Abre Nostalgia de la luz en la Galería
Pecanins
Gabriela Arévalo hermana sus obras con
los animales
La muestra incluye 13 óleos, siete dibujos y
un gobelino
Se inspiró en el libro homónimo de Mario
González
MERRY MAC MASTERS
Todo comenzó con una borrachera, afirma la pintora
Gabriela Arévalo (DF, 1964) al hablar de Nostalgia de la luz,
su primera exposición en la Galería Pecanins (Durango 186,
colonia Roma), que será inaugurada hoy a las 19:30 horas, en la
cual se incluyen 13 óleos, siete dibujos y un gobelino (tapiz).
Así
fue como Arévalo Barrera conoció al joven escritor Mario
González Suárez, quien le regaló su novela Nostalgia
de la luz, editada por la Universidad Autónoma Metropolitana.
El volumen le proporcionó varias sorpresas porque las ideas allí
expresadas coincidían con muchas imágenes de su pintura.
Después quiso trabajar el tomo ex profeso debido a ciertas referencias
a los animales.
En otros cuadros había empleado sólo color
amarillo -su paleta es muy ''acuática", es decir, azul-, o hecho
temas ''más apaisajados", pero no sabía cómo ''hermanarlos"
en una exposición. La novela de González Suárez le
dio la clave. Asimismo, a Arévalo le encantó la temática
abordada por el autor porque ''también tengo mi idea de nostalgia
de la luz que tiene mucha relación con los animales".
Armonizar un caos de significados
Rodeada de sus óleos poblados de jirafas, osos,
ballenas, vacas y peces, Arévalo externa en entrevista: ''La actitud
humana me tiene un poco decepcionada, ya que está muy inclinada
hacia la negatividad, la depredación, la destrucción. Sus
principales y primeras víctimas son los animales y después
su propio prójimo. Como la conciencia del hombre está tan
corrompida, quise meterme a la de los animales como una forma de rescate".
Son ideas que Arévalo también encontró
en el capítulo llamado Bruno, cuyo personaje en vez de ser un ''gran
profesional", prefiere cuidar animales en el zoológico al grado
de mimetizarse entre ellos. En el texto que escribió para el catálogo,
González Suárez retoma esa idea en el cuadro Una vaca
preñada de ballena preñada de mujer preñada de astros,
obra que ''quizá mejor representa nuestro vínculo ontológico
con todas las criaturas que nos rodean, al mismo tiempo que la nostalgia
por esa edad en la que los lazos eran visibles, el vago recuerdo de un
tiempo edénico irrecuperable porque está grabado en el alma
que compartimos con la naturaleza".
No es la primera vez que Arévalo trabaja con textos
literarios, pero siempre había sido con los de autores muertos.
Antes de trabajar con la literatura, dice que su pintura era ''muy barroca
y muy narrativa", pero ''poco a poco se han ido limpiando los espacios".
Ha experimentado muchas técnicas, incluso tendencias, porque ''soy
muy inquieta". En la actualidad cree estar en un momento relevante de su
pintura, pues ''todo ese caos de direcciones está armonizándose
en una sola dirección". Para la artista es muy necesario ''percibir
la energía sutil de la belleza y hacerla presente".
Por belleza entiende ''esta sutileza hermanada en una
planta, en una actitud, en una situación, que da una sensación
de bienestar, que se respira y llena de modo que se siente gran felicidad
de vivirla y apreciarla".