La del Barrio se presentó en el marco de las celebraciones por el
Día de la Democracia
Con temas de hondo dolor, Paquita cobijó a un
Zócalo repleto de mujeres
Acompañado por su grupo Contraste, Willy González cerró
el concierto del sábado
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
"¡Rata inmunda, adefesio mal hecho, infrahumano,
maldita sabandija, espectro del infierno, te odio y te desprecio!", canta
con furia Paquita la del Barrio, y lo que podría parecer cómico
en ella es absoluta seriedad, dolor profundo, intensa tonada, catarsis
colectiva. La noche del sábado cobijó a un Zócalo,
en tres cuartos lleno, repleto de mujeres que vitorearon a la reina del
arrabal y maridos que se quedararían callados. A este espectáculo
popular, auspiciado por la Secretaría de Cultura del Distrito Federal,
le siguió el salsero puertorriqueño Willy González.
El
concierto se dio en el marco del llamado Día de la Democracia (en
honor a las elecciones que dieron la victoria al PRD en el gobierno del
DF), y en efecto dio cabida a mayorías provenientes del barrio,
así como a clases medias gustosas de esta música.
El espectáculo es contrastante, y el plato más
fuerte es la actuación de Paquita, primera en escena. No requiere
de grandes aspavientos: su impecable canto y su genuino sentimiento dan
veracidad a una lírica plagada de palabras como: "perdición",
"amargura", "perro", y las variantes del verbo "arrastrar". La gente la
miró concentrada, pues sus palabras implican casi el todo del espectáculo:
es como si ofreciera un discurso en el que las anécdotas, las cuales
recuerdan lo experimentado por muchas mujeres, hicieran que éstas
se mantuvieran reflexivas, o celebrando cuando amerita. La sensación
de mitin sigue presente cuando muchas vitorearon: "¡Paquita, Paquita..!"
Si pudieran... votarían por Paquita.
Bolero con balada norteña
El grupo Oro Negro, que la acompañó, interpretó
con gran calidad esos temas que mezclan el bolero con la balada norteña,
el chunta-ta ranchero, y ocasionales toques para mover el bote.
Sobre las letras, tan bien cantadas, se vuelca el interés: "Por
compasión no me desprecies... como un perro esperaré sin
reproches, siempre tirada a tus pies", dice sin la hipocresía de
las mujeres que fingen no llorar por amor a un hombre. Tras tres canciones
sentidas, sonrió para gritar "¡Que vivan las mujeres!" y entonar
un tema muy triste: "Vencida quedaste por no tener cariño, al fango
rodaste luego que destrozaron tu virtud... Perdida te llama la gente
sin saber que has sufrido con desesperación". La señora lloró,
le dieron un pañuelo, y le dieron varios más. Vino el despecho:
"Como pordiosera me arrastré a tus caprichos... mas me arrojaste
al abismo y la perdición... Pero ya no soy una cualquiera, ya tengo
un hombre que es mejor que tú". Y el público vitoreó,
como lo hizo tras cada frase llegadora. Viene el primer "¿Me
estás oyendo, inútil!?" y luego Cheque en blanco y
Libro
abierto; uno firmado por ella, en el que "endosa desprecio", otro en
el que pide le escriban muy bonito.
Después, eso que muchas quisieran decir pero no
se atreven, por la doble moral que las subyuga: "Invítame a pecar...
hazme olvidar las penas, quiero sentir bonito". Fue ovacionada. Más
euforia: "Me mandaste al demonio, por poquito y me mato, pero fui con Dios
y te perdoné... en cambio a ti nadie te enseñó a tener
buen corazón, porque tú no tienes madre... ¡Era huérfano
el desgraciado!" Más venganza: "Arrástrate a mis rodillas,
te quiero ver llorando sangre... ¿¡Me oyes, méndigo
gusano?! ¡Arrástrate!" La gente le dedicó una porra:
"A la bío, a la bao..." Y tras Tres veces te engañé,
ella grita: "¡Bueno para nada! ¡Pa' puras vergüenzas!"
Se va pero la hacen regresar. Vendrán tres temas
de carácter burlesco: "Como perro me seguías... a mi puerta
te arrastrabas... Me perdone tu perro por haberlo comparado contigo...
¿Me estás oyendo? ¡Le estoy hablando al perro!" Antes
de llegar a la Rata de dos patas, canta su hit reciente:
"Yo acostumbrada a cenas suculentas, esperaba merienda completa... pero
esta cenita contigo, me supo a taco placero... ¡Insípido,
sin chile y sin sal!" El público no paró de vitorearla. Ella
lució radiante, aunque algo cansada... Por ahí una mujer
gritó: "¡Que viva Paquita!"
La salsa pop de Willy González
Después de la intensidad de la del Barrio, escuchar
a Willy González fue como oír a Timbiriche. Tras tanto sentimiento
proveniente de lo más hondo, su salsa-pop y sus cursis letras, que
no parecen venir del corazón, incitaron más a la cadera que
al alma -aunque el apretujamiento impidió el bailongo. Cientos de
periscopios coloridos y estribillos aprendidos en la radio fueron la respuesta.
Con González, acompañado por el grupo Contraste,
el público varió, pues a éste lo aclamó un
sector más joven. Aun así, los mayores se quedaron hasta
el final a escuchar al llamado Sensual de la salsa (que de sensual
tiene poco). Aunque buenos músicos, el sonido bajó en potencia.
El pueltoliqueño, no muy agraciado, pero por quien las jovencitas
suspiraron ("¡Bizcocho! ¡Te amo! ¡Papacito!"), hizo uso
de sus irregulares recursos vocales: en momentos favorecidos aunque en
otros su voz fue débil y hasta desafinada. Aun así, el intérprete
salsero complació e hizo felices a sus seguidores, sobre todo, con
sus conocidos temas Pequeñas cosas y Hazme olvidarla.
Poco habló con el público, y en su lugar lo hizo, entre cada
canción, un integrante de Contraste. Otras veces, Willy instó
a la gente a corear sus temas. Sus ademanes fueron más cercanos
a los de un cantante pop que a los de un amante de la salsa. El espectáculo
terminó a las 10:30 de la noche, hora exacta en que un torrencial
aguacero aguardó para caer.