La resistencia infantil
Juegan entre mantas de reclamo, hules que son casas provisionales, tinta de las pintas; comen todo frío, víveres escasos entre consignas. Están acostumbrados a dormir en cartones que sirven de cama, mesa y pupitre... son los hijos de los maestros disidentes que los acompañan en su lucha.
Su casa, por ahora, es el Campamento de Lucha por la Defensa de la Educación, que profesores de diversas entidades instalaron en el Zócalo. Algunos son bebés, pero hay también niños de tres, seis, 10 años que han crecido entre marchas y plantones. Ya saben lo que son esos recorridos. La mayoría acompaña a sus madres, profesoras rurales.
Beben en la mamila la disidencia, saben de consignas, oyen de estrategias, acuerdos, organización, y también quieren ser maestros, como Lupita, hija de una maestra de Oaxaca que se trajo su libro "para repasar".
Estos niños ya saben de la cerrazón del gobierno para escuchar las demandas del magisterio; son menores alegres que creen que lo que hacen sus padres es importante, porque como la misma Lupita dijo, "faltan escuelas, cuadernos, libros; mi mamá gana muy, muy poquito, tenemos que estar aquí".
PATRICIA MUÑOZ RIOS