Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 19 de mayo de 2002
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Cultura
ENTREVISTA

Elena Poniatowska

Me avergüenza mi falta de malicia política y cultural

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Elena Poniatowska Amor cumple hoy 70 años. La escritora y periodista llega contenta a la ocasión, pero su alegría es parcial: aún pesa en su ánimo la muerte, hace unos días, de su gran amiga Mariana Yampolsky. No puede celebrar como le habría gustado. Comerá con sus tres hijos y seguramente recibirá 'felicitaciones y expresiones de afecto de su legión de amigos. No obstante las circunstancias, fiel a su proverbial generosidad, accede en esta entrevista a hacer un recorrido por recuerdos, querencias, dolores, logros, dudas, aciertos. Un balance de vida.

Son más de las ocho de la noche del viernes 17 de mayo. Está despierta desde las cinco de la mañana. Hace unas horas regresó de Monterrey. Aunque cansada, muestra buena disposición para la charla en su casa de Chimalistac.

-¿Cómo llega usted a sus 70 años, cómo se siente?

-Muy bien. Soy afortunada. Pero también me doy cuenta de que la gente que amo está muriendo. Me afectó muchísimo la muerte de Mariana Yampolsky, porque todavía tenía muchas cosas que hacer, muchos proyectos. Fue fulminante. En cuatro semanas se fue de cáncer en el hígado. Fue un golpe fuerte.

-Con el tiempo no sólo se acumulan experiencias, también muertos.

-Desde hace años. Mi hermana murió en el 61. Hace un tiempo murió un hijo de mi hijo Felipe. Sí, se van acumulando los muertos. Pero uno no tiene tanta conciencia de la muerte sino hasta ahora. La muerte de Mariana la estoy viviendo también como un ensayo de mi propia muerte. Mis hijos se ocuparon mucho de ella, más de lo que yo hubiera creído. La querían enormemente, pero también era como un entrenamiento para lo que podría suceder cuando yo muera. Aunque yo pienso que quizá voy a morir en un avión.

-¿Como Jorge Ibargüengoitia?

-Pero lo de Ibargüengoitia fue horrible, porque lo reconocieron por un pie y un zapato.

Sigo siendo las tres ies

-¿Cómo ve desde sus 70 años a aquella muchachita que empezó haciendo entrevistas?

-Veo a una muchachita muy ilusa, muy ingenua y muy impreparada. Sigo siendo estas tres cosas. Las tres ies. Veo a una persona que se lanzaba si saber ni a qué.

-¿Y en qué es diferente a esa muchachita?

-Me da mucha vergüenza mi falta de malicia. Soy una gente que tiene poca malicia política, poca malicia cultural. Me da vergüenza, porque pienso que a estas alturas es completamente estúpido no estar más alerta de lo que estoy, o más informada de lo que estoy.

-¿Sin malicia se puede ser realmente la periodista y la escritora que ha sido?

-No sé qué escritora ni qué periodista he sido. Creo que todo me ha salido como a trompa talega, o como el burro que tocó la flauta.

--Peca usted de excesiva modestia. No se puede hacer un libro como La noche de Tlatelolco sin necesaria malicia.

-Bueno, yo ahí estaba muy adolorida. Además, esas voces son de la gente que participó, no mías.

-Tampoco se puede hacer un libro como Fuerte es el silencio sin malicia.

-Quizá. Lo que tengo a lado de mi falta de malicia es un poco de instinto para hacer las cosas en un momento dado, pero no tampoco tengo el suficiente instinto. Soy muy autocrítica; siempre digo que todo lo que hago es una porquería, y es quizá una manera de buscar que me digan: "No, no es así".

-Lo cierto es que ha sido una mujer no sólo muy querida, sino muy reconocida.

-Sí. Sobre todo de muchos estudiantes, de jóvenes que podrían ser mis hijos o mis nietos. Sí, recibo mucha manifestaciones de cariño.

-En lo personal, si hiciera una relación de sus bienaventuranzas, ¿qué escogería?

-Primero mis hijos, mis tres hijos. Estoy orgullosísima de ellos. Nunca me han causado un problema. Creo que yo les he causado más problemas que ellos a mí. También estoy muy orgullosa de mi madre y de mi padre. Nunca robaron, no pertenecieron al PRI... Lo que ellos significan me gusta mucho: su entereza, su conducta durante la guerra, su amor a México.

-En efecto, ha sido usted una mujer afortunada.

-Totalmente. He hecho lo que he querido. No fui cajera en un banco, no fui dependiente en una tiendota como El Palacio de Hierro, no fui taquillera, no hice cosas que me hubieran entristecido la vida. Me inicié en el periodismo en 1953. Muy joven lo descubrí, pero en realidad yo quería cantar.

-¿Opera?

-No, en un cabaré. Aunque sí canté como Lily Pons, porque tenía una obra y echaba mis gorgoritos, así, todos cursis.

-¿Lo hizo públicamente?

-Hay un disco por ahí, pero creo que se perdió. Es de esos discos que se hacían antes. Con la muerte de mi mamá menos lo voy a encontrar. Pero yo quería cantar en los cabarés, arrastrando una estola y cantando a los señores.

-¿A imagen y semejanza de quién?

-De Rita Hayworth en la película de Gilda. Rita cantaba (Elena la imita): "Put the blame on me boys, put the blame on me". Yo decía: ¡ay, quiero cantar así! Pero mis papás me decían que eso no era decente. Además no llenaba la pantalla como Rita; no tenía ni el pelo rojo ni su estatura.

-¿Es vanidosa, Elena?

-A ratos sí. Pero si usted me avienta a decir mis defectos, me regodeo: le digo todos mis defectos. Así como Rosario Castellanos que insistía siempre en todos sus errores y nunca hablaba de las cosas que hacía bien. Es un pliegue de carácter que sabes que ya hizo tan hondo, tan hondo, que por más que lo jales no lo puedes desdoblar. Además no te lleva a ningún lado: el que está siempre diciendo: 'yo hago las cosas mal, soy culpable', lo que acaba provocando es que le digan: no, tú no eres nada de eso, eres un pendejo.

-Hábleme de sus aciertos, en su vida, en su carrera profesional.

-Bueno, la constancia; el no ningunear el periodismo; el siempre pensar que el periodismo tiene un valor. Siempre nos dicen que el periodismo es una subprofesión, que recogemos la voz de los demás, porque no tenemos nada que decir; que nos tragamos lo de los otros. Creo que no es cierto. Una de las cosas importantes del periodismo en México ha sido documentar al país. Me acuerdo que en 1953 tomé un mapa y me llamó la atención que había muchas zonas marcadas en amarillo que decían: "por descubrir". Yo decía: "qué maravilla vivir en un país donde no todo está hecho". Por eso valoro mucho el periodismo, valoro que el entrevistado se sienta reconocido, que es amado, que es apreciado.

-Aunque se ha distraído del periodismo para hacer literatura.

-He tratado de hacer ambas cosas. En la veta periodística hay gran crueldad, pero también hay que forzarse; te obligas a hacer las cosas, lo cual te ayuda a adquirir disciplina. No estás esperando a ver a qué hora se te aparece el ángel salvador. El periodismo es una gran escuela.

Estoy llena de preguntas

-¿Qué le ha dejado más satisfacciones: el periodismo o la literatura?

-En la literatura me dicen que cuando hago mal las cosas es porque aparecen periodísticas. Por ejemplo, de un libro me dicen: 'esta parte es puro periodismo, no es buena, porque no la transformaste en otra cosa...' Oye, creo que te estoy contestando chueco. Es que estoy muy casada, me levanté a las cinco y media. Pero tampoco soy muy buena para hablar de mí.

-¿Por qué?

-Quizá porque soy una mujer llena de preguntas. Toda la vida le he estado preguntando a la gente, toda la vida me pregunto por qué estamos aquí, para quién, por qué en esta época. ¿Te imaginas entonces si voy a saber hablar de mí misma cuando soy una persona que se la vive preguntándoles a los demás? Soy una especie de agujero negro y lo quiero rellenar con las respuestas de los demás. Siento que nunca tengo certezas ni respuestas. No las tuve ni para educar a mi hijos.

-¿Qué le falta por hacer?

-Hacer un buen libro, una novela de la que yo diga: "aquí está todo". Mis novelas siempre son como un suéter que al principio tejo apretadito y bien parejito; luego de repente se va aflojando y otra vez lo aprieto. También quiero leer más, quiero trabajar más. Tengo pendientes de trabajo muy concretos, como un libro que quiero hacer basándome en la vida de Demetrio Vallejo, el líder ferrocarrilero.

Y otros que no he hecho y que quisiera hacer en los próximos 10 años. Por otro lado, siento mucho no haber tenido una vida académica. No soy universitaria, estudié en un convento de monjas, una especie de high school, y párale de contar.

-¿No está contenta entonces con lo que ha sido, con lo que ha hecho?

-Estoy contenta con lo que he sido, porque nunca me he traicionado, nunca he sido lambiscona con un político, con un presidente de la República, con un director de periódico. Los he conocido, pero nunca he tenido relación con ningún poderoso.

-¿Le ha tenido miedo al tiempo?

-No. Tengo una capacidad de inconsciencia enorme. Pero ahora sí recuerdo mucho lo que me decía la Jesusa Palancares: "ya descansaré en mi cajón de muerto". Tengo la sensación de que tengo que aprovechar cada momento.

Ahora el oficio es mejor

-¿En qué ha cambiado el periodismo desde que empezó a ejercerlo al día de hoy?

-Es mil veces mejor ahora. Cuando yo me inicié estaban Carlos Denegri, Agustín Barrios Gómez, El Duque de Otranto, Carlos León, que se vestía así, como maniquí. Denegri tenía en su oficina a la Virgen de Guadalupe, arriba de su presidente de la República y del otro lado había una foto del obispo monseñor Luis María Martínez, quien se la vivía bendiciendo todos los antros popof. Había mucho chantaje y los políticos pagaban para que no se hablara mal de ellos. Eso ha cambiado mucho.

-¿Cuál es el reportaje o la entrevista que tiene pendiente?

-Me gustaría entrevistar a Lumbumba; a la escritora Doris Lessing, ir a verla a Inglaterra; me hubiera gustado entrevistar a Bertrand Russell y a Marguerite Yourcenar, la primera mujer que entró en la academia francesa. A mí me parece que Memorias de Adriano es el libro más prodigioso escrito por una mujer. También me hubiera gustado entrevistar a Virginia Woolf, a Thomas Mann, a Joyce.

-¿Aún es católica usted?

-Mira donde vivo, al lado de la iglesia. Supongo que nunca se le va a uno del todo la capacidad religiosa.

-¿Tiene alguna idea de Dios?

-Dios es el prójimo, eres tú, es él (José Antonio López), que me está tomando fotos y no me dejó ni ponerme aretes.

-¿Piensa en la posibilidad de un Dios después de esta vida?

-Quisiera. Me gustaría volver a ver a mamá, a mi hermana, a mi padre. A la gente que se ha ido, a Mariana Yampolsky. Siempre estábamos peleándonos. Venía y me decía que le iba mejor a Graciela Iturbide y a Flor Garduño que a ella. Yo le decía: ¿qué harías si yo te estuviera jeringando durante horas diciéndote que le va mucho mejor a Laura Esquivel que a mí. ¿Qué harías? Me dirías: 'oye, Elena ya desenchúfate'.

-¿Y en el amor ha sido plena, Elena?

-En la formación que tuve, más o menos. Cuando te educan las monjas te quitan todos los papelitos de colores que tienes en el alma, te dicen: no, por ahí no. Te quitan muchas cosas. Cosas que espontáneamente haría ya no las haces. En ese tema he sido mucho más ficción. Yo el amor lo escribo mucho más de lo que lo vivo. Invento escenas de amor fulgurantes, quizá para suplir la ausencia de amor. No lo lamento porque lo invento. 

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