LA DESTRUCCION DEL CASINO DE LA SELVA
Ayer,
organizaciones cívicas de Cuernavaca iniciaron un plantón
frente al Casino de la Selva de la capital morelense, construcción
y predio dotados de valor histórico, arquitectónico, cultural,
artístico, social, ecológico y probablemente arqueológico,
que están a punto de ser arrasados para erigir allí un centro
comercial de la cadena transnacional Costco.
Ante la determinación de esa firma de demoler el
edificio del Casino de la Selva; de destruir, con él, importantes
murales y esculturas, y de talar buena parte de los árboles del
predio, los defensores del lugar han recurrido a todas las instancias institucionales
y legales imaginables, pero la suerte del ex hotel parece estar sellada.
Hoy en día, Costco sólo espera autorizaciones del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH), del Instituto Nacional
de Bellas Artes (INBA) y la aceptación del estudio de impacto ambiental
por parte de las autoridades morelenses, para culminar la destrucción
del edificio.
Más allá del incierto futuro inmediato de
un inmueble que debió ser declarado patrimonio cultural en su momento,
el episodio es casi emblemático de las miserias del modelo neoliberal:
la crisis de 1994-1995 colocó en situación de bancarrota
a los hoteleros jaliscienses que ostentaban la propiedad del predio; ante
la incapacidad de éstos para cubrir sus elevados adeudos fiscales,
el Casino de la Selva quedó en posesión de la Secretaría
de Hacienda, la cual lo remató a un precio irrisorio -regla de oro
de las privatizaciones neoliberales- a una inmobiliaria filial de Costco,
la cual decidió destruir el edificio para erigir allí uno
de sus centros comerciales.
De esa forma, un espacio de gran significación
para la comunidad y para el país está a punto de sucumbir
al pragmatismo financiero y comercial, y a la lógica de generación
de altos rendimientos para los capitales especulativos.
Las instituciones municipales, estatales y federales,
así como los reglamentos y las legislaciones de esos tres niveles,
han resultado insuficientes e incapaces de impedir la destrucción
del Casino de la Selva, y los únicos obstáculos en el camino
de Costco han sido las movilizaciones de la sociedad morelense y de diversas
organizaciones no gubernamentales nacionales en defensa de su patrimonio
cultural, histórico y arquitectónico.
Cabe esperar que los habitantes de Cuernavaca y de Morelos,
aun a contrapelo del ayuntamiento, de los legisladores y de las autoridades
federales, logren salvar de la destrucción el Casino de la Selva.
De cualquier manera, esta historia trágica ilustra la necesidad
de establecer nuevos mecanismos legales y organizativos de defensa y preservación
del patrimonio nacional, y de fortalecer los ya existentes, para poner
alguna clase de freno a la voracidad especulativa y para contrarrestar
de alguna manera la insensibilidad, la ignorancia y la irresponsabilidad
de las autoridades hacendarias.