Por trágica y opresiva que sea, vivimos
una época muy estimulante, afirma el pintor
Busco representar al hombre atrapado en ideas, como
jaulas: Luis Garduño
Critica la política cultural del Estado; no privilegia
la creatividad ni el arte en su esencia, dice
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
¿Qué es un artista? ¿Un clarividente
que mira más allá de las personas y las cosas, por atrás
de las máscaras, por debajo de la superficie? ¿Un ser excepcionalmente
sensible que se debate estremecido entre el dolor, la duda y la belleza?
¿Es talento, vocación, tenacidad? ¿Es la lucidez quemante
y desesperada? ¿Es el inconforme permanente, el provocador -inteligente-
por naturaleza? ¿Es la piedra en el zapato del dogma, el poder y
la superstición? Si todo o parte de lo anterior es cierto, Luis
Garduño es un artista. Lo dice -lo grita- su pintura.
Tenía 12 años cuando empezó a dibujar,
por placer y por necesidad, porque la palabra no se le daba: "Ya que no
podía expresarme por medio de las palabras, encontré la forma
de hacerlo a través de las imágenes". Entonces no se pretendía
artista ni sabía de la inmensa responsabilidad que implica serlo.
Fue hacia el final de su adolescencia que descubrió en el arte un
motivo vital, la salvación: "Fue la época en que estaba en
la universidad, tuve una gran depresión y me vi muy cercano a la
muerte. Me dediqué a pintar obsesivamente, sin detenerme, durante
todo un año y en ese proceso encontré mis signos de identidad
con la imagen y conocí la disciplina que da el saberse mortal".
Fue una sacudida que desató su imaginación
creativa: "Comencé a descubrir cosas en mi cabeza, empecé
a relacionar estructuras, imágenes, que salían de mi mente
como borbotones de agua por una coladera".
Filosofía y plástica
Así,
pintor por vocación y lector por convicción, Luis Garduño
ha ido conformando su elocuente iconografía personal que abreva
en la filosofía, Nietzsche y Schopenhauer, básicamente: "son
los filósofos que más me han tocado, leerlos fue cambiar
toda la estructura de mi pensamiento. Fue como si de pronto me diera cuenta
de que estaba encerrado en una estrecha jaula armada por los conocimientos
y las referencias rígidas que te dan la universidad y los centros
de pensamiento convencionales".
También se nutre de la historia (la república
imperial romana es uno de sus referentes centrales) y de los mitos y símbolos
de fuerte peso en la cultura occidental; los retoma, los trastoca y los
actualiza: arlequines enigmáticos y burlescos tocando flautas o
mandolinas en la cuerda floja; gatos magos; caballos que cargan carruseles
en el lomo; minotauros acechantes; ángeles sufrientes; laberintos;
escorpiones; medusas...
En el centro de este universo simbólico y mitológico
deambulan o yacen o esperan o sufren o, incluso, ríen, hombres y
mujeres. Entre los elementos distintivos de la iconografía de Luis
Garduño sobresale una constante perturbadora y terrible: las cabezas
de sus personajes aparecen coronadas por máquinas, por estructuras
metálicas, por pesadas edificaciones arquitectónicas, o atrapadas
en jaulas: "Trato de representar al hombre atrapado en ideas, creencias,
categorías inamovibles que se le convierten en jaulas".
Parte de la obra reciente (22 cuadros y cinco esculturas
en madera) de Garduño se exhibió en la galería Azzul
Espacio bajo el título de Laberintos personales.
Con estudios de licenciatura en artes visuales en la Academia
de San Carlos, becario en el Taller de Música e Imagen de la Urbana
University (Ohio, Estados Unidos), Garduño pone su destreza técnica
al servicio de una idea. En su concepción del arte, una no es más
que la otra. Su compromiso es ético y estético:
"Hay una relación intrínseca entre ambos
aspectos. Un artista es un espectador del mundo y tiene necesidad de manifestar
lo que ve, es testigo de una época, como un periodista o como un
historiador, pero a diferencia de ellos, podemos ejercer una gran libertad
de creación. Eso es un privilegio increíble, poder dar una
interpretación muy personal del mundo. Por trágica que sea,
por opresiva que resulte, vivimos una época muy estimulante, de
profundos y continuos cambios históricos como pocas veces se dan:
los descubrimientos científicos (el genoma humano); el desarrollo
tecnológico; la caída de las Torres Gemelas en Nueva York;
la globalización y todas sus consecuencias. Son hechos y situaciones
monumentales que van a tener una repercusión mayor o menor en el
futuro.
"De todo eso nacen las ideas. Pero luego se pone a prueba
la capacidad para expresarlo bien, para extraer de tu cabeza lo que has
imaginado y ponerlo en un cuadro. Para mí el arte es también
un acto de arrogancia hacia mí mismo y hacia los materiales con
que trabajo. Es una demostración de que las cosas se pueden hacer
si tienes pasión y un poquito de inteligencia para realizarlas.
Mi proceso creativo en cada cuadro empieza con mucha reflexión,
hay una crisis, siento que asciendo un nivel de crecimiento, que mudo de
piel, como las serpientes. Cada que empiezo un cuadro nuevo sé que
la obra pasada ya quedó atrás, ya no representa el nuevo
momento de mi vida. Viene entonces una imagen que se forma y se estructura
en la cabeza y el siguiente paso es el gran enfrentamiento con la tela
en blanco."
Luis
Garduño afirma que en la conformación de su estilo es fuerte
la influencia de la pintura del quattrocento italiano: "A partir
de lo que fue la pintura medieval iconográfica se dio el rompimiento
hacia la imagen tridimensional, ya no era el icono plano, sino que las
formas empiezan a adquirir volumen y siento que el pensamiento evolucionó
a partir de eso. Entre los autores que me han puesto los pelos de punta
está Goya, su obra negra; Picasso, Baco. Ahora, en mi admiración
están mezclados tanto artistas antiguos como contemporáneos.
Pienso que es relativo en qué tiempo crearon, lo que importa es
que tienen una trascendencia más allá de ese tiempo. Pero
mi mirada se deja ir sin importar el autor, sino lo que veo. Me pasa de
pronto que veo algo, me emociona, me extasia y no sé ni quién
es el autor, hasta que lo veo en un libro. Más que el nombre del
artista, para mí lo fundamental es la imagen que queda".
Negado para hacer antesalas, enemigo de tirar el tiempo
buscando padrinos o negociando apoyos oficiales, Luis Garduño ha
desarrollado su trabajo desde una asumida marginalidad y su consecuente
independencia.
"No creo en una política cultural diseñada
para satisfacer a una pequeña parte de la colectividad creativa
que hay en la ciudad y en el país. Sólo en aquellos sectores
donde hay un poder cultural ofrece apoyo el Estado. No es una política
que tenga como prioridad la creatividad, el arte en su esencia. La gente
que como yo trabaja en la marginalidad de pronto se tiene que dividir y
hacer un tipo de trabajo diferente del que te gusta, para sobrevivir, pero
eso es lo que me da libertad para mostrar mi verdadero mundo interior."