INFANCIA
Completan el retrato de la programación infantil valores como competencia y humillación
Violencia y consumismo dominan la tv mexicana abierta
JENARO VILLAMIL
La teleadicción en los infantes mexicanos ha ido en aumento y, de acuerdo con diversos estudios y especialistas, el nivel de violencia de la programación impacta negativamente en una audiencia que no tiene capacidad para distinguir la realidad de la fantasía televisiva. De acuerdo con las cifras de INEGI, un niño mexicano ve en promedio 2 mil horas de televisión abierta, mientras que a la escuela sólo acude 700 horas, y durante este lapso, puede llegar a presenciar de los 6 a los 12 años un promedio de 8 mil asesinatos y 100 mil escenas violentas, la mayoría en el contexto de noticieros y programas infantiles.
Las cifras crecen durante la adolescencia. Se estima que a la edad de 15 años habrán presenciado un promedio de 7 mil 300 crímenes únicamente a través de la televisión.
El nivel de violencia se genera desde la programación considerada infantil, compuesta principalmente de dibujos animados. Un estudio efectuado en la década pasada en Argentina, con programas muy similares a los transmitidos en México, destaca que en las caricaturas hay un promedio de situación violenta cada tres minutos. Este valor aumentaba entre 100 y 150 por ciento durante los fines de semana, cuando los infantes pasan mayor tiempo ante la pantalla.
En España, una investigación de la revista Consumer analizó durante marzo de 2000, 18 programas, 20 series de imagen real y 101 espacios de dibujos animados, entre los que destacaban las series Pókemon, Power Rangers, La Pantera Rosa, Teletubbies, Pippi Calzaslargas. Se consideró a Pókemon como el más agresivo. "En Pókemon, los niños tienen que elegir entre dos modelos de identificación, a cual peor: los pókemon o sus dueños. Suelen identificarse con los bichitos, que han de obedecer órdenes, cargadas de agresividad. Los niños terminan asociando a los amos con sus padres y profesores", destaca el informe.
El estudio identifica a La Pantera Rosa como la serie más recomendable, pues "representa la sutileza del equívoco y el ingenio".
Un estudio del Consejo Nacional de la Televisión de Chile revela que una de las series con mayor carga de violencia, los Dragon Ball, es un "verdadero fenómeno comercial, cuya historia combina aventuras, comedia y elementos de la mitología japonesa".
Otro efecto de la teleadicción infantil es el consumismo. En las grandes cadenas televisivas del mundo, sábados y domingos por la mañana se han convertido en terreno para explotar a la audiencia infantil como público consumidor. Según estadísticas estadunidenses, en estas programaciones se transmite en promedio 23 comerciales por hora, y 60 por ciento son publicidad de cereales, galletas, refrescos y golosinas. De estos comerciales, 70 por ciento contiene información errónea, engañosa o ambas, que los niños creen como verdadera.
Investigadores y organizaciones no gubernamentales mexicanas han destacado en los últimos dos años, a raíz de la polémica generada por el veto católico a los Pókemon, la necesidad de poner límite a la violencia de los programas infantiles. En el grupo de trabajo sobre programación de la mesa de diálogo para la reforma integral de los medios hubo consenso para que se cumpliera el mandato de los artículos 5 y 59 bis de la Ley Federal de Radio y Televisión.
Conforme al 59 bis, la programación de estos medios debe "propiciar el desarrollo armónico de la niñez, estimular la creatividad, la integración familiar y la solidaridad humana, procurar la comprensión de los valores nacionales y el conocimiento de la comunidad internacional, promover el interés científico, artístico y social de los niños".
Un análisis de la programación infantil presentado en esta mesa destacó que ninguno de estos puntos se cumple: la mayoría de la programación infantil en México está dominada también por mensajes violentos, por una creciente desnacionalización y por valores como la competencia y la humillación.
La Academia Americana de Siquiatría de Niños y Adolescentes sintetizó así los efectos de la violencia vía televisión: "volverse inmunes al horror de la violencia; gradualmente aceptar la violencia como un modo de resolver problemas; imitar la violencia que observan en la televisión; identificarse con ciertos caracteres, ya sean víctimas o agresores".
Investigadores españoles sintetizaron en el libro Televisión, violencia e infancia, tres tipos de efectos más comunes en la audiencia infantil: conductuales, afectivos y cognitivos.
Los conductuales generan que "los niños imiten las conductas que ven en televisión; aprenden e imitan las conductas violentas que ven en la programación"; "los niños pueden llegar a obviar las normas de conducta existentes respecto al uso de la violencia y adoptar las transmitidas por medio de la televisión"; "la violencia televisiva sirve de vía de escape para los instintos agresivos de los niños por lo que contribuye a la reducción de la violencia en la realidad".
Otros investigadores subrayan los efectos afectivos. Entre ellos, están la desensibilización, pues "la continua exposición de los niños a los programas violentos causa una reducción de sus respuestas emocionales y una mayor aceptación de la violencia en la vida real". También la televisión "provoca un estado de gran estimulación o excitación en el niño que incrementa las probabilidades de que se comporte de manera violenta".
Tras los sucesos del 11 de septiembre, ampliamente teledifundidos, investigadores en psicología de la UNAM recomendaron que los padres de familia explicaran estas imágenes a los niños que eran observadas como una fantasía, un hecho increíble o irreal, mientras que los adolescentes se mostraron empáticos y solidarios.
Los investigadores Isabel Reyes Lagunes y Rogelio Díaz Guerrero, subrayaron que "para que exista violencia, debe haber frustración. La persona que padece este problema va contra sí misma y se agrede".
Reyes Lagunes destacó la importancia de distinguir entre la violencia ficticia de las caricaturas o series de animación y la violencia real de los telenoticieros. Para la investigadora, lo importante es eliminar la situación de estrés que se produce en el infante.