TEXCOCO: MEDIDA ACERTADA
En
contraste con las irregularidades en las que incurrieron algunas autoridades
durante la visita papal, la determinación oficial de suspender los
decretos expropiatorios de las tierras del valle de Texcoco -y, por tanto,
de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto metropolitano en
ese lugar- es una medida acertada que merece reconocimiento. La decisión
del gobierno federal de atender los legítimos reclamos de las poblaciones
afectadas -entre ellas, con un papel destacado, San Salvador Atenco- y
la reconsideración de su proyecto aeroportuario son actitudes auspiciosas
que deben sentar precedente para la solución justa de los conflictos
sociales y para garantizar el respeto hacia la cultura y la forma de vida
de las comunidades indígenas y campesinas de México.
Ha de reiterarse que desde el principio existieron otras
opciones para la ubicación de la nueva terminal aérea del
centro de la República, por lo que esta decisión gubernamental
no constituye riesgo alguno para el mejoramiento de la infraestructura
del país ni para el crecimiento económico nacional.
Por el contrario, la correcta solución que se ha
dado al problema del nuevo aeropuerto debe servir de base para que en el
futuro las iniciativas de desarrollo presenten una orientación social
y no meramente especulativa, y tengan en cuenta de manera prioritaria a
los ciudadanos y las comunidades que puedan resultar afectados por los
proyectos oficiales.
Por otra parte, la respuesta del gobierno federal debe
aleccionar a quienes desde diversos estamentos políticos, empresariales
y mediáticos clamaron por el avasallamiento de los movimientos sociales
y pretendieron criminalizar el justo derecho del pueblo a defender su patrimonio
y su herencia cultural.
La represión y la desinformación de los
ciudadanos son actos inadmisibles que deben ser desterrados del escenario
nacional.
En este contexto, es de esperar que, para culminar la
necesaria reconciliación entre las partes del conflicto suscitado
por las ahora anuladas expropiaciones en la región de Texcoco, los
procesos penales pendientes contra algunos ejidatarios y líderes
comunales de Atenco se resuelvan en favor de ellos, y se dé paso
a un nuevo y justo modelo de relación entre el Estado y la ciudadanía
a la que sirve.
EN LA VISITA PAPAL, LESION AL ESTADO DE DERECHO
En términos de la vigencia del marco jurídico
nacional, el balance de la recién finalizada visita papal representa
un inocultable deterioro del estado de derecho y deja en entredicho el
respeto a las leyes pregonado por el gobierno de Vicente Fox.
Al participar en ceremonias religiosas públicas
y al realizar deferencias que van más allá del protocolo
aplicable al recibimiento de un jefe de Estado -particularmente, la genuflexión
presidencial para besar el anillo que adorna la mano pontificia-, el jefe
del Ejecutivo y otros funcionarios violentaron el espíritu y la
letra de los artículos 130 constitucional y 25 de la Ley de Asociaciones
Religiosas y Culto Público, que señalan: "Las autoridades
no intervendrán en la vida interna de las asociaciones religiosas"
(art. 130) y "las autoridades antes mencionadas -la norma se refiere a
las federales, estatales y municipales- no podrán asistir con carácter
oficial a ningún acto religioso de culto público... En los
casos de prácticas diplomáticas, se limitarán al cumplimiento
de la misión que tengan encomendada, en los términos de las
disposiciones aplicables" (art. 25).
Las canonizaciones, las beatificaciones y el homenaje
al Papa en tanto patriarca religioso son, precisamente, tres de los más
relevantes asuntos internos de la Iglesia católica, pues en ellos
se establecen símbolos y personajes que han de ser objeto de devoción
y se reverencia al máximo jerarca católico por su naturaleza
sacerdotal y no por su carácter de jefe de Estado.
Arrodillarse ante cualquier ministro de culto y besar
sus insignias religiosas son manifestaciones anacrónicas de sumisión
que no forman parte de actividad diplomática alguna ni se corresponden
con la majestad republicana que debiera respetar un Presidente de México.
Los servidores públicos que asistieron -por añadidura, con
acceso privilegiado-- a tales eventos y participaron en tales prácticas
vulneraron la ley, hecho inaceptable que trastoca el orden jurídico
nacional. ¿Con qué autoridad moral podrán velar por
la vigencia de la legalidad quienes la ignoraron de forma flagrante?
Tanto Vicente Fox como el resto de los mexicanos tienen
el legítimo derecho de profesar la fe que quieran, o de no profesar
ninguna. Pero en su carácter de presidente de la República,
el mandatario tenía la obligación de anteponer la vigencia
del marco legal a toda expresión religiosa y de restringir su devoción
a lo estrictamente privado.
La investidura presidencial y la autoridad gubernamental
no son trajes que puedan vestirse un día sí y otro no en
función de intereses personales. Son, por el contrario, investiduras
institucionales en las cuales se deposita la voluntad mayoritaria de los
ciudadanos, y entre sus funciones, atribuciones y deberes deben contarse
el respetar y el procurar respeto a la Constitución y las instituciones
de la República.
Si para cualquier funcionario su religiosidad se encuentra
por encima del respeto a la ley, su obligación ética y jurídica
es abandonar el cargo. La laicidad del Estado y su separación de
todas las iglesias son dos de los pilares de la identidad y la legalidad
de México. El quebranto de tales principios es fuente de deslegitimación
y desestabilización, traiciona nuestra historia y valores nacionales
y resulta, por ello, inadmisible y, por el bien del país, punible
conforme a derecho.