Juan Arturo Brennan
Proyecto J.S. Bach
El año pasado fue Mozart, este año le tocó a Bach. El primero de enero de 2002 desayuné (tarde) con los seis Conciertos de Brandenburgo y las cuatro Suites orquestales de Juan Sebastián Bach. El 10 de junio (de infausta e impune memoria por razones que nada tienen que ver con la música) escuché a media mañana las últimas cantatas seculares del gran chantre de la iglesia de Santo Tomás en Leipzig. Durante esos cinco meses y medio me dediqué a escuchar exhaustiva y sistemáticamente toda la música de Bach, mediante el mega-proyecto de grabación Bach 2000 realizado por la etiqueta Teldec.
Fue sin duda un viaje musical incomparable, lleno de riquezas y sorpresas, que sirvió para confirmar que Bach no es un lugar común, que hace falta escucharlo con frecuencia y atención, y que su música nunca sobra. Consigno aquí algunas de las percepciones de la revisión de toda la obra de Bach, placer musical singular que debo en buena medida a la generosidad de mi buen amigo Alejandro Ripstein.
Si bien Bach era capaz de escribir música tremenda y poderosa para el órgano, también supo de las cualidades etéreas de su instrumento predilecto, como lo demuestran la Sonata en trío BWV 526 o la Pastorale BWV 590. Por lo demás, en sus fugas para órgano está contenida una parte sustancial de lo más elevado y riguroso de su pensamiento; fugas que además de ser sólida especulación intelectual son buena música para el oído. Muy interesante, por cierto, escuchar los ejercicios que Bach escribió para el pedal del órgano, así como descubrir en el Pequeño libro de órgano la pieza utilizada de forma magistral por Andrei Tarkovski en su gran película Solaris.
Otro monumento genial a la abstracción musical es su pitagórico, tardío e inconcluso Arte de la fuga, riguroso, disciplinado y lleno de ciencia y arte. Muy ilustrativo me resultó también escuchar algunas de sus obras para teclado en el clavecín y otras en el piano; no cabe duda de que si Bach hubiera conocido el piano moderno habría caído enamorado de sus posibilidades dinámicas y expresivas. Y de lo mucho que escribió para clavecín, las partitas son probablemente lo más satisfactorio. Justo es mencionar que un número significativo de obras de Bach, entre ellas sus abundantes corales y cantatas, fueron concebidas como obligación profesional cotidiana. Todas ellas son buena música, pero no todas son obras de arte insuperables.
En el campo de las cantatas, destaca la visión de Bach para dar a sus cantatas seculares un estilo diferente del de las cantatas sacras. En este ámbito prefiero, por su sonoridad, las cantatas ancladas en el brillo de trompetas y timbales frente a la abundancia de los bucólicos oboes en la mayoría de ellas. Un área muy atractiva del enorme catálogo de Bach es la que comprende sus transcripciones de obras de otros compositores; lo mejor, sin duda, son sus versiones a varios conciertos de Antonio Vivaldi, en la que la mezcla de ambos temperamentos produce un resultado riquísimo.
En este mismo rubro me sorprendió el hallazgo de la versión de Bach al Salmo 51, en la que el compositor adapta el texto a la música del Stabat Mater, de Giovanni Battista Pergolesi. Sorpresivo, también, fue hallar varios movimientos de sus conciertos instrumentales hábilmente convertidos en preludios (o sinfonías) a sus cantatas.
En algunas de las cantatas seculares (recuerdo, por ejemplo, la Cantata BWV 211) asombra el hecho de que algunos de los recitativos han perdido la solemnidad del rito sacro y suenan casi como recitativos de ópera, lo cual se presta para fascinantes especulaciones sobre una hipotética incursión de Bach en el terreno operístico.
Quizá sea muy arriesgado aventurarse a elegir, de un espléndido catálogo de más de mil obras, un par de ellas como favoritas; esta audición integral de Bach me ha permitido, sin embargo, convencerme de que mis preferencias están en su incomparable música instrumental (tanto la orquestal como la de cámara) de la que destaco el primer movimiento del Concierto de Brandenburgo No. 3, el Preludio de la Partita No. 3 para violín solo, la Alemanda de la Sonata para flauta sola BWV 1013 y el Preludio de la Suite No. 1 para violoncello solo. Música de rara pureza, de enorme poder de evocación y de una perfección conceptual intachable. Música de Bach, en otras palabras.