LA POLITICA SOCIAL DEL NEOFRANQUISMO
Para
una persona tan religiosa como dice ser el presidente español, José
María Aznar, el agrio conflicto con la Conferencia Episcopal que
apoyó a los obispos vascos en la protesta de éstos contra
la ilegalización de Batasuna (que es la expresión política
de ETA) debería ser una campana de alerta. Pero evidentemente ese
grave roce institucional no le basta. Al "con la Iglesia hemos topado"
añade nada menos que el choque con todos los trabajadores del país
y, para completar, con los defensores nacionales e internacionales de los
derechos humanos.
Manifestantes vascos exigen el cese de las torturas, que
el Estado no niega, mientras el Comité para los Derechos del Niño
de las Naciones Unidas exige por su parte la erradicación de los
"malos tratos", el fin de la "denegación del acceso a la salud y
a la educación" y de las "expulsiones sumarias" de niños
extranjeros sin siquiera verificar si alguien se hará cargo de ellos
en sus países de origen. Pero Aznar, de origen franquista y líder
de la derecha española xenófoba, no presta atención
ni a obispos ni a manifestantes ni a la ONU ni a los sindicatos.
Por el contrario, aplicando su Ley de Extranjería,
rechazada por los defensores de los derechos civiles, acaba de resolver
expulsar a una joven marroquí con su hija de un mes nacida en la
travesía hasta las Canarias en una embarcación de fortuna.
Y, por medio de un decretazo (así lo llaman los legisladores de
oposición y los sindicatos) pretende adelantarse a una huelga general
que se emprenderá el 20 de este mes para influir sobre una discusión
en las cámaras de una ley laboral que discrimina a los jornaleros
agrícolas, a los emigrantes retornados del extranjero (los que vuelven
de Argentina, por ejemplo) les duplica el tiempo necesario para recibir
un seguro de desempleo, que elimina para quien tiene trabajos discontinuos
y periódicos, así como a los trabajadores mayores de 52 años
prejubilados por sus empresas.
No sólo vulnera así el derecho constitucional
de huelga, sino que también pretende colocar por la fuerza a los
sindicatos y al Parlamento ante un hecho consumado. Ni siquiera Franco
se peleó con los obispos, que al final de su dictadura buscaban
civilizar y europeizar España. Aznar, en cambio, no se opone sólo
a Batasuna, sino también a los nacionalistas vascos -que son católicos
y conservadores-, a los obispos vascos y de toda España que defienden
los derechos civiles vascuences, a la ONU, a los socialistas y los sindicatos
y no vacila en justificar la tortura -y hasta los malos tratos a los niños-
y en aplicar una ley liberticida y xenófoba, como la Ley de Extranjería.
"Por sus actos los conoceréis", señala hace
dos milenios el cristianismo que el derechista candidato a caudillo de
España dice profesar. Sus modelos sociales parecen ser Silvio Berlusconi
y George W. Bush y no el carpintero de Galilea, o sea, extranjero, crucificado
por decir, entre otras cosas, que de los pobres es el Reino de los Cielos
y por combatir a los fariseos y publicanos y al poder del César.