TOROS
Comprometedora primera combinación de Telmex con la empresa de la
Plaza México
Merecida oreja a Christian Ortega por completa faena
a bravo novillo
Encierro con edad y trapío de Celia Barbabosa
Velázquez, vuelta
Bien Juan Luis Silis
LEONARDO PAEZ
En la tercera novillada de la temporada en la monumental
de Insurgentes, Christian Ortega mereció la oreja de Quijote,
de doña Celia Barbabosa -ante ese apellido ponerse de pie, nuevos
ricos del campo bravo mexicano-, lidiado en quinto lugar, por completísima
y solvente faena, coronada con certero volapié, no obstante el pertinaz
aguacero a lo largo del festejo.
Empapados, ateridos, como involuntarios corresponsales
en impensado escenario, los mil quinientos asistentes a la novillada, primera
en este coso de la Feria Nacional del Novillero Telmex 2002, concluimos
al término de la misma: En nuestro país sobran buenos toros
y toreros buenos en potencia; sólo faltan empresarios sensibles
que, sin excusas, sepan combinarlos y coordinarse para que el público
regrese a las plazas. Lo demás es hacerle al cuento.
Entre
los dos pueblerinos carteles anteriores y este primero de Telmex, la diferencia
fue notable. De los disparejos encierros de Armilla Hermanos y San Juan
Pan de Arriba a los ejemplarmente presentados novillos de Celia Barbabosa,
media la misma distancia que hay entre entender la fiesta de los toros
como terapia ocupacional o maromas fiscales y asumirla como compromiso
ético-generacional.
Cuando en este mismo espacio hemos clamado por una urgente
limpia de toreros a lo largo y ancho del territorio nacional, nos
referimos a que más vale lidiar ganado con edad y trapío
a seguir equivocando frágiles vocaciones sin idea del auténtico
toro ni de la lidia y entrega que éste demanda.
Por ello más vale que en ocasiones, como la de
ayer, la novillada sea una auténtica corrida de toros y los
alternantes demuestren su nivel, más que técnico, vocacional
y anímico, a costa de... lo que sea.
Christian Ortega, ¡torero!
Bajo fuerte aguacero y con diez toreros en el ruedo, como
diría el soso ripioso, durante el tercio de varas, el hijo de José
Luis Ortega, novillero que actuara en este mismo ruedo, junto con Felipe
González y César Pastor, la infausta tarde en que Minuto,
del hierro de De Haro, cogiera mortalmente al monosabio Gamucita,
cubrió con facilidad el segundo tercio, lidió solvente a
un burel que terminó soseando y se deshizo de él luego de
varios pinchazos.
Lo memorable, lo que se recordará, lo que le vale
a Christian Ortega como carta de presentación en sus aspiraciones
al inminente doctorado -¿para torear dónde y con quién?-,
fue su interesante y completa labor con Quijote, de 448 kilos.
Templadas verónicas y una media de las suyas; chicuelinas
andantes, soltando en el último lance un extremo del capote, para
poner el toro al caballo, y hermoso quite por orticinas e imaginativo recorte,
fueron el preámbulo a su torera actuación. Todo en medio
de un fuerte aguacero y un ruedo resbaloso que pusieron más a prueba
la tauridad del toro y la personalidad y oficio de torero.
Luego de recargar en un puyazo -en general la novillada
cumplió en varas y mostró calidad y recorrido en su embestida-,
Quijote acudió alegre a los cites de Ortega, que con las
banderillas dejó dos certeros cuarteos y un vistoso violín.
Y sin bien estamos hablando del mejor novillo, éste no fue de entra
y sal sino que exigió temple y mando para consentir la suave embestida
en series de derechazos largos y sentidos. De pronto un pase cambiado por
la espalda ligado con el de pecho, más derechazos y la evidencia
de que en Christian hay un torero puesto, con amplio potencial.
Dejó Ortega una estocada hasta las cintas, encogiendo
el brazo pero alargando el corazón, y el juez Ricardo Balderas,
rigorista al negar la oreja a Atanasio Velázquez por la soberbia
estocada al que abrió plaza, ahora sí tuvo que conceder el
premio.
Los otros
Juan Luis Silis enfrentó a Aventurero, otro
toro, al que recetó cuatro ajustadas verónicas con sabor
y toreó por ambos lados con quietud y expresión, no obstante
su verdor y la edad del astado, dejando una estocada trasera "en el rincón
de Alevoso de Mendoza", como bien definiera un aficionado.
Con el que cerró plaza, Impulsor, un hermoso
berrendo en cárdeno, lucero, calcetero, coletero y apretado de cuerna,
con 427 kilos, Silis repitió color con el capote en verónicas,
navarras ligadas con tafalleras y precisa revolera, todo bajo la lluvia.
En el último tercio volvió a desplegar su gran potencial
como muletero, aunando a la quietud sentimiento y expresión
No fue ésta la tarde de Atanasio Velázquez,
que tan buena impresión causara en las recientes novilladas de La
Florecita. Y no es que estuviera mal, pero le faltó expresar que
en verdad valoraba la oportunidad que tuvo. Dio la vuelta en su primero
por aquella soberbia ejecución de la suerte suprema, y logró
muletazos muy buenos con el cuarto, para luego caer en el efectismo y acabar
ahogando al novillo.