Hoy, Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía
Erosionado, más de 60% del suelo en México
La selva Lacandona, los Chimalapas, el valle de México, la sierra Tarahumara y las zonas donde hiberna la mariposa monarca son las regiones más afectadas, asegura la Semarnat
CAROLINA GOMEZ MENA
La desertificación es la última etapa del proceso de degradación del suelo, debido a su mal manejo. Se inicia con la reducción de la productividad y termina con la pérdida total de éste, etapa que es prácticamente irreversible. Según datos proporcionados por la Dirección General de Federalización y Descentralización de Servicios Forestales y Suelos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en México la erosión del suelo afecta 30 por ciento del territorio y más de 60 por ciento de éste presenta algún nivel de degradación.
En otras palabras, una de cada cinco hectáreas está afectada por la desertificación. Las zonas con mayor riesgo son: la selva Lacandona, los Chimalapas, el valle de México, la sierra Tarahumara y la región de la mariposa monarca, entre otras.
En el contexto del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía -que se celebra hoy-, se calcula que a nivel global la degradación afecta mil 900 millones de hectáreas y cada 12 meses quedan inservibles para las tareas agrícolas 10 millones de hectáreas. Casi mil millones de personas se ven perjudicadas por ello. Se sabe que la región más dañada es Africa, donde 65 por ciento de la superficie es árida, y que las pérdidas monetarias causadas por este proceso ascienden, en todo el planeta, a más de 42 mil millones de dólares al año.
La región de América Latina y el Caribe también experimenta el fenómeno. Y es que de sus 20.18 millones de kilómetros cuadrados 70 por ciento presentan vulnerabilidad y grados avanzados de desertificación. Los reportes más recientes indican que en América del sur 250 millones de hectáreas están afectadas por la degradación, mientras que en Mesoamérica 63 millones de hectáreas padecen el mismo daño. En ambas áreas la erosión del suelo es la principal amenaza: 68 por ciento en el cono sur y 88 por ciento en la parte central del continente.
Las causas de la desertificación
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las principales causas del deterioro son: urbanización acelerada y mal planificada, sobrepoblamiento y deforestación, y pastoreo excesivo. Las consecuencias inmediatas: incremento de la pobreza, ruptura de las estructuras sociales e inestabilidad económica, así como intensificación de la migración campo-ciudad e inestabilidad económica.
El PNUMA estima que las pérdidas anuales podrían alcanzar 2 mil millones de dólares en la zona, por lo cual, considera, habría que hacer inversiones hasta de 13 mil millones de dólares para restaurar las tierras degradas.
Casi tres cuartas partes de las tierras secas de América Latina están moderada o gravemente desertificadas, debido a la implantación de modelos de desarrollo no sostenibles, lo que ha dado como resultado que tan sólo en la parte sur del continente 100 millones de hectáreas se hayan degradado. Aquí también influyeron la deforestación y el sobrepastoreo.
A escala mundial, la desertificación afecta de manera directa a 230 millones de personas. Las consecuencias que trae consigo, como escasez de agua y alimentos por la pérdida de cosechas, pueden tener efectos negativos sobre más de 900 millones de personas que habitan en tierras secas o semisecas aún cultivables.
Datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) señalan que 70 por ciento de las cinco mil 200 millones de hectá-reas de terrenos secos dedicados a la agricultura están severamente empobrecidos, lo cual podría generar la migración de 135 millones de campesinos que viven exclusivamente de sus cultivos. Se calcula que casi la tercera parte de la superficie está desertificada o en proceso de estarlo, lo que cobra mayor importancia debido a que ésta produce 20 por ciento de los alimentos a escala mundial.
Entre los factores directos que provocan la desertificación está el cambio de uso de suelo de bosques y selvas a actividades agropecuarias, las cuales, al eliminar la cubierta vegetal y combinándose con la ausencia de prácticas de manejo adecuadas, aceleran la erosión.
El mal manejo del agua de riego provoca la excesiva acumulación de sales en el suelo, lo que afecta en grados diversos casi 600 mil hectáreas. Otra razón es la falta de técnicas de conservación de suelos y el empleo de prácticas agropecuarias inadecuadas, tales como la roza-tumba-quema de productos agrícolas, sobrepastoreo y mal uso de maquinaria agrícola.
Pero hay causas mucho más profundas que detonan todas las anteriores: pobreza rural, ignorancia e inadecuadas formas de comercialización y organización de los productores.
Todo esto suele suceder en las naciones pobres o en vías de desarrollo, en las que los productores carecen de medios para el manejo adecuado de tierras, no tienen acceso a la información sobre la importancia de proteger los suelos y falta de apoyo.
México es ejemplo de esto. De ahí que la atención a los problemas de degradación y pobreza que se presentan especialmente en el medio rural hayan sido motivo de estudio por parte de diferentes sectores sociales y económicos.
Panorama poco alentador
Sin embargo, el panorama no es alentador. De 1 billón 964 mil millones de kilómetros cuadrados, que representan alrededor de 1.47 por ciento de la superficie del planeta, casi 70 por ciento aún es superficie forestal, pero esto seguirá así debido a la velocidad con se pierde la cubierta vegetal. "Se estima que desde 1960 se han perdido 30 por ciento de bosques y selvas originarias", expone un estudio del Programa Nacional de Medio Ambiente 2001-2006.
La cuenta de los daños no para ahí, ya que la ganadería excesiva, especialmente en el norte del país, ha generado que "95 por ciento de pastizales naturales y 70 por ciento de matorrales de zonas áridas estén sobrepastoreados".
Los incendios forestales también han contribuido al proceso de deforestación. Entre 1991 y 1998 afectaron anualmente un promedio de 276 mil hectáreas, de las cuales 34 por ciento fueron bosques y selvas y el resto pastizales. Una quinta parte de ellas resultaron dañadas letalmente. En contraparte, durante los pasados dos años se reforestaron 200 mil hectáreas al año.
Pese a la degradación, resultados preliminares del Inventario Nacional Forestal 2000-2001 indican que "66 por ciento de la superficie de la República (unos 127.9 millones de hectáreas) aún presenta una cubierta de vegetación natural con distintos grados de conservación".
Pese a la magnitud de la desertificación y al impacto que tiene y tendrá en la calidad de vida de las personas, en la economía y en la conservación de los ecosistemas, apenas desde hace menos de tres décadas empezaron a surgir esfuerzos internacionales para combatirla. La primera vez que el mundo tuvo conocimiento de lo que puede causar la desertificación fue entre 1968 y 1974, cuando se conocieron las grandes hambrunas en Africa.
En junio de 1992 la Conferencia de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), conocida como la Cumbre de la Tierra, se llevó a cabo en Río de Janeiro, Brasil. En ella se recomendó a la Asamblea General de la ONU establecer una convención de lucha contra la desertificación. Esta se estableció el 17 de junio de 1994 en París, Francia, razón por la cual cada año, en esta fecha, se celebra el Día Mundial de Lucha Contra la Desertificación. México fue una de las primeras naciones en firmar y ratificar la convención. Lo hizo a principios de 1995.