Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 31 de mayo de 2002
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Política

Pide al presidente Vicente Fox ordene la revisión de expedientes de presos políticos

Mi liberación fue lisa y llanamente un acto de justicia: Ericka Zamora

Salió del penal con varios kilos de menos luego de mantenerse 20 días en huelga de hambre

BLANCHE PETRICH Y JESUS SAAVEDRA ENVIADA Y CORRESPONSAL

Chilpancingo, Gro., 30 de mayo. La universitaria Ericka Zamora salió del Cereso de esta ciudad cerca de las 20 horas con la V de la victoria, una gran sonrisa y algunos kilos de menos en su pequeña humanidad. Dio tres pasos al frente de la puerta de la cárcel y declaró a los reporteros que de inmediato la rodearon:

''Admito que mi liberación es un paso importante para la impartición de la justicia en México. Pero si el presidente Vicente Fox quiere ser congruente con su discurso de derechos humanos, debe ordenar la inmediata revisión de los expedientes de muchos otros presos políticos que aún quedan en las cárceles.''

El papeleo burocrático para cumplir con el proverbial ''señorita Zamora, a la reja con todo y chivas'', fue sorprendentemente ágil y le ganó la puesta en escena de la liberación a varias decenas de estudiantes de la UNAM, que a esas horas apenas iban tomando carretera rumbo al sur desde el Distrito Federal. La caravana de solidaridad con Ericka Zamora llegó a Chilpancingo cerca de la medianoche, cuando su compañera de estudios presa durante cuatro años ya andaba libremente por las calles de esta ciudad, ya había pasado al consultorio de un médico particular y finalmente había tomado su primera cena -dieta blanda, ni modo- después de los 20 días de huelga de hambre.

Frente al pequeño consultorio del médico que la atendió reiteró, como minutos antes a las puertas del penal, que su liberación no fue una concesión ni un gesto de buena voluntad del gobierno federal, sino ''lisa y llanamente, un acto de justicia''.

Otros presos ayunantes

Insistió además en que la opinión pública ponga atención a muchos otros presos políticos que hoy realizan huelgas de hambre en distintas prisiones sin que, hasta el momento, hayan obtenido respuesta alguna.

Es el caso -mencionó- de Jacobo Silva, uno de los cuatro presuntos militantes del ERPI, preso en Almoloya, que lleva yazamora_libre_03 40 días de ayuno. O el de Angel Guillermo Martínez, acusado del asesinato de un correligionario del PRD, preso en el penal de Puente Grande. En el Cereso de Acapulco, otro colectivo de presos también ayunan para presionar a favor de la revisión jurídica de sus expedientes.

Ericka Zamora reiteró que en el caso de los presos de conciencia, y en particular en el de los detenidos en causas relacionadas con las organizaciones de lucha armada, los delitos son fabricados por las autoridades.

Cuatro años de irregularidades

Cuatro años de golpes, rejas, candados y todo tipo de irregularidades en los diversos juzgados por donde pasó su expediente le pusieron dura la piel a Ericka Zamora. Pasaban las seis de la tarde y se negaba el derecho a la esperanza: ''Yo no me hago ilusiones de nada. Hasta no ver no creer. No me quiero llevar otra decepción. Total, si no sale este amparo, me queda todavía el recurso de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos''.

Lo que no sabían ella ni el director del penal, José Luis Trujillo, es que en esos momentos los tres magistrados del primer tribunal colegiado, con sede en la capital guerrerense, habían decidido concederle la revocación de la sentencia a Ericka Zamora y Efrén Cortés.

Los jueces habían llamado al Consejo de la Judicatura y en el Distrito Federal circulaba ya la noticia: los dos coacusados del caso de El Charco, sentenciados por conspiración, incitación a la rebelión y portación de armas de fuego, iban a salir libres en cuestión de horas.

Con varios kilos menos en su pequeña humanidad, debido a los 20 días de huelga de hambre, la presunta guerrillera no quiso pensar que este 30 de mayo podía ser su último día en la cárcel. Se afanó todo el día en varias diligencias. A las diez de la mañana recibió la visita de Rosario Ibarra de Piedra, la presidenta del Comité Eureka. La pionera de la lucha por la libertad de los presos políticos se sentó muy cerca de la estudiante universitaria detenida. Platicaron de muchas cosas.

A la salida, Ibarra de Piedra declaró a la prensa que si el presidente Vicente Fox ''de veras quiere demostrar que tiene voluntad'' para respetar los derechos humanos, debería liberar de inmediato a Ericka, Efrén y todos los demás presos políticos del país. Pero también expresó su escepticismo: ''Entre las políticas de Fox y de los anteriores gobiernos priístas no hay diferencia''.

Del Cereso, doña Rosario se dirigió al mitin frente a la sede de los tribunales y por algunos momentos participó en el plantón, codo a codo con el Colectivo Nosotras, los estudiantes de la UNAM y la Universidad Autónoma de Guerrero, el Consejo 500 Años de Resistencia, la Organización de Pueblos y Colonias de Guerrero y el magisterio guerrerense. Por la tarde, fuera del horario regular de acceso al Cereso, llegaron otras visitas. Una médica contactada por los compañeros de Zamora quiso ingresar al Cereso para verificar su estado de salud, pues Ericka se quejaba desde hace varios días de mareos y dolor de cabeza. El director del penal no lo permitió. Los médicos del reclusorio se habían empeñado en cuidar y monitorear los signos vitales de la interna. Pero más tarde se permitió el acceso a una química de la universidad, una trabajadora social, un dirigente del Comité Ejecutivo Nacional perredista (René Lobato) y la senadora Leticia Burgos.

Y como un gesto amable, le fue permitido a la interna platicar con La Jornada desde una ventana de las oficinas de la cárcel. Una camiseta gris y un pantalón claro, el cabello recogido en una cola de caballo, Ericka Zamora no dejaba pasar al optimismo. ''Si algo aprendí estos años es a no hacerme ilusiones''. No había empacado sus cosas, ni su bien más preciado: una pequeña biblioteca de 20 libros que ha podido reunir estos años.

Le preocupaba la situación de su compañero de penurias, Efrén Cortés, preso en Puente Grande, Jalisco. A mediodía había podido hablar con él. Se encontraba enfermo, en el área de observación, segregado del resto de los reclusos. Una biopsia estomacal recién hecha había arrojado resultados preocupantes. Tenía fiebre y estaba desanimado.

A esa hora no lo sabían ni Ericka ni Efrén, pero la lenta maquinaria de la justicia estaba a punto de arrancar el papeleo para dejarlos finalmente en libertad.

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