Nora Patricia Jara López
Los retos de la radio pública
El reto de la radio pública en México es el de separar sus funciones de los intereses de los partidos políticos o de la propaganda del gobierno en turno; en varias partes del mundo, incluido Estados Unidos, existe dicha separación, que conforma tal vez el carácter de una institución que debe ser independiente, capaz de representar y generar valores éticos que puedan vincularse con la sociedad.
Por años la radiodifusión gubernamental se ha considerado en nuestro país como de muy alta calidad y para pocos y selectos sectores de la población; o por el contrario, se le minimiza e ignora, pese a sus éxitos y logros. Estas desventajas no amedrentan a los miles de trabajadores que realizan o difunden programas y mensajes dirigidos a un núcleo de mexicanos que demandan opciones alternas a la propuesta de la radio comercial o abierta; por el contrario, a falta de prestaciones, garantías laborales o reconocimientos, todos los días trasmiten cientos de elaborados mensajes que tienen como único fin contribuir a mantener una radio al servicio de la comunidad, que refleje los cambios políticos con autonomía y con una visión que pugne por transparentar la relación Estado-gobierno.
La BBC de Londres, la RTE española, la RAI italiana, Radio Francia Internacional o Radio Canadá son instituciones que promueven una radiodifusión al servicio de los pueblos y no de sus gobiernos, tal como lo hicieron luego de los atentados del 11 de septiembre del año pasado, al garantizar a sus escuchas todas las versiones de los hechos. Estas estaciones, incluida sorpresivamente La Voz de América, trasmitieron los mensajes de Osama Bin Laden y, en algunos casos, adoptaron políticas de comunicación que eliminaron la palabra terrorista como sinónimo de extranjero, árabe o musulmán de sus emisiones, como lo hizo la BBC británica, transformándose en auténticas garantes de una información objetiva y libre.
De ese escenario la radio pública mexicana se observa distante, aunque ya no tanto; desde su aparición fue vista como botín político y económico, por su estructura tecnológica y laboral, que abarca a casi toda la República, a excepción de las plazas comerciales más importantes, debido a una reglamentación que aventaja los intereses de los radiodifusores de paga y elimina cualquier viso de competencia. Además, es una radio que está obligada a buscar sus propios recursos para sobrevivir con disposiones rezagadas, mismas que le impiden, en el caso de las estaciones permisionarias, comercializar sus tiempos, haciendo de su actividad un lastre para el presupuesto nacional.
La realidad es que nuestra radio pública subsiste apenas como una propuesta diferente en el espectro radial, pero eso sí, con una oferta de comunicación social digna e inteligente, casi siempre por encima de la comunicación de masas, y esto gracias al esfuerzo de sus verdaderos hacedores. Su desafío, aparte de combatir los sesgos autoritarios que le dieron origen, como una extensión de las oficinas de comunicación oficial, hoy se plantea con objetivos más nobles y alejados de la ambición, el desprecio y la poca atención de sus administradores.
Hoy la radio pública tiene que ser educativa y promotora de la actividad cultural, y así lo determinó recientemente el Congreso de la Unión, con reformas que resuelven que su rectoría estará a cargo de la Secretaría de Educación Pública; ese cambio le permitirá, según los legisladores, coadyuvar en el desarrollo educativo nacional, y también dividir lo público, o lo perteneciente a todos, de los intereses político-partidistas, asegurando las bases para una radiodifusión con objetivos sociales, que permita poner al aire expresiones tanto culturales como de pluralismo político siempre al servicio de la gente. Lo contrario significaría un retroceso para la vida democrática del país.