El historiador presentó en San Cristóbal
de las Casas Una tierra para sembrar sueños
Jan de Vos, treinta años de cambios personales
El libro versa sobre los recientes 50 años de
historia de la selva Lacandona
JAVIER MOLINA
San Cristobal de Las Casas, Chis., 18 de mayo.
Las armas, vengan de donde vengan, sólo en contadas ocasiones resuelven
los problemas, afirmó el historiador Jan de Vos en la presentación
de su libro Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente
de la selva Lacandona, 1950-2000, editado de manera conjunta por el
Fondo de Cultura Económica y el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social.
-¿Qué se requiere para que el sueño
de la paz se haga realidad?
-Es cuestión de una actitud diferente de autoridades
y comunidades, que están muy divididas; es cuestión tanto
de tiempo como de responsabilidad, del gobierno y de ellos mismos.
La obra que presentó en esta ciudad chiapaneca
es resultado de 30 años de estudiar la selva Lacandona, a la cual
califica de ''bella y sufrida región".
Cuando se le pregunta acerca de su interés, su
pasión por esa zona, Jan de Vos cuenta cuando llegó a un
puerto de Colombia con población de indígenas, negros y mulatos.
Hacía una labor pastoral en una diócesis situada a la orilla
del mar; allí, dice, nacieron sus dos pasiones: el amor por la selva
tropical y por las poblaciones indígenas, "un choque cultural y
natural que ustedes no pueden imaginarse, dos expresiones sumamente fuertes
de la naturaleza: el océano frente a mí y una selva todavía
más tupida e impresionante que la Lacandona.
''De ninguna manera pienso que ya he entendido hasta el
fondo estos dos universos que me llamaron la atención'', comenta,
y recuerda la frase "de cuadrado me volví redondo", contenida en
uno de los relatos de El viejo Antonio, del subcomandante Marcos.
''Acercarse a un mundo diferente como el indígena
no es posible sin entrar en un proceso de cambio personal''.
Afirma que es más fácil escribir un libro
de historia colonial que de historia reciente. "A mí me costó
mucho trabajo, no sólo por la complejidad de la situación,
sino porque yo mismo estuve involucrado en estos sueños y procesos.
He llegado al término -no sé si bueno- de esta aventura;
he decidido poner un punto final a esta historia regional.
"Le debo mucho a esta región, que me permitió
encontrar mi oficio de historiador y aprender que además de eso
uno puede ser un poco etnógrafo y antropólogo. Creo que tuve
la suerte inmensa de juntar estas dos disciplinas: historia y antropología".
Comenta que muchos individuos no tuvieron sueños
al acercarse a la selva Lacandona, "sino planes y cálculos"; a ellos
no les dedica su libro.
Luego se refiere a la militarización, ''que tanto
me molesta''.
Recuerda Amberes, los bombardeos que sufrieron en la Segunda
Guerra Mundial, cuando tenía cinco años. El segundo piso
de su casa estaba ocupado permanentemente por soldados alemanes; "sí
me puedo imaginar lo que siente un niño al ver militares continuamente:
miseria social. Pero pronto aprendí a juzgar y condenar la plaga
que llevan los militares a las poblaciones donde llegan''.
En la selva Lacandona -afirmó- existe una ocupación
militar.