Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 13 de agosto de 2002
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Política
Marco Rascón

Crítica a la crítica del neoliberalismo

La dispersión organizativa y de ideas, se ha hecho malamente, una virtud. Bajo la idea de resistir al neoliberalismo, fueron tomadas la fragmentación y el reduccionismo como alternativa para huir de los viejos esquemas de poder, los cuales se volvieron obsoletos ante la magnitud y la rapidez de los cambios mundiales.

Miles de activistas con experiencia organizativa, conspirativa y política optaron por la mística civil y, para no perderse en el mundo, buscaron unirse en redes horizontales para no unirse, abrazando la justicia como fe, reivindicando la resistencia como programa, fragmentando la realidad en minorías aisladas y haciendo de la denuncia un fin estratégico.

El abandono de la lucha por el poder por quienes mantuvieron la actividad en las comunidades y sus problemas no sólo causó un grave daño político e ideológico, sino que estableció de facto una forma de convivencia con los poderes de la globalización: "ustedes el poder malo del gobierno, nosotros el poder bueno de lo pequeño".

Bajo el rechazo de "lo político" como sinónimo de perversión, el pensamiento civil en resistencia se refugió en la estrechez de las generalidades hasta llegar al agotamiento teórico. Paradójicamente esto influyó en los partidos, ocasionando una implosión que estableció el pragmatismo como regla y doctrina. En los partidos progresistas el efecto fue desastroso, quedando lo electoral en el círculo vicioso de los intereses burocráticos y la lucha por las prerrogativas estatales.

El concepto de sociedad civil, como medida frente a los sectarismos ideológicos, se ha hecho compañero del neoliberalismo en la medida en que se convirtió en la conciencia crítica del nuevo modelo económico y en rechazo a la lucha por el poder; se transformó en fundaciones, organismos no gubernamentales y civiles, basados fundamentalmente en la filantropía. Surgió así la gran estructura de la financiación, con nuevos centros de poder, que, esos sí, establecieron vínculos concretos con los grupos de acceso al poder político del Estado.

El concepto de "sociedad civil" predominante nada tuvo que ver con la idea de Gramsci, pues éste sí conectaba con los partidos y las vías al poder a fin de construir nuevas hegemonías en la sociedad, para transformarse ella y a las instituciones. Es decir, no es posible transformar una sociedad y el Estado, sin una idea o proyecto global sobre la economía, el Estado, las leyes. Para eso la sociedad civil requiere instrumentos propios para organizarse y organizar a todos los estratos de la sociedad.

En México la sociedad civil quedó en manos de las iglesias, las cuales son un ejército organizado y jerarquizado, cuya hegemonía política ha crecido gracias al debilitamiento de los partidos progresistas y laicos y al cariz que ha tomando la sociedad civil en su dispersión intrínseca. Las ONG y fundaciones se quedaron con la posesión de miles de cuadros y activistas, agotados por la burocratización y el sectarismo de sus organizaciones, que fueron base y motor que construyeron los grandes movimientos sociales, sindicales, campesinos de finales del siglo xx.

Pese a existir abrumadores argumentos contra las realidades y efectos del neoliberalismo y la globalización, la crítica a éstos carece de implicaciones estratégicas porque no existe la voluntad para construir conceptualmente una sociedad eficiente, real, frente a la economía de mercado, a la imposición de los intereses trasnacionales, a la subordinación y la dependencia, al belicismo imperialista.

La falta de ideas humanistas con implicaciones prácticas fue sustituida por la ideología de la autoayuda y la astrología, frente a un mundo marcado por el determinismo neoliberal. Esto marcó la práctica política del conjunto e hizo prevalecer en lo político la mediocridad, a los más inescrupulosos, y sustituyó a los militantes por simples operadores.

Las similitudes entre el neoliberalismo y el anarquismo arrastraron al pensamiento progresista, a los dirigentes y activistas formados en el marxismo, a los beneficios de no luchar por el poder, renunciando así a la posibilidad de crear revoluciones desde el ámbito nacional. Los grandes foros mundiales, pese a sus grandes aportes conceptuales para explicar las implicaciones del mundo global capitalista, no han generado ideas para construir estructuras que transformen en sentido distinto la trayectoria mundial, en la que ahora emergen el gran nacionalismo imperial, lo cual significa guerra, destrucción y aumentar la capacidad de guerra en los países centrales.

La necesidad de grandes movimientos en el mundo de las ideas, que se desarrollen bajo los nuevos instrumentos tecnológicos de la comunicación, debe marcar las luchas de resistencia a fin de que éstas no sean un fin, sino un medio para construir una nueva visión del mundo y trabajar por ella. Es necesario no temer a las convicciones propias.

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