Jorge Camil
Ariel Sharon
Ariel Sharon es un ángel exterminador que parapetado solemnemente tras una barriga descomunal preside la eliminación sistemática del pueblo palestino. Sabra, Chatila y Jenin constituyen el macabro curriculum vitae de este genocida acostumbrado a aplastar palestinos indefensos: ancianos, mujeres y niños amontonados en los campos de refugiados esperando el regreso de los guerreros de la intifada, esos ilusos obstinados en perforar a pedradas el acero inexpugnable del armamento israelí.
Ojo por ojo y diente por diente, proclama la ley del talión, sólo que en la reciente ofensiva militar las víctimas israelíes se cobraron encarnizadamente con la sangre de cientos de civiles palestinos y la destrucción de la infraestructura de la Autoridad Nacional Palestina. (ƑQuién tiene derecho de ponerle precio a una vida humana?) Puentes, acueductos, instalaciones eléctricas, líneas telefónicas, edificios, carreteras, escuelas... la lista es interminable. No quedó piedra sobre piedra. La intensidad de la actual operación militar en los territorios ocupados, concluyó Alain Gresh en Le Monde Diplomatique, demuestra que Israel "tomó la decisión estratégica de abandonar el proceso de paz de Oslo" (definido por Sharon como "la más grande catástrofe que ha sufrido Israel"). Sobre aviso no hay engaño: el 5 de marzo pasado el primer ministro anunció sus intenciones: "debemos golpearlos; infligirles pérdidas enormes para que entiendan que no pueden continuar utilizando el terror para lograr objetivos políticos". Los resultados saltan a la vista. Serge Schmemann envió este reporte desde Jerusalén para The New York Times: "las imágenes son indelebles: montañas de concreto y metal retorcido, desperdicios de computadoras en lo que fueron los ministerios de Ramallah, decenas de fachadas de pequeños comercios arrancadas por los tanques de guerra; agua potable brotando de tuberías rotas, automóviles aplastados, edificios de oficinas perforados por misiles"... La misma Basílica de la Natividad, bastión del cristianismo, se mantiene milagrosamente en pie con cuerpos en descomposición, bombas incendiarias y el asedio constante de los carros de combate de este rabioso Atila que pretende eliminar toda señal de vida en los territorios ocupados.
Sharon enloqueció, busca afanoso entre los escombros de los territorios ocupados las almas de los suicidas palestinos para arrancarles la respuesta a la devastadora crisis de Medio Oriente: Ƒquién les infunde el valor para inmolarse, quién los patrocina?, pretendiendo ignorar que las causas yacen en la política expansionista de un Estado, apoyado ciento por ciento por Estados Unidos (šel ex presidente Carter reveló recientemente que la ayuda económica ordinaria otorgada a Israel es de 10 millones de dólares diarios!).
La alianza estadunidense-israelí se ha convertido en un problema de seguridad nacional para la superpotencia (como demuestran los acontecimientos del 11 de septiembre pasado y la reciente amenaza de atacar bancos de Nueva York con suicidas palestinos); es un yugo del que ninguno de los dos puede escapar. Israel no podría continuar con su política expansionista sin la protección, ayuda económica y armamento de Estados Unidos, y éste se encuentra encajonado en una posición solitaria que lo está enemistando con el mundo y provocando al fundamentalismo islámico. Por eso George W. Bush, atrapado entre la espada y la pared, pretendió escuchar los reclamos de las potencias europeas y envió a su tibio secretario de Estado a Medio Oriente, mientras él se mantenía al margen para conservar la buena voluntad del poderoso jewish lobby. En aras de un entendible quid pro quo Sharon, el procónsul de Israel, presentó esta semana su plan integral de paz no ante su pueblo ni en Naciones Unidas, sino en la Casa Blanca y frente al líder de la superpotencia. Sin embargo, no todos en Washington están de acuerdo con Bush. William Burns, subsecretario de Estado, visitó Jenin y denunció la matanza como "una terrible tragedia humana". Por otra parte, los esfuerzos de los medios israelíes por justificar a Sharon están siendo contraproducentes. William F. Buckley Jr., uno de los más prestigiados periodistas de Estados Unidos, consideró que la ofensiva de Sharon "fue la campaña militar más estúpida de los tiempos recientes", porque únicamente logró enemistar a la ciudadanía europea y estadunidense y alentar la hostilidad islámica. Sharon, concluyó Buckley, "ha herido en forma incalculable al Estado israelí, causando pena y dolor no sólo a los palestinos, sino a su propio pueblo y a los amigos de Israel en el mundo entero". Hoy Sharon le ha cerrado las puertas a la comisión designada por Naciones Unidas para investigar la masacre de Jenin. Ya lo dice el refrán: "el que nada debe, nada teme".