El arte de viajar, reciente título del estudioso inglés
De Botton: común, pensar que la felicidad se
halla fuera de casa
Recorre el mundo con Baudelaire y Flaubert, entre otros
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Pensar en la posibilidad de descubrir nuevos lugares,
viajar, dejar la cama en la que se duerme todos los días para despertar
tendido en una hamaca en algún lugar exótico, sea cual fuere
el significado de esa palabra, es una de las cosas más emocionantes
a las que se enfrenta el ser humano. A esa emoción corresponde en
igual medida la decepción de encontrarnos en ese lugar que, creíamos,
era sinónimo de felicidad. Esa es la tesis que el escritor y filósofo
británico Alain de Botton trabaja en su nuevo libro El arte de
viajar, que en la edición de Taurus lleva el subtítulo
de "Cómo ser más feliz viajando".
Este
texto de Botton no dice qué hacer cuando se llega al destino elegido.
Trata de responder a la pregunta de cuáles fueron los impulsos que
llevaron a planear y emprender un viaje. Lo acompañan en su recorrido
por el mundo las anécdotas y reflexiones de Alexander von Humboldt,
Charles Baudelaire, Gustave Flaubert y Vincent van Gogh, entre otros.
Este libro, explica en entrevista, ''es para cualquiera
que ha sentido que viajar no es fácil, desde un punto de vista sicológico,
o para quien quiere hacer una reflexión más profunda acerca
de por qué viajamos. Las guías turísticas sólo
te dicen sobre los buenos restaurantes y los monumentos, mercados, hoteles,
etc., más importantes. Quise alejarme de eso y escribir un análisis
acerca de lo que pasa en nuestra mente cuando viajamos. El arte de viajar
fue escrito de una manera muy modesta: sólo juego con algunas ideas,
no estoy escribiendo una ley" sobre cómo ser feliz viajando.
"Generalmente -explica vía internet- emprendemos
un viaje porque queremos ser más felices de lo que somos en casa.
A menudo hay muchas complicaciones en nuestra misión: dejamos nuestro
hogar, pero encontramos que somos más felices en nuestra propia
recámara que en Roma, Londres o Nueva York, y esas cosas me fascinan".
El arte de viajar "consiste en saber cómo apreciar
los lugares en los que nos encontramos y reconocer algunas de las dificultades
que enfrentamos en el camino de la felicidad cuando estamos lejos de casa",
agrega De Botton, autor también de Cómo cambiar tu vida
con Proust y Las consolaciones de la filosofía.
Las razones para viajar son muchas, incluidas el trabajo,
el sexo o el conocimiento científico, pero en El arte de viajar
"el tipo de viaje que analizo es el que es descrito generalmente como
'turismo', es decir, el que hacemos por placer y enriquecimiento cultural",
e ironiza: "esta clase de viajes es relativamente reciente, sólo
tiene unos 250 años más o menos, y es el resultado del aumento
de las posibilidades económicas y de los avances en los medios de
transporte".
De Botton (Zurich, 1969) señala que a través
del tiempo se ha mantenido la creencia de que el turista es el chico malo
y el viajero es el chico bueno, y define al primero como aquel que "se
aloja en hoteles grandes y modernos, sólo sigue las guías
turísticas, etcétera, mientras el viajero carga una mochila
y come en restaurantes locales"; aunque, subraya, "esta división
es demasiado simple".
La división real, dice, es buen viajero/mal viajero,
"de acuerdo con cuánto esa persona aprecia y entiende el lugar al
que viaja. Después de todo hay mochileros (backpackers) que
no entienden nada y personas en autobuses con aire acondicionado que lo
entienden todo".
Escribir el libro, dice el filósofo a manera de
resumen, "me enseñó que los aeropuertos pueden ser hermosos;
que los aviones son buenos lugares para pensar; que a veces es mejor leer
el folleto que viajar; que los europeos encuentran a Egipto exótico,
pero que los egipcios ven a Europa como un lugar exótico; que no
debemos leer siempre las guías turísticas; que el paisaje
puede ayudar a sentirnos menos envidiosos; que los desiertos son buenas
formas para pensar acerca de nuestra mortalidad; que debemos tirar nuestras
cámaras fotográficas y empezar a dibujar; que mirar pinturas
puede hacernos desear ver lugares, y que nuestras propias recámaras
pueden ser tan interesantes como las junglas de América del sur".