Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 18 de junio de 2002
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Editorial
LA DESTRUCCION DEL CASINO DE LA SELVA

Ayer, organizaciones cívicas de Cuernavaca iniciaron un plantón frente al Casino de la Selva de la capital morelense, construcción y predio dotados de valor histórico, arquitectónico, cultural, artístico, social, ecológico y probablemente arqueológico, que están a punto de ser arrasados para erigir allí un centro comercial de la cadena transnacional Costco.

Ante la determinación de esa firma de demoler el edificio del Casino de la Selva; de destruir, con él, importantes murales y esculturas, y de talar buena parte de los árboles del predio, los defensores del lugar han recurrido a todas las instancias institucionales y legales imaginables, pero la suerte del ex hotel parece estar sellada. Hoy en día, Costco sólo espera autorizaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la aceptación del estudio de impacto ambiental por parte de las autoridades morelenses, para culminar la destrucción del edificio.

Más allá del incierto futuro inmediato de un inmueble que debió ser declarado patrimonio cultural en su momento, el episodio es casi emblemático de las miserias del modelo neoliberal: la crisis de 1994-1995 colocó en situación de bancarrota a los hoteleros jaliscienses que ostentaban la propiedad del predio; ante la incapacidad de éstos para cubrir sus elevados adeudos fiscales, el Casino de la Selva quedó en posesión de la Secretaría de Hacienda, la cual lo remató a un precio irrisorio -regla de oro de las privatizaciones neoliberales- a una inmobiliaria filial de Costco, la cual decidió destruir el edificio para erigir allí uno de sus centros comerciales.

De esa forma, un espacio de gran significación para la comunidad y para el país está a punto de sucumbir al pragmatismo financiero y comercial, y a la lógica de generación de altos rendimientos para los capitales especulativos.

Las instituciones municipales, estatales y federales, así como los reglamentos y las legislaciones de esos tres niveles, han resultado insuficientes e incapaces de impedir la destrucción del Casino de la Selva, y los únicos obstáculos en el camino de Costco han sido las movilizaciones de la sociedad morelense y de diversas organizaciones no gubernamentales nacionales en defensa de su patrimonio cultural, histórico y arquitectónico.

Cabe esperar que los habitantes de Cuernavaca y de Morelos, aun a contrapelo del ayuntamiento, de los legisladores y de las autoridades federales, logren salvar de la destrucción el Casino de la Selva. De cualquier manera, esta historia trágica ilustra la necesidad de establecer nuevos mecanismos legales y organizativos de defensa y preservación del patrimonio nacional, y de fortalecer los ya existentes, para poner alguna clase de freno a la voracidad especulativa y para contrarrestar de alguna manera la insensibilidad, la ignorancia y la irresponsabilidad de las autoridades hacendarias.
 

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