El fallo del Tribunal Agrario fue su sentencia:
familiares
Entre la zozobra, sepultan en Xochiltepec a los 26
muertos
Ahoran creen en cualquier amenaza de los de Teojomulco
VICTOR RUIZ ARRAZOLA Y ALONSO URRUTIA CORRESPONSAL
Y ENVIADO
Santiago Xochiltepec, Oax, 2 de junio. Nadie en
el pueblo recuerda un día peor. Tanta saña no se olvida así,
nada más porque sí. Hoy enterraron a los 26 que fueron ejecutados
en Aguafría el viernes. Hay pasiones encontradas pero predomina
el miedo a la muerte, a encontrarla a mansalva, como sorprendió
a sus parientes. También hay odio y sobre todo un inmenso dolor.
"¿Por qué ni siquiera los mataron como hombres,
enfrentándose cara a cara, y no así? Mira nomás cómo
te dejaron, pero se van a morir como perros", grita una mujer por su marido.
Su ataúd, como los otros 25, está a las afueras de la sede
de la agencia municipal, tirados, en el suelo, no hay dinero o tiempo para
más. Decenas, quizá centenares de veladoras languidecen tras
casi un día de velorio. Para donde se mire hay llanto, gritos, lamentos.
Hay consuelo mutuo entre madres con el mismo dolor. "Ni a los animales
se les mata así", reclama Adelina Gutiérrez, viuda a sus
16 años.
Apenas
hay un pequeño espacio entre los ataúdes para acceder a la
oficina de la autoridad municipal. No está Ignacio Ramírez,
ocupado en clamar justicia en la capital del estado. En su lugar está
Brígido Hernández, un hombre de unos 60 años, quien
no cesa de hacer sumas con su calculadora. Son 89, le dice con frialdad
a su asistente, que asiente y anota el número. "Es la cantidad de
huérfanos que dejó la matazón", precisa.
La lista es larga: Pablo Gutiérrez dejó
diez hijos, Pedro Gutiérrez Cruz seis, Bartolo Vázquez otros
tantos, Eucario Ruiz ocho hijos... así hasta sumar los 89 huérfanos
cuyas madres, aquellas que sólo tienen críos de corta edad,
no saben qué será de ellos. Y es que para esta comunidad
de 800 habitantes, literalmente no hay quien no tenga un pariente que enterrar.
Eran buena parte de los hombres del pueblo. Brígido es crudo con
sus cifras: "éramos 140 comuneros y nos mataron a poco más
de 20. Usted dirá lo que nos pasó. ¿Miedo? Ya estoy
viejo, hay que resolver esto", responde.
Mientras, todo el pueblo está preso de un miedo
cercano al horror. Y es que la muerte se la anunciaron. "Los mataremos
en el camión de volteo", dicen que comenzó a correr el rumor
hace cosa de mes y medio. Nadie creyó entonces que eso fuera a ocurrir,
que los de Santo Domingo Teojomulco fueran capaces de hacerlo, pero lo
hicieron, nada más para que vean que las tierras que pelean ambos
siguen siendo suyas. Cumplida la advertencia, hoy el pueblo lo cree todo.
"Ahora andan diciendo por ahí que van a venir a
ahorcar a las mujeres y que a los niños los van a echar al comal....",
comenta con angustia Pompilia Gutiérrez, de 52 años, a quien
le ha tocado velar a su suegro. "Ahora sí nos van a matar a todos."
Las historias en el pueblo se entretejen para narrar lo
crueles que, aseguran, son los de Santo Domingo Teojomulco. Los viejos
del pueblo tienen presentes las numerosas matanzas que les han dejado sus
vecinos por un conflicto de tierras que data de los años 30.
La zona en disputa es de alto potencial de explotación
maderable, amén de que otro tanto es de buen cultivo. La primera
matazón, dice un maestro de telesecundaria que rehúsa dar
su nombre, fue allá en 1935. "Hubo a quienes le asesinaron a su
abuelo, años después a su padre y ahora vela a un hijo o
un primo." Uno a uno los testimonios dan cuenta de que las muertes los
han perseguido por años. En el 35 fueron 15; en 1951, ocho más,
en 1959 doce.... en 1997 hubo un muerto y dos jóvenes de 15 años
secuestrados, "que estuvieron a punto de ser enterrados vivos; esa vez
sí le dimos aviso a la autoridad, para que fueran por ellos y, afortunadamente,
sí los trajeron. En 1998 les quemaron el bosque ?su parte del bosque
en litigio?, "y tuvo que salir todo el pueblo con cubetas de agua a apagar
los árboles, porque la lumbre ya estaba aquí, casi dentro
de nuestras casas".
Pero hay una certeza, nunca mataron tanta gente como ahora.
Juan Ramírez, un hombre de campo metido este domingo a sepulturero,
tiene claras las causas agrarias de la masacre. La sentencia que dio el
Tribunal Agrario, apenas el 24 de enero, el cual les dio la seguridad de
poseer la tierra en disputa, también sentenció a los que
murieron el viernes. "Ese día ellos no se quedaron tranquilos, y
aunque el tribunal nos dijo que ahora sí el problema se iba a acabar,
porque iba a ver una resolución presidencial, no hizo más
que empezar", conjetura, mientras mira el montón de tierra que satura
el cementerio.
Con los cuernos de chivo que tienen los de Teojomulco
se sabía que iba a haber muertes. El panteón es un hervidero
de hombres que excavan; se cavan tantas tumbas que más bien parecen
una fosa común. Los hombres de la comunidad no se dan abasto y pidieron
ayuda en Santiago Textilán y otros poblados cercanos para poder
terminar este domingo.
Tan sólo pensar en Santo Domingo Teojomulco ya
les produce horror. "Atrás de ahí, de donde mira que otra
vez hay humo, ahí están ellos, a lo mejor quieren otra quemazón",
afirma Jacinta López, de 62 años, viuda y hoy totalmente
sola porque "me mataron a mi único hijo, al que me mantenía".
Muy cerca de ella, otra anciana, María Ramírez, carga con
la última raya de su hijo. "Esta no se la quitaron porque la traía
escondida en la chamarra."
El día que los ejecutaron, además de arrancarles
la vida, les quitaron toda la raya que traían los 26 que hoy velan.
Sólo que el dinero de María ya es inservible, está
roto. Hay quienes dicen que los balazos que "agujerearon a Eucario, también
agujerearon la raya".
-¿Por qué los mataron?
-Porque no tienen muina -tercia otra mujer con rencor.
Todo mundo cuenta su historia, pensándola como
la más dolorosa, pero la de Leiver Hernández es, quizá,
la más azarosa. Cuenta su madre, Concepción Hernández
Gutiérrez, que ese viernes hubo paro de maestros de la CNTE, por
lo que Leiver le dijo que aprovecharía el obligado asueto para ir
a cobrar su raya. Sólo regresó el cadáver.
El velorio parece eterno. Ni en la muerte se olvida una
peculiaridad de Xochiltepec: la división religiosa que prevalece.
Para un poblado tan pequeño de la sierra oaxaqueña, tres
religiones son muchas: católicos, evangélicos y la luz del
mundo. Anoche no hubo oraciones de los católicos. Sin cura que los
alentara, predominaron los evangélicos, sus cantos y sus rezos.
Los primeros en encontrar el "descanso eterno" fueron
los evangélicos. Hacia las dos de la tarde comenzó la procesión
final hasta el cementerio. Las plegarias y cánticos no pueden acallar
el drama de los últimos momentos. Con todo y lo destrozado del rostro
de la mayoría de los difuntos, sus parientes quieren verlos por
última vez. Filemón Cruz, el pastor evangélico venido
de Oaxaca para mitigar el dolor de sus fieles, dice que "los mataron con
una enorme crueldad, se ve que hay mucho odio y mucho rencor; es el fruto
de la carne".
Todo mundo pide justicia pero hay quienes quieren venganza.
Evangélico al fin, acude al evangelio para dar su sentencia final
y desechar que entre sus fieles exista ese deseo de venganza: "dice que
no nos venguemos, hay que dejar lugar a la ira de Dios..."