Jaime Martínez Veloz
La Minuta 307
A pesar de sus firmes convicciones religiosas, Vicente Fox sería capaz de negarle agua hasta al famoso gallo de la tradición cristiana que, se dice, anunció la traición del apóstol Pedro a Jesús. "Nuestro" presidente ya les ha negado agua a miles de productores mexicanos en Tamaulipas. Antes ya había sacrificado los intereses de los cañeros mexicanos ante la fructosa estadunidense. Con esos antecedentes es comprensible que a quienes no negaría el vital líquido sería a los empresarios texanos.
La asignación del agua de los ríos en la frontera norte está acordada por México y Estados Unidos desde 1944. Ahora, la sequía y la agudización de problemas en infraestructura han ocasionado un conflicto clásico de la economía: asignar recursos escasos entre fines alternativos.
Sin embargo, el enfoque técnico-económico del actual conflicto es insuficiente para reflexionar en una muestra más de la conducta ilegal de Vicente Fox: la subordinación de los intereses nacionales por sus condescendencias hacia Estados Unidos.
Sobre el problema del agua con nuestro vecino del norte han abundado comentarios, análisis, sugerencias y el debate subsecuente. Así, nuevamente escuchamos los lamentos por la mala planeación que impide un aprovechamiento racional del agua por una infraestructura deficiente. Escuchamos, asimismo, de los riesgos implícitos por la creciente demanda del líquido ante una oferta que tiende a disminuir.
La fuerza política aliada de Fox, el panismo, ha pretendido desviar la atención ciudadana de los recientes desatinos presidenciales y, con la tranquilidad de quien toma un sorbo de agua, ha propuesto esperar la opinión de los "expertos" para entonces declarar algo.
Es lógico que el desconocimiento o la simulación se disfracen de prudencia para evitar manifestarse sobre una situación ilegal como a arrogancia y el abuso del poder presidencial, que los panistas tanto sufrieron y criticaron en su tiempo.
El pasado 16 de marzo de 2001 Fox comprometió con Estados Unidos la entrega de volúmenes de agua en cantidades superiores a la obligación mexicana. Ese día se consumó el pacto personal, negociado de vaquero a vaquero, un mes antes en el rancho San Cristóbal al calor de los caballos, los tequilas y las bombas contra Irak. A Fox no le preocupó violar el Tratado de Aguas Internacionales de 1944. Su compromiso con Bush se plasmó en el documento conocido como Minuta 307. Vicente Fox despreció y pasó sobre la autoridad del Senado de la República, órgano facultado para autorizar la firma de acuerdos internacionales. El Presidente violó la Constitución mexicana.
No quedó ahí la flagrante violación foxista al interés nacional para favorecer a Estados Unidos. Para cumplir con los estadunidenses mintió a 15 mil productores tamaulipecos, a quienes les prometió compensarlos económicamente por el sacrificio de agua que requieren y que se desvió para los estadunidenses.
La promesa presidencial a estos compatriotas quedó en eso: en una promesa, lo cual ya no es de extrañar, conociendo la proverbial locuacidad de Fox, porque lo realmente extraño sería que cumpliese su palabra con los mexicanos. Los indignados productores tamaulipecos reclaman al Presidente el cumplimiento de su palabra. La administración foxista ha privilegiado, más allá del deber, el cumplimiento de compromisos con extranjeros, celo que ya quisiéramos los mexicanos aplicase en beneficio del país que "gobierna".
Vicente Fox ha resultado un buen Presidente... para los intereses del gobierno estadunidense. Ojalá fuese un buen mandatario con quienes se supone debe representar: los ciudadanos mexicanos. En el rosario de incongruencias e ilegalidades presidenciales, el conflicto por el agua en la frontera norte es, literalmente, la gota que derramó el vaso.
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