Alberto Aziz Nassif
Francia, los tiempos de la derecha
los polos extremos muestran sus muecas de triunfo y los tiempos de la moderación se han esfumado. Francia vivió una especie de shock político el pasado domingo: Jean-Marie Le Pen, cabeza de la ultraderecha francesa, agrupada en el Frente Nacional, obtuvo 17.08 por ciento de los votos desplazando a la gobernante opción de izquierda del primer ministro Lionel Jospin (16.04 por ciento), y se colocó a sólo 2.5 por ciento debajo del presidente neogaullista, Jacques Chirac (19.63 por ciento). El próximo 5 de mayo, Chirac y Le Pen competirán en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Hay muchas preguntas para saber qué expresa esta elección: crisis de la izquierda y de la democracia francesa, triunfo de los extremos, expresión de la globalización, pero algo importante se movió en Francia, ya que durante toda la Quinta República es la primera vez que los franceses dan un apoyo tan bajo a un presidente que busca la relección o a un primer ministro. Hubo alto porcentaje de abstención, más de 26 por ciento, concentrado en las franjas de jóvenes; el avance fue para un candidato que recibe calificativos de fascista, extrema derecha, xenófobo, antieuropeo, racista. El escenario del avance de las derechas extremas se empieza a generalizar en Europa; antes de Le Pen ganó Haidar en Austria y Berlusconi en Italia. Y si sumamos la política bélica de Bush y la guerra palestino-israelí, el panorama es complicado y el clima incierto.
El desinfle ideológico, la posmodernidad, la caída del socialismo real y las limitaciones estructurales del modelo económico generan una competencia política que se ubica en el centro y con pocas diferencias en los proyectos. La ciudadanía francesa tuvo que elegir entre dos gobernantes: Chirac y Jospin, que se confrontaban, pero evidentemente no contrastaban con los discursos centristas que hicieron similares los proyectos de un populismo de derecha con la ortodoxia del centro izquierda.
El premio a Le Pen y el castigo para Chirac y Jospin expresan la preocupación de amplios sectores por la seguridad pública, convertida en el gran tema de debate, y es una protesta emblemática por la migración de los países africanos y árabes. El discurso de Le Pen es una perla de la confusión ideológica de este personaje de 73 años, quien afirmó el domingo: "Yo soy socialmente de izquierdas, económicamente de derechas y nacionalmente de Francia" (El País, 22/03/02). La mezcla de nacionalismo y xenofobia con el malestar y la falta de interés por la política formal es una fórmula preocupante que empieza a generalizarse. Se trata de un desafío para la democracia, sobre todo por la desconexión creciente entre la representación y la incapacidad para resolver los problemas cotidianos de la ciudadanía.
El cuadro electoral de la primera vuelta tuvo una fuerte dispersión: 16 candidatos con diversas opciones de centro; tanto a la izquierda como a la derecha hubo fracturas. Chirac compitió con otro candidato en su mismo polo, François Bayrou (6.9 por ciento), y Jospin tuvo a otro socialista, Jean Pierre Chevénement (5.3 por ciento). Para completar el cuadro, el Partido Comunista se fue a pique y se fortalecieron relativamente opciones de extrema izquierda.
En la próxima vuelta el pronóstico indica que Giscard ganará de forma amplia al frente de una gran coalición de las opciones de centro derecha y de centroizquierda para detener a la ultra. En las pasadas elecciones de 1995, durante la primera vuelta Le Pen quedó en cuarto lugar con 15 por ciento y Jospin encabezó la lista con 23 por ciento, mientras Chirac estuvo en segundo lugar, pero en la segunda vuelta, en la que sólo compiten los dos primeros, Chirac ganó a Jospin por cinco puntos porcentuales.
La paradoja francesa no deja de sorprender, es un castigo a las opciones de centro, a los constructores de la Europa del siglo xxi, y un golpe al proyecto de una comunidad europea unida, que ya tiene parlamento, moneda y en breve tendrá una Constitución. Por lo pronto, el ultranacionalismo y la xenofobia muestran sus banderas y crecen en las preferencias electorales. De cualquier manera, la crisis mayor es para los socialistas, que se desplomaron más de siete puntos porcentuales de la primera vuelta de 1995 a la del domingo pasado, situación que los obliga a revisar a fondo su proyecto y sus liderazgos. El triunfo anunciado del presidente Chirac en la segunda ronda lo fortalecerá, pero tendrá que hacer frente a las preocupaciones crecientes sobre los temas que hicieron crecer el frentismo de Le Pen: el empleo, la inseguridad y la falta de un futuro con certidumbre. Son los tiempos de la derecha.