Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 6 de julio de 2002
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Cultura
Por trágica y opresiva que sea, vivimos una época muy estimulante, afirma el pintor

Busco representar al hombre atrapado en ideas, como jaulas: Luis Garduño

Critica la política cultural del Estado; no privilegia la creatividad ni el arte en su esencia, dice

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

¿Qué es un artista? ¿Un clarividente que mira más allá de las personas y las cosas, por atrás de las máscaras, por debajo de la superficie? ¿Un ser excepcionalmente sensible que se debate estremecido entre el dolor, la duda y la belleza? ¿Es talento, vocación, tenacidad? ¿Es la lucidez quemante y desesperada? ¿Es el inconforme permanente, el provocador -inteligente- por naturaleza? ¿Es la piedra en el zapato del dogma, el poder y la superstición? Si todo o parte de lo anterior es cierto, Luis Garduño es un artista. Lo dice -lo grita- su pintura.

Tenía 12 años cuando empezó a dibujar, por placer y por necesidad, porque la palabra no se le daba: "Ya que no podía expresarme por medio de las palabras, encontré la forma de hacerlo a través de las imágenes". Entonces no se pretendía artista ni sabía de la inmensa responsabilidad que implica serlo. Fue hacia el final de su adolescencia que descubrió en el arte un motivo vital, la salvación: "Fue la época en que estaba en la universidad, tuve una gran depresión y me vi muy cercano a la muerte. Me dediqué a pintar obsesivamente, sin detenerme, durante todo un año y en ese proceso encontré mis signos de identidad con la imagen y conocí la disciplina que da el saberse mortal".

Fue una sacudida que desató su imaginación creativa: "Comencé a descubrir cosas en mi cabeza, empecé a relacionar estructuras, imágenes, que salían de mi mente como borbotones de agua por una coladera".

Filosofía y plástica

Así, pintor por vocación y lector por convicción, Luis Garduño ha ido conformando su elocuente iconografía personal que abreva en la filosofía, Nietzsche y Schopenhauer, básicamente: "son los filósofos que más me han tocado, leerlos fue cambiar toda la estructura de mi pensamiento. Fue como si de pronto me diera cuenta de que estaba encerrado en una estrecha jaula armada por los conocimientos y las referencias rígidas que te dan la universidad y los centros de pensamiento convencionales".

También se nutre de la historia (la república imperial romana es uno de sus referentes centrales) y de los mitos y símbolos de fuerte peso en la cultura occidental; los retoma, los trastoca y los actualiza: arlequines enigmáticos y burlescos tocando flautas o mandolinas en la cuerda floja; gatos magos; caballos que cargan carruseles en el lomo; minotauros acechantes; ángeles sufrientes; laberintos; escorpiones; medusas...

En el centro de este universo simbólico y mitológico deambulan o yacen o esperan o sufren o, incluso, ríen, hombres y mujeres. Entre los elementos distintivos de la iconografía de Luis Garduño sobresale una constante perturbadora y terrible: las cabezas de sus personajes aparecen coronadas por máquinas, por estructuras metálicas, por pesadas edificaciones arquitectónicas, o atrapadas en jaulas: "Trato de representar al hombre atrapado en ideas, creencias, categorías inamovibles que se le convierten en jaulas".

Parte de la obra reciente (22 cuadros y cinco esculturas en madera) de Garduño se exhibió en la galería Azzul Espacio bajo el título de Laberintos personales.

Con estudios de licenciatura en artes visuales en la Academia de San Carlos, becario en el Taller de Música e Imagen de la Urbana University (Ohio, Estados Unidos), Garduño pone su destreza técnica al servicio de una idea. En su concepción del arte, una no es más que la otra. Su compromiso es ético y estético:

"Hay una relación intrínseca entre ambos aspectos. Un artista es un espectador del mundo y tiene necesidad de manifestar lo que ve, es testigo de una época, como un periodista o como un historiador, pero a diferencia de ellos, podemos ejercer una gran libertad de creación. Eso es un privilegio increíble, poder dar una interpretación muy personal del mundo. Por trágica que sea, por opresiva que resulte, vivimos una época muy estimulante, de profundos y continuos cambios históricos como pocas veces se dan: los descubrimientos científicos (el genoma humano); el desarrollo tecnológico; la caída de las Torres Gemelas en Nueva York; la globalización y todas sus consecuencias. Son hechos y situaciones monumentales que van a tener una repercusión mayor o menor en el futuro.

"De todo eso nacen las ideas. Pero luego se pone a prueba la capacidad para expresarlo bien, para extraer de tu cabeza lo que has imaginado y ponerlo en un cuadro. Para mí el arte es también un acto de arrogancia hacia mí mismo y hacia los materiales con que trabajo. Es una demostración de que las cosas se pueden hacer si tienes pasión y un poquito de inteligencia para realizarlas. Mi proceso creativo en cada cuadro empieza con mucha reflexión, hay una crisis, siento que asciendo un nivel de crecimiento, que mudo de piel, como las serpientes. Cada que empiezo un cuadro nuevo sé que la obra pasada ya quedó atrás, ya no representa el nuevo momento de mi vida. Viene entonces una imagen que se forma y se estructura en la cabeza y el siguiente paso es el gran enfrentamiento con la tela en blanco."

Luis Garduño afirma que en la conformación de su estilo es fuerte la influencia de la pintura del quattrocento italiano: "A partir de lo que fue la pintura medieval iconográfica se dio el rompimiento hacia la imagen tridimensional, ya no era el icono plano, sino que las formas empiezan a adquirir volumen y siento que el pensamiento evolucionó a partir de eso. Entre los autores que me han puesto los pelos de punta está Goya, su obra negra; Picasso, Baco. Ahora, en mi admiración están mezclados tanto artistas antiguos como contemporáneos. Pienso que es relativo en qué tiempo crearon, lo que importa es que tienen una trascendencia más allá de ese tiempo. Pero mi mirada se deja ir sin importar el autor, sino lo que veo. Me pasa de pronto que veo algo, me emociona, me extasia y no sé ni quién es el autor, hasta que lo veo en un libro. Más que el nombre del artista, para mí lo fundamental es la imagen que queda".

Negado para hacer antesalas, enemigo de tirar el tiempo buscando padrinos o negociando apoyos oficiales, Luis Garduño ha desarrollado su trabajo desde una asumida marginalidad y su consecuente independencia.

"No creo en una política cultural diseñada para satisfacer a una pequeña parte de la colectividad creativa que hay en la ciudad y en el país. Sólo en aquellos sectores donde hay un poder cultural ofrece apoyo el Estado. No es una política que tenga como prioridad la creatividad, el arte en su esencia. La gente que como yo trabaja en la marginalidad de pronto se tiene que dividir y hacer un tipo de trabajo diferente del que te gusta, para sobrevivir, pero eso es lo que me da libertad para mostrar mi verdadero mundo interior."

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