Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 23 de abril de 2002
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Política

ASTILLERO

Julio Hernández López

UNA PINCHURRIENTA grabación telefónica reveló ayer a los mexicanos lo que desde hace tiempo sabían, pero temían confirmar: que su Presidente habla con mentiras y que, como político, es punto menos que aldeano (sobre este segundo punto, léase un interesante pie de nota inspirado en la sabiduría del fallecido doctor en ciencias políticas Gonzalo N. Santos).

POR SU PROPIA boca (como suele morir el pez), el Presidente de México fue acomodándose (con aires de hacendado que da órdenes a su peón) en la cama que el marrullero mandatario cubano le iba tendiendo. Hablándole de tú a quien le contestaba de usted, encimando su voz (que iba de lo impaciente a lo imperativo) sobre la de su colega, el jefe del Ejecutivo de México iba dibujando sonoramente sobre el manto audiosensible del caribeño la imagen milagrosa de la revelación fragante (y flagrante) de su condición de simple jefe logístico local de las giras del Big Father. "Viene, viene, viene", podría haber dicho a Washington el jefe del Estado mexicano, con su franela roja en la mano, luego de esa dolorosamente ingenua llamada con Castro, con la que creyó haber retirado la incómoda presencia barbada que podría rayar la vestidura del amadísimo auto imperial.

A VER, FIDEL, apunta lo que tienes que hacer, casi le ordenaba a Castro el hombre campirano que no sabe el nombre correcto de Jorge Luis Borges y a quien, por lo visto, también se le olvidaba quién era el personaje de talla mundial que le contestaba del otro lado del teléfono. Y Castro, posando para la grabadora, se dejaba llevar, dócil niño de pecho conducido a la fiesta de los mayores por el recio ranchero de Guanajuato. Que no le complicara el viernes (como ayudante doméstica a la que se da el día para que el señor y la señora se puedan pasar un fin de semana de libertades que hacen indeseables los testigos), que lo invitaba "inclusive" a sentarse a su lado en la comida del jueves (una especie de bono escenográfico de marcha, pues en cuanto dejara de comer cabrito debería desaparecerse cual Cenicienta del Caribe, para dar paso al príncipe, que no se casaría con ella, la anciana isleña con barbas, sino con Miss Coca Cola), que le dijera exactamente a qué hora llegaría a Monterrey (como si Castro no fuera el hombre a quien una y otra vez se ha querido asesinar y el que a todos lados adonde viaja convierte sus datos de vuelos y movimientos en un secreto riguroso), que no fuera a referirse a los pleitos diplomáticos binacionales y (šhorror!) que no fuera a agredir a Estados Unidos y al presidente Bush.

PERO NO ERA posible esperar mejor reacción aquella noche de martes en que, cenando con Kofi Annan, secretario general de la ONU, el presidente Vicente Fox fue interrumpido a la mesa por el canciller Castañeda que, demudado, le informaba del anuncio de la visita indeseada. La escena podría haber formado parte de una película en que los padres de la novia son advertidos de que a la boda y al banquete desea asistir quien durante largos años fue el amor apasionado del que no conviene ahora tener recuerdos. Señorita decente de provincia que va a casarse con rico ranchero texano no quiere que a las ceremonias de desposamiento se aparezca el anterior amante, barbón, tropical y vestido con fachas militares. Allí mismo, con Annan como invitado desairado que habría de marcharse al ver que los afanes presidenciales no eran para atenderlo, Fox y Castañeda enfrentaron la tragedia y diseñaron la política de salvamento. El objetivo era que los caminos de los dos amores (el viejo, desechado, y el nuevo, conveniente) no se cruzaran de ninguna manera.

NO ES MENOR, por cierto, la discusión sobre la procedencia de que un jefe de Estado dé a conocer las pláticas que en privado sostenga con otro. Desgasta y puede llegar a anular su rango de confiabilidad quien exhibe lo que se discute en la intimidad, así la materia de las pláticas o polémicas sea de indudable importancia pública. A ese dato de mal talante habrá que agregar la circunstancia de que la grabación delatora no fue difundida hasta después de que México votó en Ginebra contra el interés del gobierno cubano, como si la posesión de la cinta pudiese haber sido un instrumento de chantaje político y como si su exhibición fuese una venganza anunciada. Sin embargo, no debe quejarse el Presidente de esas prácticas; él mismo, cuando era candidato a la Presidencia, cometió infidencia parecida, cuando habló con Francisco Labastida Ochoa para tratar de precisar los términos del debate que sostendrían ellos y Cuauhtémoc Cárdenas. Sin avisar a su interlocutor, Fox activó la bocina que permitiría a los periodistas (convocados por él para esa maniobra) enterarse en vivo de los caracoleos del priísta, que no deseaba la confrontación.

MENTIRAS E INGENUIDAD presidenciales no son, pues, una novedad para los mexicanos. Casi todos los días (a veces descansa, en domingo) es posible ver a Fox diciendo a toda voz cosas que evidentemente son falsas. Sabido es que el Presidente de México cambia discurso y mensaje conforme al auditorio en turno. Lo único novedoso (estremecedor, dolorosamente comprobatorio) es escucharlo directamente como acomodador de teatro de Hollywood que no quiere gente mal vestida en la función de gala a que asistirá el jefe que da buenísimas propinas. También es doloroso ver a un personaje histórico (para bien y para mal) como Castro, exhibiendo al Presidente mexicano y pasándole por enfrente el reto de dignidad de renunciar si mentía, pues en ese supuesto no tendría cara para seguir conduciendo a su nación.A

YA AL FINAL, dado que la Presidencia reserva para los horarios de la televisión los anuncios importantes, se supo, por conducto del vocero Rodolfo Elizondo, que México no desmiente el contenido de la grabación, que denuncia esa práctica ilegal y que, sosteniendo una creciente y abierta crítica hacia el régimen isleño, mantendrá las relaciones diplomáticas. Ahora falta saber qué harán con el embajador de sí mismo, Ricardo Pascoe, con el petróleo tradicionalmente enviado a La Habana y con una embajada que podría ser ahora abierta al ingreso de cuanto cubano quiera venir a engrosar las cifras del desempleo mexicano.

(ACADÉMICO pie de nota: esta columna celebra que en Los Pinos se maneje un reducido diccionario castañedista de sinónimos, pues así no se enterarán allí de los equivalentes que Gonzalo N. Santos aplicaba a cierto tipo de caballos, mujeres y políticos que, decía el filósofo huasteco, por sus características pintaban para ser clasificados en términos más altisonantes que los que de tono, coquetería o bonhomía usaban las lenguas amables. Se aprovechará la oportunidad para recordar que, el mero 22 de marzo, La Jornada -ahi pinchemente- publicó una cabeza sin margen de duda: "Fox orilla a Castro a salir de la cumbre". Esta pinchurrienta columnilla, ese mismo día, señalaba en uno de sus párrafos, al hablar sobre la comunicación a Castro de que su visita no era bien recibida, que "las palabras, según fuentes consultadas por esta columna, fueron expresadas de manera directa, sin intermediarios, de presidente a presidente".)

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