Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 21 de abril de 2002
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Política

Argentina de frente y de perfil /y II

Guillermo Almeyra

Argentina no se diferencia de todos los demás países capitalistas por la corrupción de sus políticos y gobernantes, aunque la lleva a grados extremos. Se distingue, y esa es su peculiaridad y no puede dejarse de lado, por su historia de luchas masivas, la combatividad y la organización de sus trabajadores y por la tenacidad de la resistencia y la oposición a los constantes intentos de reducir los márgenes democráticos, llegando incluso a crear focos de poder dual. Como hemos dicho en otros muchos artículos, los cacerolazos que derribaron a De la Rúa y a los presidentes sucesivos no tuvieron como causa fundamental la congelación de los ahorros (que fue anterior al 19 de diciembre), sino la prepotente proclamación del estado de sitio para hacer pasar una política de destrucción nacional y, después, con Rodríguez Saa, la afrenta del nombramiento de un político corrupto.

Las víctimas aisladas de la política económica del capital financiero y del derrumbe de la economía y la soberanía nacionales con las cacerolas pasaron a ser ciudadanas, resistentes, protagonistas. Readquirieron su dignidad y esperanzas, cambiaron su subjetividad, salieron de la depresión para reconocerse en otros y salvarse con la acción. De este modo aprendieron a reconocer a los desocupados y piqueteros, de los que estaban separados. Rasgaron el velo de la dominación comprendiendo de golpe la ilegitimidad y la ilegalidad de las clases dominantes, del aparato estatal, de las instituciones en manos de los políticos corruptos, enterraron el individualismo cínico del "no te metás" o la tolerancia cómplice al ladrón antes considerado "hábil", "vivo". Entraron en el terreno de la solidaridad, de la comprensión de que la salvación o es colectiva o no es, de la ética y de la economía moral, que se opone a la visión del lucro y del egoísmo como motor de la economía capitalista.

Esos sectores de las clases medias pobres reaccionaron no sólo porque les tocaban el bolsillo, sino fundamentalmente porque vieron con claridad cómo se derrumbaba su visión de país soberano y con futuro, y porque comprendieron de golpe que la Argentina estaba siendo recolonizada, pisoteada y humillada por el capital trasnacional y sus socios oligárquicos locales. Por eso las y los caceroleros formaron por doquier asambleas populares barriales, las fueron organizando en red, politizando, convirtiéndolas en ejes de soluciones locales, pero también de elaboración de políticas nacionales y, sobre todo, en escuelas de democracia pluralista y directa y en constructoras de la politización de miles de cuadros de base.

Por los cacerolazos, los piquetes, las asambleas han pasado ya más de 3 millones de personas (cerca de un décimo de la población del país) y 3 millones practican el trueque, es decir, un mercado sin fines de lucro, que crea lazos sociales, refuerza la solidaridad, permite la discusión cara a cara de todos los problemas, humaniza las relaciones. Es verdad que los piqueteros están divididos en tendencias y organizaciones que aún no han logrado su unidad, a pesar de su lucha y sus intereses comunes. Es verdad que las asambleas son minoritarias, por importantes que sean y por decisiva que sea la discusión en ellas de los grandes problemas nacionales y de cómo transformar lo macro en micro y las grandes consignas en acciones coherentes con ellas para poder concretarlas. Es verdad que el mal tiempo y el cansancio podrían llevar a reducir el número de los asambleístas y de los caceroleros. Pero ya se han elaborado las grandes líneas de un programa que abarca desde el seguro nacional de desocupación para todos, un ingreso de ciudadanía, la apertura de fuentes de trabajo y la reducción del horario laboral para que trabajen menos todos, para que todos puedan trabajar, hasta la estatización de las empresas estratégicas y de la banca, y el no pago de la deuda externa, lo cual pone en cuestión qué tipo de Estado estatizaría (para no recaer en el robo) y qué gobierno haría una política anticapitalista.

No se discute todavía una alternativa de gobierno, aunque hay quien habla de una alternativa social. No se discute aún qué hacer con el Mercosur, cómo practicar también el trueque a nivel internacional, cómo unir las luchas en la Argentina con las de los países vecinos, Cuba y Venezuela, para construir políticas trasnacionales opuestas a las del FMI. Es evidente además que las asambleas no pueden gobernar, en primer lugar porque son órganos deliberativos sin representación de fuerzas sociales organizadas. Pero son expresión de un doble poder que está en las calles y que no reconoce al poder oficial. En ese sentido son base de apoyo para construir un amplio bloque de desocupados, trabajadores, clases medias pobres, incluyendo sectores estudiantiles e intelectuales, que prepare soluciones técnicas y políticas a los problemas regionales y locales, y vaya construyendo un centro político-social para imponer una alternativa de gobierno y de poder.

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