Iván Restrepo
El sindicato petrolero, mecenas cultural
Gracias a las investigaciones sobre las millonarias aportaciones de Petróleos Mexicanos al sindicato de la empresa, la opinión pública conoce cada vez mejor la forma discrecional en que se dispuso de recursos que pertenecen a la sociedad. Primero fueron los mil 100 millones de pesos, presumiblemente destinados a financiar la campaña del licenciado Francisco Labastida, aunque se sospecha que parte de esa suma fue a dar a los bolsillos de los líderes sindicales y de algunos dirigentes del PRI. La semana pasada la danza de las cifras aumentó. El diario Reforma reveló que el ex director, Rogelio Montemayor, ahora prófugo de la justicia, responsabilizaba al sindicato petrolero de obligarlo, vía presión, con la amenaza de huelga, a concederle préstamos por 350 millones de pesos para diversas actividades. Al día siguiente, el vocero de Montemayor, Hero Rodríguez, negó tal cosa. Aclaró que los préstamos, práctica que continúa, se aprobaron de acuerdo con la normatividad vigente y con el visto bueno de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, así como del consejo de administración de Pemex. Todo en orden, pues.
Entre esos préstamos figuran 20 millones para cubrir los gastos que generó la participación en el desfile obrero del primero de mayo de 2000; 25 millones para rehabilitación de vehículos; una suma igual para modernización y equipamiento de bibliotecas; 40 millones para remodelar la sede sindical del Distrito Federal; 100 millones de ayuda a grupos de bajos ingresos de las áreas petroleras, así como para otros apoyos sociales, deportivos y culturales. Decenas de millones más para atender tareas sindicales y de carácter social.
Seguramente esos 350 millones los está pagando el sindicato y fueron gastados correctamente; nada quedó en manos de los líderes ni en la red que les sirve en las zonas petroleras. Sin embargo, es inaceptable que, por ejemplo, el dinero de todos los mexicanos sirva para el tradicional acarreo de personas que se ven obligadas a desfilar el Día del Trabajo. Con los millones que se gastan en dos acarreos de ese tipo bastaría para efectuar durante siete años estudios relacionados con el medio ambiente en las áreas costeras del Golfo de México, tan deterioradas por la presencia de la paraestatal. Las universidades locales y los centros de investigación nacionales, que viven en sequía permanente de recursos, podrían establecer conjuntamente trabajos básicos en el campo ecológico y la conservación de los recursos naturales y proponer medidas de restauración ambiental en las áreas petroleras. Los daños no son herencia de sexenios anteriores, continúan en el gobierno del cambio, lo mismo en el Golfo de México que en Salamanca, Guanajuato. En esta última, hasta las autoridades ambientales reconocen que el problema de la contaminación es gravísimo.
Además, con los 100 millones para "ayuda social" prestados durante la gestión del licenciado Montemayor, los pescadores de Campeche, Tabasco y Veracruz hubieran podido realizar varios proyectos para enfrentar las difíciles condiciones en que viven por la baja productividad pesquera, que en buena parte se debe a la contaminación y a la alteración de ecosistemas ribereños causados por Pemex.
Es grato saber que el sindicato pide y obtiene de la empresa préstamos millonarios para mejorar bibliotecas. Por tan loable esfuerzo merece los premios que conceden cada año diversos organismos nacionales e internacionales. Pero esa inversión en cultura, tan necesaria en las zonas petroleras, no aparece por ningún lado y, en cambio, resaltan las carencias. Tampoco se nota el efecto que deberían producir decenas de millones de pesos más en "ayuda" cultural. Si algo distingue a las zonas petroleras es precisamente la falta de programas en ese campo.
En fin, mientras los centros de investigación, las universidades y las dependencias encargadas de la cultura en el país ven reducidos sus presupuestos y en muchos casos apenas alcanza para pagar la nómina; mientras los pescadores sufren por el deterioro que ocasiona Pemex en sus áreas de trabajo, los directivos de la paraestatal, con apoyo de la secretaría que echa tijera contra la ciencia y la cultura a la hora de fijar los presupuestos, aprueban préstamos millonarios de dudosos fines.
Pero no hay de qué preocuparse por esas sumas ni por el destino de las millonarias cuotas sindicales. Con su incuestionable autoridad, el líder obrero, a quien se reconoce unánimemente como la conciencia moral del PRI, Leonardo Rodríguez Alcaine, puso a salvo a los dirigentes del sindicato petrolero y sentenció que está "debidamente documentado el porqué, cómo, cuándo y a qué horas" hicieron uso del dinero público. No tiene caso argüir que se empleó para gastarlo de manera necia o privatizarlo de manera astuta, lo importante es que si cayó en manos de priístas, cayó en buenas manos.