EL PRECIO POLITICO DEL CANCILLER
Ayer,
el legislador panista Gustavo Buenrostro, presidente de la Comisión
de Justicia de la Cámara de Diputados, acusó al canciller
Jorge G. Castañeda de utilizar parte de la estructura de la organización
Amigos de Fox para fortalecer su imagen y promoverse como eventual candidato
a la Presidencia de la República.
Asimismo, Buenrostro emitió un señalamiento
sesgado contra el actual titular de Relaciones Exteriores al recordar que
éste, como otros integrantes de Amigos de Fox, no era integrante
del Partido Acción Nacional (PAN) en la pasada campaña presidencial,
en la que esa agrupación recibió fondos del extranjero y
de empresas privadas que podrían resultar ilícitos y contrarios
a lo establecido en el Código Federal de Procedimientos e Instituciones
Electorales (Cofipe), y por los cuales está en curso una investigación
reabierta por orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
(SCJN) y a cargo del Instituto Federal Electoral (IFE).
Ciertas o no las imputaciones e insinuaciones del diputado
panista contra Castañeda, el hecho es que la permanencia de éste
en el gabinete empieza a resultar demasiado onerosa en términos
políticos para el presidente Vicente Fox.
Las principales bancadas opositoras en el Senado de la
República --PRI, PRD y PVEM-- han llegado a descalificar a Castañeda
como interlocutor, e incluso le pasaron a su jefe una abultada factura
por los desatinos, desplantes y extravíos del canciller cuando,
recientemente, denegaron al Presidente autorización para abandonar
el país. El gobierno foxista habría podido concluir entonces
que la irritación y el desagrado ante el estilo personal de Castañeda
para destruir la tradicional política exterior mexicana se circunscribían
a las bancadas opositoras y que esas reacciones podían ser hasta
naturales y lógicas.
Pero los señalamientos del diputado Buenrostro
--que no son, por lo demás, las primeras ni las únicas invectivas
lanzadas contra el secretario de Relaciones Exteriores desde las filas
panistas-- podrían, si fueran leídos e interpretados de manera
correcta, encender en Los Pinos un foco rojo: Castañeda no es apreciado
ni siquiera en el partido del Presidente, y eso indica ya algo cercano
a la unanimidad de la clase política en la animadversión
contra el canciller tempestuoso.
De hecho, si los señalamientos de Buenrostro son
ciertos, Amigos de Fox podría ser la única base de apoyo
de Castañeda. Si el titular del Poder Ejecutivo se empeña
en mantenerlo en el cargo, y si el canciller sigue cometiendo pifias y
desfiguros al ritmo que acostumbra, esa agrupación informal podría
convertirse a la larga en el único respaldo del propio mandatario.
¿Estará dispuesto Fox a correr el riesgo de enemistarse con
su partido con tal de conservar en la nómina a su canciller?