LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Bicho de siete cabezas
ATRAPADO SIN SALIDA.
El joven brasileño Neto (Rodrigo Santoro) termina recluido en un
hospital siquiátrico por su propio padre, quien pretende ''curarlo"
de su supuesta adicción a la mariguana. La intolerancia del padre,
la sumisión atribulada de la madre, la complicidad oficiosa de la
hermana, la turbiedad moral del director del manicomio, todo conspira contra
el mancebo ingenuo, víctima de la ignorancia familiar y de la corrupción
de las instituciones de salud brasileñas.
CUANDO EL JOVEN intenta, en su muy avanzada adolescencia,
abandonar la casa de sus padres, se topa en el infierno de Sao Paulo con
un par de homosexuales abusivos, y luego cae en la delincuencia por influencia
de otras malas compañías. Lo que sigue es el deterioro incontenible
de su personalidad y su salud mental en el interior del asilo, los malos
tratos del enfermero villano, las sesiones en el apando, y el reproche
al padre que así lo ha abandonado (''Usted consiguió hacerme
más pequeño que usted").
PARA SU PRIMER largometraje, Bicho de siete
cabezas, la realizadora bahiana Laís Bodanzky se inspira en
la novela autobiográfica de Austregésilo Carrano, El canto
de los malditos, en la que el autor denuncia las humillaciones que
durante años padeció en la institución en la que fue
injustamente recluido. La cinta pretende ser de principio a fin un alegato
antisiquiátrico (se menciona incluso el apoyo de asociaciones no
gubernamentales de ese tipo), pero también de un cabo a otro de
la realización el lenguaje es pesadamente melodramático.
La denuncia pronto adquiere acentos tremendistas, la situación interna
del asilo se describe con trazos gruesos y a través de personajes
estereotipados. El director del lugar, por ejemplo, es un médico
inescrupuloso y un tanto demente; que parece siempre estar bajo el efecto
de las drogas, o al menos así lo sugiere la secuencia en que alucina
y que el camarógrafo Hugo Kovensky registra con los recursos efectistas
a su alcance, al parecer inagotables.
ALGUNOS PERSONAJES EXHIBEN un perfil interesante,
como el interno Ceará (Gero Camilo), siempre sumiso, siempre ocurrente,
personaje cómico bien logrado o el propio padre (Otón Bastos),
ser que a través de sus arranques machistas intenta disimular, sin
éxito, su mediocridad y su miedo. El resto del reparto, incluido
el protagonista Santoro, cumple con decoro su función en papeles
acartonados. La mayor debilidad del filme radica en sus limitaciones para
transmitir de modo convincente la complejidad del drama que denuncia, y
desarrollar un personaje central dramáticamente más interesante.
Las proyecciones mentales del protagonista, las alucinaciones que lo remiten
al pasado familiar, o le presentan otros cauces posibles de su historia,
podrían tener alguna fuerza de no presentarlas la fotografía
de modo tan burdo y poco imaginativo.
UN MOTIVO ESTUPENDO, como el fetichismo que desarrolla
Neto por una gorra boliviana, su ''gorro de pensar" que lo protege contra
la locura, no tiene mayor desarrollo ni hay otros símbolos de sugerencia
equivalente. Un realismo a lo Pixote gana terreno sobre una elaboración
más fina y más provocadora. Bicho de siete cabezas es
una denuncia social hecha a partir de rebuscados impactos visuales y con
el sensacionalismo de un testimonio televisivo ?difícilmente la
mejor muestra de un nuevo auge en el cine brasileño.