CRONICAS TEXANAS
Hay mayor tolerancia hacia los inmigrantes, afirma el cónsul de México
Dallas, donde la policía no coopera con el SIN
Este lugar va a cambiar de ciudad de odio racial a urbe con un alcalde latino, prevé
JIM CASON Y DAVID BROOKS ENVIADOS
Dallas, Texas. Esta ciudad desalmada, sin historia ni razón de ser, ofrece poco más que gigantescos y lujosos malls comerciales, nuevos y resplandecientes rascacielos, el equipo de futbol americano Vaqueros y sus cheerleaders (ni el estadio está propiamente en Dallas, sino en Irving); ofrece poco más que un centro sin gente en las calles y abandonado en la noche. Si uno sabe adónde ir, estallan la vida, el color, la música, el sabor y la organización social. Claro, es el barrio mexicano.
Dallas, ilustra la escritora texana Molly Ivins, se construyó en el único condado de los 254 de Texas donde no hay petróleo. Es el centro financiero del estado, y con Houston y San Antonio una de las 10 ciudades más grandes del país.
''Dallas es un pueblo inventado'', afirma Ivins a La Jornada. Sólo existe porque intereses de bienes raíces decidieron construir algo ahí. La zona metropolitana de Dallas (junto con la vecina ciudad de Fort Worth y otras 17 pequeñas ciudades) ocupan 52 millas de urbanización con 5.5 millones de habitantes. ''Es un pueblo con un problema de identidad'', afirma el abogado ambientalista Richard Lowerre, originario de aquí.
Es una ciudad apasionada por los malls de lujo, y por alguna razón que nadie sabe explicar, por las pistas de hielo que ocupan el centro de por lo menos dos complejos comerciales. A la vez, Dallas reconoce su sitio central en el mapa texano, y la carne de res --el steak-- es rey del menú.
También es una ciudad con liderazgo político más liberal de lo esperado, encabezado por su nueva alcaldesa, la ex periodista Laura Miller. La ciudad que ahora encabeza intenta recuperarse de un legado de especulación y escándalos que incluyeron desechar 80 cargos de narcotráfico contra 53 acusados este año, después de que las autoridades reconocieron que dos policías habían conspirado con un informante para fabricar las pruebas.
Por cierto, Dallas no es el único lugar en Texas donde hay problemas de corrupción. En el sudeste, cerca de McAllen, durante años los políticos ofrecieron miles de dólares para comprar votos en su favor, y en Laredo casi todo el personal de la oficina del fiscal ha estado bajo investigación o en juicio por corrupción.
Pero Dallas también es conocido por otras cosas. Este lugar siempre será vinculado con el asesinato del presidente John F. Kennedy, y alguien nos cuenta que existe un museo que se llama El Sexto Piso, construido en el mismo lugar desde donde supuestamente disparó su asesino. Aquí, donde murió el primer presidente católico del país, también es donde la Iglesia católica está creciendo, con unos 800 mil feligreses y con una catedral, el Santuario de Guadalupe, que dicen los de aquí es el segundo templo en importancia después de San Patricio, en Nueva York.
Sin embargo, hay mundos escondidos detrás de malls, matrices bancarias y lujosos edificios de oficinas en varias esquinas de esta urbe: una comunidad china de cientos de miles, una colonia iraní, otra de inmigrantes africanos, sobre todo de Nigeria, y, claro, una de mexicanos.
México en Dallas
Según Julián Adem, cónsul alterno de México en Dallas, en esta ciudad podrían vivir más mexicanos que en Houston, y podría representar la tercera urbe con mayor concentración de mexicanos en Estados Unidos, después de Los Angeles y Chicago. Muchos llegaron por las oportunidades creadas por el auge económico de Texas en los noventa, y de acuerdo con los cálculos inexactos del consulado, la mayoría es indocumentada (hasta 750 mil en la amplia región urbana).
Adem explica que en esta ciudad hay un alto grado de tolerancia con la comunidad inmigrante. La policía no deporta a los indocumentados ni coopera con el Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN). ''Hace cinco años que no hay una redada aquí'', dice Adem a La Jornada. Los empresarios están ''muy entusiastas'' al contratar mano de obra mexicana, aunque recuerda que Texas es un estado sin derechos laborales y sin sindicatos.
Los mexicanos y otros inmigrantes latinos están cambiando el carácter de Dallas, afirma Adem, y prevé que en un futuro próximo ''este lugar va a cambiar de una ciudad de odio (racial) a una ciudad con un alcalde latino''.
Pero la realidad estadunidense cobra sus costos en la comunidad mexicana. Aquí hay unos 4 mil mexicanos encarcelados, cinco en la fila de muerte. Texas es el estado líder nacional en ejecuciones. También existen, explica Adem, las mismas condiciones objetivas para cualquier inmigrante en este país: ''Económicamente, Estados Unidos ofrece oportunidades de este capitalismo para los inmigrantes pero ninguno de los beneficios'', ya que en algunas partes la vida de un indocumentado puede no ser tan diferente a las de los esclavos. A veces es peor, ya que los esclavos eran una inversión para los patrones que valía la pena proteger, mientras la mano de obra indocumentada se puede sustituir en cualquier momento.
Al mismo tiempo, en Texas hay afinidad con los mexicanos, incluso sus raíces vaqueras ofrecen puntos en común, comenta Adem, incluyendo el gusto por los caballos, los ranchos, los sombreros y hasta las armas. ''Aquí las autoridades aceptan en gran medida a los mexicanos; no hay esa cacería de connacionales que tanto se comenta en México'', señala.
En Dallas hay un renacimiento, y por fin hay una definición de su identidad, pero en español.