Jenaro Villamil
Futbol y política, canchas sobrepuestas
Un amigo que atiende en su taller eléctrico lanzó
ayer su pronóstico: "México le debe ganar a Estados Unidos.
Si no, nos quitarán el agua". Un taxista, más desconfiado,
soltó la pregunta: "¿y a cambio de qué negociará
Fox con Bush la derrota de México?"
Como estas expresiones, muchas otras se vierten a todas
horas, en cada sitio que está conectado al máximo espectáculo
mediático de estos días: el partido de la selección
mexicana contra su similar de Estados Unidos. Las encuestas televisivas
revelan que más de 85 por ciento de la audiencia espera el triunfo
del equipo tricolor. Y no es casual que el deporte nacional de la
especulación y la suspicacia resurja con fuerza y dirija su objetivo
hacia la cancha política. La insistencia y el interés del
gobierno federal y del propio Vicente Fox por capitalizar la buena actuación
de la oncena que comanda Javier Aguirre alimentan la especulación.
Sólo falta que el obispo Onésimo Cepeda, tan sutil en su
oportunismo religioso, decida construir un macrotemplo para el Santo
Niño Futbolero que ha demostrado ser efectivo y telegénico.
Con mucha facilidad a los hacedores de imagen pública
se les olvida que no todo lo que se convierte en fervor popular se traduce
en apoyo político. El riesgo de mezclar la cancha política
con la deportiva y con la enorme cancha mediática, que domina a
ambas, puede provocar un pésimo juego de expectativas y colocar
en "fuera de lugar" a quienes olvidan que cada balón debe estar
en su propia cancha.
Los excesos se observan en pantalla. La compañía
automotriz Ford patrocina desde el miércoles un spot con
la imagen de Vicente Fox al momento que pronostica el 2-1 frente a Ecuador.
Una voz en off anima a la gente a que vote vía telefónica
en el próximo partido contra Estados Unidos. ¿Desde cuándo
un Presidente de la República sirve para anuncios comerciales al
estilo del "Llame ya" de Televisa? Una cosa es que Pelé se
exceda como producto de marketing y otra que una autoridad pública
no mantenga una sana distancia con la comercialización que rodea
a la Copa del Mundo 2002. Bajo esta lógica, hasta Marinela se puede
convertir en patrocinador del gabinete.
En los noticiarios de Televisa, Tv Azteca y CNI-Canal
40 se transmitieron ininterrumpidamente las imágenes de Cepropie
que muestran al gabinete presidencial hipnotizado ante el partido contra
Italia y al mandatario dando brincos con el gol de Borgetti. Aprovechando
el viaje, el Presidente declaró que su gabinete juega igual que
la selección y ya aprendió el mensaje de "trabajar con unidad,
de trabajar por México". Lo que hubiera sido una declaración
correcta de contexto de la celebración nacional por la clasificación
a octavos de final se convirtió en una descarada operación
de propaganda foxista por el exceso y la reiteración.
"El futbol es inocente", declaró en 1990 el técnico
argentino Jorge Valdano para colocarlo a resguardo de diversas contaminaciones.
No es políticamente correcto y tampoco lo contrario. "Todo depende
del uso que se le dé", agregó Gustavo Veiga, hijo del legendario
cronista de futbol Bernardino Veiga, en un reciente artículo publicado
en el periódico Página12, de Buenos Aires. Frente
a la dramática eliminación del equipo argentino, Veiga le
recordó a sus coterráneos: "La despedida de Japón
es nada más que un hecho deportivo. No un drama, ni siquiera un
episodio que merezca continuar una semana en el imaginario colectivo".
Veiga continuó así su reflexión al
referirse a la derrota de Francia: "La analogía puede parecer injusta
con nuestra manera de sentir el futbol. Pero vale la pena retroceder unas
horas hasta París, donde cientos de franceses asistieron a la eliminación
de su equipo. Estaban sentados en un gran espacio abierto, frente a una
pantalla gigante. Así vieron cómo el último campeón
del mundo, el del exquisito Zidane, quedaba eliminado ante un rival tan
nórdico como el que nos sacó del torneo a nosotros. Entre
ellos, un puñado de daneses, festejó la victoria. Ese ejemplo
de urbanidad debería ser asimilado en estas tierras, no otros. Ni
el voto a Chirac, ni mucho menos a Le Pen, ni la política de experimentos
nucleares en atolones de la Polinesia o el 'siga, siga' con Estados Unidos...
Quizá por eso, hoy, ante la tentación que siempre significó
un balcón de la Casa Rosada, no parezca descabellado haber pegado
la vuelta. No hay mal que por bien no venga".
Paradójicamente, quien ha aprendido la lección
de mantener una sana distancia del futbol frente a los excesos de los medios
y la utilización política es el director técnico de
la selección mexicana, Javier Aguirre. Conocedor de los intereses
televisivos y políticos que ha padecido el balompié mexicano,
Aguirre declaró en su entrevista del 13 de junio con José
Ramón Fernández, en Tv Azteca, que él no trabaja con
"estrellas" sino con "seres humanos", que sabe de las limitaciones de su
equipo, pero también de sus posibilidades, sin sobrevenderlo ni
buscando una gloria más allá de la cancha deportiva. Preciso,
Aguirre subrayó: "la crítica es la mejor forma para crecer.
Ha sido necesaria. Y respeto muchísimo las críticas de gente
que quiere el futbol".
Ojalá y esa lógica se aplicara en el terreno
de la política. Sería una forma sana de evitar un próximo
fuera de lugar.