Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 15 de julio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >


 

Cultura
Fernando Vallejo visto desde antes y hasta ahora

Pianista, cineasta y biógrafo, pero antes que todo escritor

La mayoría de la obra del escritor colombiano ya está disponible a los lectores mexicanos

CESAR GÜEMES

Leerlo es un privilegio al alcance de la mano, ahora que prácticamente toda su obra puede encontrarse en México. Pianista experto en Mozart, biólogo, director de cine (Crónica roja, En la tormenta), gramático, biógrafo, Fernando Vallejo (Medellín, Colombia, 1942) escribe y vive en nuestro país sin pena alguna y con la gloria, que ciertamente no le interesa, por delante.

Es indispensable acercarse a su obra reciente, El desbarrancadero: "De la posteridad no esperes nada: unas flores, si acaso, en tu ataúd, con las paletadas de tierra en el entierro, y después polvo de olvido"; o La virgen de los sicarios: "Nunca he rezado una bala. Ni nadie, nadie, nadie me ha visto hasta ahora disparar".

Cuando los días fueron azules

Aunque también es preciso recordar que Vallejo viene desde antes y de lejos, desde Los días azules, con la que luego daría inicio a el ciclo El río del tiempo (reunido por Alfaguara): "Ausente de pecado mortal, la niñez es la época más tediosa de la vida. Un día, por fin, la deja uno atrás con su vacío incolmable".

Viene de El fuego secreto y sus descripciones sardónicas: "Hernando Aguilar, la Marquesa, tendría cincuenta y cinco o sesenta años entonces, una edad antediluviana, y era de Yolombó, en las montañas de Antioquia. De ahí el título: la Marquesa de Yolombó, que se puso él mismo, porque no se lo dio nadie: ni Dios, ni el Rey, ni el pueblo inmundo. Y como un escapulario se lo chantó encima, por burlarse: de él, de mí, de usted, de Antioquia, del partido conservador y el partido liberal, de la Santísima Trinidad y la Sagrada Familia, y primero que todo y antes que nada y al final de cuentas, de Tomás Carrasquilla, ese viejito chismoso y marica de Santo Domingo el pueblo de mi abuelo, que había escrito entre varias una novela: La Marquesa de Yolombó, justamente".

Y lo mismo viene de Los caminos a Roma, ciudad en la que estudió cine, por cierto: " '¿Y éste es el mago del suspenso? ¡Jua, jua!' se burlan los cajamanes del pobre Hitchcok saliendo de la sala, armando sus cigarritos, bajando por la falda despacito, por esas tardes alucinadas de esas calles en pendiente. ¿Pero no ven, animales, que están viendo la película diez años después? Los efectos del suspenso que ayer eran inéditos hoy ya no sirven, están sabidos, requetesabidos, requetechotiados. El cine viejo hay que verlo como historia: de un gusto, de una época, de una ingenuidad. Y es que el cine también se envejece, como se envejece la moda, como se envejece la ropa, como me envejezco yo, como se envejecen ustedes, ignorantes, mariguanos, cabrones". Y también es resultado, él y su personaje narrador, descreído, irreverente, hiperculto, de Años de indulgencia: "Y tus amores, ¿eh? Idos, perdidos. Virgencita azul de las flores de mayo, te voy a hacer un altar, un altar de huesos: de huesos fosforescentes que alumbren tus noches con luz propia. De ahí la causa y el fin de todos mis desvelos. Virgencita del desencanto, ruega por mí". O de Entre fantasmas, ácido, extralúcido: "En un maldito radio callejero, en su alharaca, oí al pasar que Río de Janeiro se estaba por convertir en la capital del crimen del planeta, alcanzando y superando a Medellín, la cual el año que acababa de acabar le ganó sólo por diez 'muñecos'. Pues si a Medellín le quitan ese honor a mí me van a quitar el sueño porque ¿segundos de alguien? ¡Jamás! Y mi orgullo patrio se me alborotaba impulsándome a regresar a ayudar".

Menos accesible, ya que no se ha reimpreso, aunque igual de disfrutable, es su primer biografía de Barba Jacob, El mensajero, la novela del hombre que se suicidó tres veces (un subtítulo que alguien por sus pistolas puso en contra de los deseos del escritor), en la que Porfirio Barba Jacob dice en entrevista para la publicación Alrededor de América: "¿Adónde está la vida? ¿Qué cosa es y hacia dónde se dirige? No la vaya usted a buscar en los libros ni en las declamaciones falsas de los poetas. La vida son dos partes que hay que sabe dividir con astucia: una, para engañar a los hombres -la Humanidad es otra cosa- y otra para servir a la Tierra Futura que existe en el insignificante número de seres humanos y animales que nos comprenden en el misterio de las cosas que nos queremos decir con palabras. Buscar lo complejo y lo difícil de la vida real es caminar hacia la neurosis y el suicidio. Sea usted el hombre vulgar de todos los días y con arreglo a un programa, diciendo a cada circunstancia los lugares comunes más brillantes. Cuando termine su día vulgar, se esconde en su cuarto y se hace su café. Y se sumerge en la verdadera belleza de la vida leyendo y escribiendo en los libros que nadie lee y las cosas que son para una multitud de lectores que están en la sombra".

Desde luego es necesario acotar que, no conforme, Vallejo hizo luego otra biografía sobre el mismo personaje, Barba Jacob, el mensajero, completamente distinta, más amplia incluso: "El 12 de abril de 1927, tras un ir y venir incierto de veinte años por tierras de Centroamérica, de México y por islas del Caribe, regresó Barba Jacob a Colombia por el puerto de Buenaventura. Venía acompañado de un muchacho centroamericano, entre los diecisiete pasajeros de cubierta del barco Santa Cruz de la Grace Line. De ese retorno, tan doloroso como el que canta uno de sus poemas, data el surgimiento de su leyenda".

Biógrafo también de José Asunción Silva, con el lector se pregunta en Chapolas negras: "Silva estaba quebrado, se le había muerto su hermana Elvira a quien adoraba, había fracasado en Caracas como diplomático por quererle quitar el puesto al embajador, sus escritos se le habían perdido en un naufragio, su madre era una encimosa, y para colmo de males había entrevisto que la vida, esto, no va para ninguna parte. ¿Cómo no querían que se matara?"

Vallejo gramático

Por su parte, Vallejo el gramático ofrece una síntesis de sus conocimientos literarios en Logoi, una gramática del lenguaje literario (FCE): "El idioma no se inventa: se hereda. Y lo hereda el hombre corriente bajo su forma hablada como el escritor bajo su forma literaria: en un vocabulario, en una morfología, una sintaxis y una serie de procedimientos y medios expresivos. En un conjunto, incluso, de frases hechas y refranes, de comparaciones y metáforas ya establecidas en que abundan la literatura y la vida".

Y se divierte con la ciencia de su lado, biólogo al fin, refutando a Darwin por todo lo alto en La tuatología darwinista y otros ensayos de biología (UNAM): "Dios no se necesita para explicar el complejo fenómeno de la vida, se necesita el Tiempo: miles de millones de años de tanteos ciegos en los cambiantes mares y atmósferas de la Tierra partiendo de la materia inanimada y construyendo sobre lo ya alcanzado hasta llegar a la primera célula, a los organismos multicelulares, y a órganos y sistemas tan intrincados y portentosos como el ojo de los cóndores, el oído de los búhos, el olfato de los perros, los fotóforos de los cocuyos, el sensor infrarrojo de la víboras, la orientación magnética de las aves migratorias, las baterías de los peces eléctricos, el sonar de los murciélagos y la computadora del cerebro del hombre con sus cientos de trillones de interconexiones capaces de inventar en su turbulencia, amén de otras computadoras, a Dios, el televisor y la mentira, y lo que aquí importa más, las revistas biomédicas que proliferan por millares y millares como conejos, y la teoría de la selección natural que lo explica todo sin explicar nada".

Leer a Fernando Vallejo es una necesidad, una paz y una guerra al mismo tiempo.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año