Angel Guerra Cabrera
Un mal ejemplo
El Sahara Occidental es territorio disputado por las potencias mundiales. Ello obedece a su posición estratégica en el Maghreb -sobre el Atlántico-, fronterizo con Marruecos, Mauritania, los ricos yacimientos de hidrocarburos argelinos y a que posee enormes reservas de fosfatos. Añádase la presunción reciente de que alberga petróleo. Durante siglos fue el hábitat de los actuales saharahuis. Así se explica que el Consejo de Seguridad de la ONU continúe dando largas a la realización del referéndum sobre la autodeterminación de aquéllos.
La semana pasada, cuando expiraba el plazo para el retiro de la Minurso (misión de Naciones Unidas para la realización de la consulta), el Consejo de Seguridad se limitó a prorrogar su estancia seis meses más sin adoptar ninguna decisión sobre el obstáculo que impide llevar a cabo el referéndum. El obstáculo es la monarquía marroquí, responsable de la reiterada postergación de la consulta con el apoyo velado de Estados Unidos y Francia, miembros permanentes con derecho a veto en el Consejo de Seguridad. Pero ahora la superpotencia, que había fingido abogar por la independencia saharahui, se ha pronunciado por la autonomía del Sahara Occidental bajo soberanía de Marruecos con el respaldo de París y Londres. Rabat ha concesionado ilegalmente a petroleras estadunidenses y francesas el derecho de prospección en el territorio del Sahara Occidental. En una conducta a tono con ese interés, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, pospuso el año pasado la realización del referéndum. Basado en las propuestas de su representante personal ante las partes en conflicto, nada menos que el petrolero texano y ex secretario de Estado estadunidense James Baker, dio la espalda al consenso internacional sobre el tema. A contrapelo de lo dispuesto por la Asamblea General de la ONU, la Organización de la Unidad Africana y de un fallo del Tribunal Internacional de La Haya a favor de la independencia saharahui, Annan propuso al Consejo de Seguridad tres nuevas opciones a escoger, además del referéndum: autonomía del pueblo saharahui dentro de Marruecos, partición del territorio o evacuación de la Minurso, punto este último que implicaría que Naciones Unidas se desentienda de un asunto de descolonización que es de su total competencia. La República Arabe Saharahui Democrática (RASD) se opuso a la nueva propuesta del secretario general de la ONU y calificó la autonomía como una anexión a Marruecos. Su presidente Mohamed Abdelaziz manifestó que de acordar el Consejo de Seguridad la opción de la autonomía su pueblo estaría "preparado para la guerra" y recordó que el referéndum fue un compromiso de la RASD y Marruecos con la ONU, que no puede ser dejado de lado. Hace 11 años fue pactado el alto del fuego entre la RASD -proclamada en 1976 en plena guerra- y el reino de Marruecos, administrador y ocupante ilegal del territorio del Sahara Occidental. Entonces por el Consejo de Seguridad se acordó que en el plazo más breve se realizaría el referéndum según el censo de población levantado en 1974 por España, la antigua potencia colonial. Pero Rabat ha empleado todos los pretextos posibles para torpedearlo valiéndose de la complicidad estadunidense y francesa, la actitud ambigua de Madrid y las vacilaciones de Argelia, el único país árabe que ha tendido su mano a la RASD.
El del pueblo saharahui es el último caso colonial en Africa, pese a una gallarda lucha por la independencia. Dirigido por el Frente Polisario debió enfrentarse militarmente a la corrupta y sanguinaria monarquía de Marruecos, que ha tenido el apoyo económico y en armamentos de Francia, Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita. Agonizaban Francisco Franco y el franquismo cuando el Estado español, en contra del derecho internacional y eludiendo su responsabilidad moral como potencia colonial, entregó la administración del territorio del Sahara Occidental a Rabat, acaso a cambio de que éste se hiciera de la vista gorda sobre los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla, que Madrid conserva en territorio marroquí.
El cambio de postura de Washington sobre la autodeterminación saharahui se inserta en la excluyente doctrina Bush posterior al 11 de septiembre y no sólo tiene que ver con el petróleo. Los saharahuis han hecho un milagro de construcción nacional en su precario exilio argelino. Educados, con instituciones y prácticas democráticas sólidas, combativos como los palestinos, constituyen un mal ejemplo en una zona estratégica en ebullición.
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