ERICKA Y EFREN, LIBRES
El
primer tribunal colegiado de Chilpancingo, Guerrero, revocó ayer
las condenas impuestas a Ericka Zamora y Efrén Cortés, ambos
estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM, capturados
por el Ejército Mexicano en El Charco el 7 de junio de 1988, torturados
y acusados de incitar a la rebelión y de portación de armas
de fuego de uso exclusivo de las fuerzas armadas, e injustamente sentenciados
a penas de ocho y siete años de cárcel.
El tribunal mencionado otorgó el amparo interpuesto
por ambos y ordenó su inmediata excarcelación. Al momento
de abandonar la cárcel, Ericka había cumplido 20 días
en huelga de hambre.
Cabe recordar que la acusación y el juicio contra
Zamora Pardo y su compañero tuvieron como principal eje declaraciones
autoinculpatorias arrancadas bajo tortura por los captores militares de
ambos jóvenes, en el contexto de la guerra sucia emprendida por
el gobierno de Ernesto Zedillo contra los zapatistas de Chiapas y las organizaciones
insurgentes que operan en Guerrero, Oaxaca y otras entidades.
La estrategia contrainsurgente del zedillismo alcanzó
sus momentos más oscuros y criminales con las matanzas de Aguas
Blancas (1995), Acteal (1997) y El Charco (1998), donde tuvo lugar la captura
de Zamora y Cortés, y donde los efectivos militares asesinaron a
11 personas.
La absolución de ambos jóvenes es un acto
de elemental justicia y representa asimismo la reparación de una
aberración jurídico-policial sin nombre. La sentencia del
tribunal de Chilpancingo obliga a concluir que Ericka y Efrén permanecieron
cuatro años en prisión de manera injusta.
Es cierto que ambos prisioneros fueron la herencia que
dejó el zedillismo, pero la tercera parte del castigo --18 meses--
transcurrió durante el gobierno "del cambio" de Vicente Fox Quesada.
La liberación de Zamora y Cortés fue precedida
por una intensa movilización nacional e internacional, por una amplia
cobertura del caso en los medios de comunicación, por dos huelgas
de hambre de la joven reclusa y, de manera más inmediata, por la
divulgación de un informe de Amnistía Internacional (AI)
en que el organismo hace referencia al incumplimiento de las promesas de
campaña del presidente Fox en materia de derechos humanos, y denuncia
la persistencia de maltratos, abusos y violaciones a las garantías
individuales en los diversos ámbitos del Estado mexicano.
Ese documento causó tal incomodidad en el equipo
de gobierno, que las secretarías de Gobernación y de Relaciones
Exteriores se tomaron la molestia de impugnarlo en una carta enviada a
AI.
Sería aventurado concluir que los hechos referidos
pesaron en el ánimo de los magistrados que absolvieron a los estudiantes
injustamente presos, pero es claro, en cambio, que las atrocidades cometidas
contra Ericka y Efrén son sólo un botón de muestra
de los enormes huecos de nuestro estado de derecho, y que una parte considerable
de los sentenciados en territorio nacional están presos por confesiones
obtenidas mediante apremios físicos y sicológicos ilegales.
Si pudiera hablarse de una mínima congruencia institucional,
la sentencia exculpatoria de Ericka Zamora y Efrén Cortés
debiera obligar a la Procuraduría General de la República
a investigar y llevar a los tribunales a los responsables de las injusticias
sufridas por ambos jóvenes, y a los culpables de los asesinatos
perpetrados en El Charco por efectivos del Ejército.