DESFILADERO
Jaime Avilés
Rodríguez Segovia, ¿caso resuelto?
Del 10 al 13 de junio pasado, La Jornada publicó
una nota sobre la terrible injusticia que la familia, la propiedad privada
y el Estado cometieron, todos a una, en contra de Gabriela Rodríguez
Segovia, una hermosa mujer que a la edad de 44 años tuvo la desdicha
de ser secuestrada, a punta de pistola, por sus propios hermanos, quienes
la llevaron a un hospital siquiátrico de quinta en el centro de
Monterrey, donde un médico sin escrúpulos la drogó
para encerrarla bajo llavey mantenerla incomunicada y tras las rejas por
lo menos durante un año y medio.
La denuncia de este espantoso episodio, todavía
no resuelto, como a continuación se verá, animó a
otra víctima del mismo médico a denunciar su propia, intolerable
experiencia. El 2 de mayo del año en curso, hace de esto sólo
dos meses, Melina Giovanna de Luca Gallegos, estudiante, con domicilio
igualmente en Monterrey, se internó de manera voluntaria en el Centro
Avanzado de Salud Anímica (CASA), la "institución" que regentea
el doctor José de Jesús Castillo Ruiz, sita en Padre Mier
1015, esquina con Miguel Nieto, a unas cuadras de la Macroplaza.
Cincuenta y cinco días más tarde, el 27
de junio, hace apenas ocho días, entregó una carta en la
oficina del secretario de Salud del gobierno de Nuevo León, para
quejarse del maltrato que sufrió en el citado manicomio. "Con fecha
2 de mayo de 2002 ingresé como paciente a la institución
denominada CASA, que es atendida por el doctor José de Jesús
Castillo Ruiz. Durante el tiempo que estuve internada no fui atendida conforme
lo dispone el artículo 24 de la Ley Estatal de Salud, toda vez que
me tenían incomunicada y no permitían que hiciera llamadas
telefónicas, me proporcionaban alimentación deficiente (y)
jamás me informaban del tipo de medicamentos que me estaban suministrando...
"Las enfermeras que atienden en dicha clínica no
muestran preparación adecuada para el tipo de servicios que supuestamente
se prestan; asimismo hago del conocimiento de esta H. Autoridad que no
hay médico general de guardia, la psicóloga tampoco da terapia,
y lo más inhumano del trato que recibí fue que si reclamaba
o pedía que me dieran atención psicológica me la negaban,
y tampoco había agua suficiente para tomar...
"El sábado 4 de mayo cuando pedí atención
psicológica la psicóloga se negó a brindar ayuda portándose
déspota y al pedir una llamada no me permitió hacerla, y
al pedir una trabajadora social me dijo que ahí no había;
llorando le pedí ayuda, que no recibí, (y) me tranquilicé,
pero otra persona estaba gritando por una reja del balcón que la
sacaran de ahí, por lo cual yo estaba adentro viendo la televisión,
por lo que ya me encontraba tranquila, y en ese momento de estar sentada
ya tranquila me bajaron a la fuerza a un lugar que llaman 'cuarto de castigo',
hecho que viví en carne propia, pues durante una tarde por pedir
atención psicológica me dejaron en ese cuarto de castigo
donde estaba totalmente incomunicada y con el clima apagado, lo cual no
me permitía respirar, y la cama estaba toda manchada de sangre y
no abrían la puerta ni para ir al baño, y por lo mal que
me sentía por el medicamento que me suministraban sin saber qué
era...
"Asimismo negaban toda información a mis familiares
cuando (éstos) la pedían telefónicamente. Por las
irregularidades clínicas descritas en el presente escrito es la
razón por la que ocurro ante esta H. Autoridad a fin de que sea
recibida la presente queja y se sancione a la clínica de referencia
conforme lo establece la Ley Estatal de Salud", concluye la estudiante
De Luca Gallegos. Huelga decir que, hasta ahora, no ha recibido ninguna
respuesta.
Asesoría y promoción
En
opinión del doctor Enrique Goldbard, establecimientos como CASA
forman parte del aparato médico represivo que funciona oscuramente
en todo el país. Lo constituyen, por una parte, los 28 manicomios
públicos, administrados en condiciones deplorables por la Secretaría
de Salud, y un sinfín de clínicas similares a la del doctor
Castillo. Pero ésta juega un papel clave en la estructura autoritaria
de la sociedad de Monterrey.
Tras la aparición del reportaje sobre la señora
Gabriela Rodríguez Segovia (del 10 al 13, repito, de junio pasado),
el viernes 14 por la mañana llegaron a CASA empleados de la Secretaría
de Salud de Nuevo León. Adentro, porque habían concertado
la cita, los esperaba Castillo. ¿Iban por ventura a clausurar el
siniestro changarro, habida cuenta de las anomalías divulgadas por
nuestro periódico? No. Toda vez que en la descripción del
manicomio se mencionaba que éste no cuenta con medidas adecuadas
para proteger a las internas en caso de incendio, los representantes del
gobernador Fernando Canales Clariond se ofrecieron, amablemente, a brindar
asesoría para colocar extintores y fijar en los muros, tal vez,
cartelitos con flechas para trazar la ruta de evacuación. Fue todo.
A principios de la semana siguiente, el diario más
influyente de Monterrey entrevistó al doctor Castillo. ¿Acaso
para pedirle cuentas por la manera vergonzosa en que fungió como
cómplice de los hermanos de Gabriela Rodríguez Segovia, prestándoles
su "clínica" para que éstos la usaran como cárcel
clandestina? Tampoco. No le hicieron ninguna pregunta sobre el particular.
El motivo de la charla periodística fue el de solicitarle a tan
distinguida eminencia su esclarecida opinión sobre el "daño"
que provoca en las mentes de los jóvenes la nueva herramienta tecnológica
llamada Internet.
Castillo Ruiz, debe recordarse, inserta a menudo anuncios
comerciales en ese mismo diario para comunicar a sus potenciales clientes
que en CASA se aplica un tratamiento que "regenera las neuronas" llamado
"neurogénesis". ¿Por qué no le han dado el Premio
Nobel de Medicina? Tal vez porque se trata de una descarada charlatanería.
Pero, ojo, para atraer a las piadosas familias del jet set de San
Pedro Garza García, Castillo asegura que "científicamente
se ha comprobado que la oración es una estrategia terapéutica
complementaria para incrementar la mejoría en los síntomas
de la depresión".
Betty Blue
Como periodista, comencé a interesarme en el caso
de Gabriela Rodríguez Segovia en octubre de 2001. Alejandro Fonseca
Pérez, su compañero, y Daniel Estrada Niño, abogado
de ambos, me pidieron aguardar un tiempo prudente antes de informar del
asunto a la opinión pública. Angustiado, sobre todo por las
tres cartas que Gabriela escribió a Fonseca desde el cautiverio,
toqué muchas puertas en busca de ayuda. De tal suerte, conocí
a un siquiatra de avanzada, a quien mostré la historia clínica
de esta mujer, toda vez que forma parte del expediente judicial promovido
por sus defensores.
A condición de garantizarle la protección
del anonimato, y sin conocer a la paciente del doctor Castillo, me explicó
el significado del trastorno mental diagnosticado por su colega: personalidad
borderline. ¿Qué quiere decir eso?
-La personalidad fronteriza o borderline -dijo
el especialista-, se caracteriza porque quienes la padecen tienen impulsividad
extrema, o sea, no controlan sus impulsos. ¿Usted recuerda una famosa
película llamada Betty Blue? Es la historia de una muchacha
francesa, aparentemente muy normal, que de pronto se saca un ojo. Así
son los borderline. De repente se lanzan por una ventana o matan
al que tienen enfrente.
-¿Esto amerita que deban permanecer hospitalizados
por el resto de su vida?
-Definitivamente no. En Estados Unidos, en la ciudad de
Kansas, hay una clínica muy prestigiosa que se dedica exclusivamente
a los trastornos borderline. El tiempo máximo que mantienen
hospitalizados a los pacientes es de tres días. Cuando sobreviene
la crisis, desde luego, hay que internarlos. Pero pueden ser controlados
con relativa facilidad. Al salir del hospital se les maneja con fármacos,
aunque siempre bajo la vigilancia de sus familiares.
-¿Entonces, no se justifica el hecho de que Gabriela
lleve 18 meses encarcelada, por decirlo así?
-De ningún modo.
-¿Entonces usted comparte la idea de que la enclaustraron
para quitarle la casa?
-En eso no estoy de acuerdo. Por lo que usted me cuenta,
se trata de una familia de buena posición que no debe tener problemas
de dinero. Aquí, lo determinante, me parece, fue la ortodoxia religiosa
de los familiares. Como los hermanos son del Opus Dei y la señora
vivía en amasiato con un músico, decidieron encerrarla seguramente
para apartarla del novio, que además no era de su misma clase social.
-¿Pero no cree que al encarcelarla actuaron con
una absoluta falta de amor hacia ella? Si se hubieran aliado con el novio,
éste habría sido el primero en cuidarla.
-Indudablemente -ceptó el siquiatra-. Por desgracia
pesaron más las cuestiones religiosas y los prejuicios sociales.
Solidaridad con Gabriela
La noche del miércoles 19 de junio, Jesusa Rodríguez
y Liliana Felipe dieron una fiesta para celebrar los 70 años de
Elena Poniatowska. Acudieron artistas, feministas, intelectuales y colegas
de los medios. Antes del show, Liliana repartió entre los
invitados fotocopias del reportaje sobre Gabriela, con una tarjetita en
la que se leía esta pregunta: "¿Qué vamos a hacer
por ella?" Las consecuencias fueron inmediatas.
Gabriela Rodríguez Ramírez, sexóloga,
había entregado horas antes su artículo de opinión
para La Jornada en el cual abordó el tema. Ocho días
más tarde, Guadalupe Loaeza reiteró la denuncia del caso,
a lo largo de una hora, en su programa radiofónico de los jueves.
Un grupo de feministas se encargó de exponer los detalles del asunto
a Rosario Robles Berlanga, quien prometió intervenir al respecto.
Marta Lamas dijo que estudiaría las opciones legales para obtener
la libertad de la secuestrada.
Pero el viernes 21, en el noticiero que conduce en Radio
Fórmula, Denise Maerker entrevistó por teléfono, en
vivo y en directo, a la procuradora de Nuevo León, Alida Bonifaz,
y le preguntó por la suerte de Gabriela. De manera sorpresiva, la
señora Bonifaz contestó al aire: "Conozco muy bien el caso,
yo misma atendí personalmente a los hermanos de esta persona y puedo
decirle que no hubo ningún secuestro".
Con esta declaración, doña Alida se convirtió
automáticamente en juez de alzada. Una cosa es que la "justicia"
de Nuevo León se haya negado a llamar a declarar a los hermanos
de Gabriela por el presunto delito de privación ilegal de la libertad
de su hermana, y otra, muy distinta, que la procuradora resuelva, sin tener
facultades para ello, convirtiéndose en cómplice. Pero lo
más sorprendente llegó después, cuando a renglón
seguido la funcionaria añadió:
"La señora tuvo un problema, se sometió
a un tratamiento y logró recuperarse. Yo le puedo garantizar, Denise,
que actualmente se encuentra en una casa de reposo (?), quiero decir que
está viviendo con su mamá y luchando por salir adelante."
Es una verdadera lástima que tan asombrosa revelación
no haya podido ser confirmada hasta el momento. Por lo pronto, con esta
entrega, hoy nace en La Jornada una nueva columna semanal.