Vicente
Fox a decidirse por el decreto. Se ha dejado la puerta abierta, sin embargo,
para "perfeccionar" la decisión con una eventual intervención
del Legislativo, otorgándole fuerza de ley a la nueva institución.
Pero vaya usted a saber qué resultará de una iniciativa de
ley, que es ya un acto de gobierno, frente a la variedad generalmente poco
informada de la mayor parte de los legisladores. Si se atiene uno al pasado
reciente, se avizora un horrible conflicto en ciernes: como el Presidente
dijo que así, los legisladores dirán que asá.
El resultado final es de ponerse a temblar. Estamos frente a una de las
instituciones de mayor relevancia para el futuro de la República
-es imposible exagerar la importancia del asunto que hoy tenemos entre
manos-, y puede acabar en un asunto más para el jaloneo electoral
irresponsable entre los partidos.
Los legisladores, sin embargo, podrían hacer un
trabajo responsable, si se informan a fondo y tienen en mente el futuro
de la nación y el interés general, en serio. Porque el decreto
deja dudas múltiples. De los considerandos del decreto nada hay
que decir; de los objetivos y propósitos generales del INEE, tampoco,
salvo que parece excesivo que una sola institución tenga como responsabilidad
la creación de instrumentos de evaluación y la evaluación
misma de los tres niveles educativos -tanto de instituciones públicas
como privadas-, con excepción de la educación terciaria universitaria.
De acuerdo con el decreto, el INEE será una institución
autónoma en términos de su gestión y responsabilidades
técnicas. Es difícil entender cómo puede ser autónoma
una institución a la que se atribuye como función "colaborar
con la Secretaría de Educación Pública en las evaluaciones
que ésta deba realizar respecto del sistema educativo nacional"
(artículo 3 del decreto). El artículo 5, reitera que su función
será desarrollada conjuntamente con la SEP.
Y es imposible entender su autonomía sobre todo
al examinar la composición de la junta directiva (artículo
8), que es su órgano máximo: estará presidida por
el secretario de la SEP, y formarán parte de la misma el director
de Conacyt, el subsecretario de Educación Básica y Normal
y un representante de Hacienda. El resto de los miembros que el artículo
8 enumera está bien, aunque podrían ser otros o haber otros
muchos; el mismo artículo, extrañamente, agrega otro conjunto
de miembros no enumerados, que serán invitados del titular de la
SEP, en el que no están todos los que son ni son todos los que están;
quiero decir, varios de tales invitados no tienen la menor idea sobre el
tema, y serán opinadores políticos de chile, de dulce y de
manteca, cuyo peso en las decisiones causa escalofríos. Lo que está
más que claro es que, en las discusiones internas de la junta para
la toma de decisiones, será puesto en cuestión una y otra
vez el carácter laico de la educación mexicana. Tal ocurrirá
con las asociaciones de padres de familia y, probablemente, con el representante
del sector empresarial. El representante del SNTE en la junta muestra nuestro
inmortal corporativismo.
En la evaluación de la educación la SEP
no puede ser juez y parte, por cuanto la calidad de la educación
también depende de la SEP. Es decir, esta secretaría también
debe ser evaluada como parte del proceso educativo.
Es preciso, de otro lado, agregar expresamente una evaluación
por objetivos; por ejemplo: ¿qué debe saber un niño
al término del cuarto grado de primaria? Fijados los contenidos
educativos respectivos, todos los niños de este país deben
haberlos adquirido al terminar ese grado. Si no ocurrió así,
¿por qué no? Debemos saber responder sin ambages esta pregunta
y corregir.