Rosa Beltrán habla de Paraíso que fuimos, su segunda novela
Formar seres ''productivos, consumidores y encima felices'' parece ser el único móvil
El presidente Fox es el reflejo de una sociedad que da soluciones vía un manual, dice
ANASELLA ACOSTA NIETO
Las fisuras y manías de una familia que busca en los manuales de autoayuda y los consejos de terapia sicológica la ''normalidad", muestran en el Paraíso que fuimos (Seix Barral) el instinto innato de sobrevivencia ante un cúmulo de leyes que en un mundo consumista dictan cómo se debe ser.
En ésta su segunda novela, Rosa Beltrán exhibe con humor e ironía juegos de palabras, lugares y hechos reales; la contradicción y el vacío en las relaciones humanas, el desvanecimiento de la frontera entre lo real y la ficción, la obsesión por corregir aquello que existe y se manifiesta fuera de los cánones.
Fragmentariedad e insensatez
En entrevista con La Jornada, la Premio Internacional de Novela Planeta-Joaquín Mortiz 1995 habla sobre los motivos que dieron luz a esta obra, expone su percepción del mundo actual y comparte su punto de vista sobre la literatura.
-Esta es una novela que retrata una situación que puede vivir en la actualidad una familia mexicana. ƑCómo percibes este núcleo?
-No existe una familia mexicana típica. Lo que hago en la novela es contestar a una imagen artificial, construida por el lenguaje manejado en los medios de comunicación y los manuales de autoayuda a partir de los conflictos, la excentricidad, las pequeñas diferencias y peculiaridades de las familias. Pero también mediante los papeles que se tiene asignados: el padre empresario, la madre abnegada, el hijo raro que mandan a terapia porque es distinto, porque una persona que no viene a producir y consumir, porque no entra en el esquema de triunfadores y perdedores, y si no eres uno de estos dos, entonces, Ƒqué eres? Ahora pareciera que no puedes venir al mundo sólo a estar, a observar.
Para Rosa Beltrán el grado de desquiciamiento que muestra uno de los personajes ejes de su obra, Tobías -al que define irónicamente como un santo moderno- no es sino el reflejo de la locura de su familia y del mundo que lo rodea. Muestra de ello es el episodio que recoge Beltrán en la novela de la siembra de cádaveres en la finca El Encanto, en el que un fiscal especial y una vidente pretendían llenar la carencia de verdad.
-ƑQué reflexión te deja el enfrentamiento de un hecho real con la ficción de una novela?
-Ya no sabemos dónde se encuentra la verdad y dónde la realidad, y quién tiene esa verdad. La novela es polifónica, está construida a partir de una serie de voces que son los asistentes a una terapia de grupo, porque no podía ser contada en tercera persona; ello hubiera supuesto que alguien tenía la verdad y la autoridad en lo que se dice. Cada uno de estos personajes tiene su propia percepción, su verdad que es también fragmentaria e insensata. Esto es el reflejo de lo que pasa afuera, de lo que nos pasa como país y como sociedad, imbuidos como estamos en este proceso globalizador.
Nada de verdades últimas
-El presidente Vicente Fox es asiduo lector de libros de autoayuda. ƑQué piensas al respecto?
-Nuestro Presidente es exactamente el reflejo de la sociedad en la que estamos inmersos, una sociedad que da soluciones mediante un manual, que supone que nuestras carencias van a resolverse a partir de formas fáciles y que explora poco en las causas que ocasionan nuestros problemas; ese enorme vacío existencial, esa falta de contacto, ese no sentir que nuestras necesidades primordiales han sido resueltas y no sólo tienen que ver con la situación económica.
En la era del resurgimiento de la moral a partir de los principios religiosos, las terapias siquiátricas, los libros de autoestima y de las creencias new age, Beltrán señala que el único móvil parece ser la formación de individuos ''productivos, consumidores y encima felices".
Para la autora de La corte de los ilusos, ser diferente implica tener que asistir al sicólogo, como ocurre con Tobías. Si en realidad apareciera un redentor ''seguro lo mandaríamos a terapia", agrega.
Beltrán concibe a la literatura como la posibilidad de dar sentido a la realidad que se presenta de manera fragmentaria, el campo de experimentación de búsqueda de algo caótico. Pero aclara: ''La novela no plantea verdades últimas, sino preguntas a las que una lectura entrelíneas otorga sentido".