Horacio Labastida
ƑQué pasa en Venezuela?
Anotemos algunos hechos ineludibles. Simón Bolívar nació en Caracas hacia 1783, jugó el más prominente papel en las guerras de independencia de España, proclamó la República Colombiana (1819) y camino a Europa murió (1830), después de haber soñado (1826) con la unión de nuestros países. La Doctrina Monroe, presentada al Congreso estadunidense (1823) por el presidente James Monroe, es raíz central del Destino Manifiesto de las elites del dinero y la política en la Casa Blanca, izada para justificar su ambición señorial en el nuevo continente. Hechos éstos que destacó José Vasconcelos en su Bolivarismo y monroísmo, publicado cuatro años después de cumplirse un siglo (1934) de la muerte de El Libertador y un siglo y un decenio luego del discurso de Monroe, sucesor de James Madison (1809-17), al advertir que en el fondo de las crisis de nuestras naciones hay una acerba lucha entre su soberanía y la hegemonía regional de Washington.
Una vez que Venezuela se separó de Colombia (1830), el infortunio de sus gentes se vio agravado por las crueles y safias dictaduras que se sucedieron hasta 1945, cuando un movimiento revolucionario echó abajo la tiranía de Isaac Medina y elevó con el Partido Acción Democrática al nacionalista Rómulo Betancourt, combatido desde el principio por el movimiento militarista que encabezó Marcos Pérez Jiménez (1952), expulsado al fin de la presidencia (1958) por la Junta Militar que dirigiera Wolfgang Larrazábal, abriéndose la puerta de palacio, por segunda vez, a Betancourt, cuya previa estancia en México estuvo rodeada por la amistad del eminente maestro Jesús Silva Herzog y el círculo intelectual que lo rodeaba.
Precisamente en casa de don Jesús escuché más de una vez a Betancourt. Deseaba con profunda convicción cimentar la independencia regional y, por supuesto, la venezolana en un capitalismo industrial que hiciera posible el bienestar común y el ejercicio cabal de los derechos de autodeterminación, y precisamente tal plan fue puesto en marcha a partir de 1959, sin éxito, a pesar de haber logrado una nueva Constitución, la promulgada en febrero de 1961.
En primer lugar el partido Acción Democrática betancourista sufrió el desprendimiento del ala izquierdista que formó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, 1960) colapsándose así el prestigio de Betancourt. En segundo lugar, el proyecto de nacionalismo económico betancourista resultó en mayor dependencia del país y en el cierre de numerosas empresas vinculadas al mercado interior.
A pesar de la enorme riqueza petrolera que el gobierno orientó a la industrialización, las cosas siguieron una lógica contraria. Para superar el problema de la alta protección arancelaria y no perder los nuevos mercados venezolanos, las grandes corporaciones, sobre todo estadunidenses, se asociaron con el capital local, transformándolo en maquilador de la producción y absorbiendo el mercado nacional junto con las decisiones gubernamentales. Es decir, la alianza del capital extranjero y el nativo, según un estudioso de la época, fortaleció la sustitución de importaciones, pero en beneficio de las empresas foráneas. Para 1971 Venezuela era número uno en inversión extranjera: 5.57 mil millones de dólares, advirtiéndose que desde entonces los sindicatos obreros fueron supeditados a las reglas patronales. Rómulo Betancourt es lección importante de la debilidad intrínseca de la industrialización del subdesarrollo.
La segunda terrible crisis se inicia cuando Acción Democrática derrota a la primera administración de Rafael Caldera (1969-73) y su Partido Social Cristiano. Por Acción Democrática, Carlos Andrés Pérez triunfó en las elecciones de diciembre de 1973 con una retórica de guerra contra la pobreza y ánimos desarrollistas que fallaron por igual con sus sucesores: el copeísta Luis Herrera Campins y el acción-demócrata Jaime Lusinchi, decenio tan gris (1978-1988) que malgré tout justificó el retorno de Carlos Andrés Pérez y las desastrosas consecuencias de tan lamentable decisión.
Siguiendo en los hechos un camino distinto al de las palabras, Pérez causó la tragedia del caracazo en el que murieron entre 400 y mil ciudadanos que protestaban contra las medidas gubernamentales. Acogiéndose al FMI se puso en marcha el régimen neoliberal que gestó alza de precios, desempleo sin fin, elevación de impuestos, principalmente del IVA, ajustes estructurales y restricción de gastos sociales, privatización abierta o disimulada del patrimonio estatal en comunicaciones, empresas aéreas, hoteles y otros recursos públicos, fenómeno éste acompañado de un fuerte crecimiento de la deuda exterior y de una disminución radical de sueldos y salarios en beneficio de las utilidades; la inflación brincó un 80 por ciento en 1989.
En esta atmósfera se registró el intento golpista del teniente coronel Hugo Chávez (febrero de 1992), apoyado en proyectos contra la corrupción y en una reversión de las políticas neoliberales, así como en programas emergentes contra la miseria y propiciadores de una equitativa distribución del ingreso. La derrota del intento chavista no detuvo las protestas populares; Pérez y su gabinete fueron purgados y sustituidos por el presidente provisional Ramón J. Velázquez.
La vuelta de Rafael Caldera, su rompimiento con los partidos Acción Democrática y Copei, y el intento de separarse del neoliberalismo, condujeron a nuevas y generalizadas crisis. El regreso a remedios de austeridad y ajustes estructurales indujeron la violencia radical que llevó a Venezuela a los límites de un derrumbe definitivo, y en estas agitadas circunstancias Chávez y el partido Polo Patriótico triunfaron en las elecciones del 6 de diciembre de 1998, contra Enrique Salas Romer.
Con la nueva Constitución que fundó la República Bolivariana de Venezuela, su relección en julio de 2000 y un programa económico favorable a las clases trabajadoras y campesinas, así como de redistribución equitativa del ingreso junto con la defensa de los recursos petroleros nacionales, originarían el reciente golpe de Estado de las clases altas y el Tío Sam, opuesto siempre al ejercicio libre de la soberanía nacional. Pero el pueblo bolivariano anuló el golpe y apoyó a Chávez en el Palacio de Miraflores. Lo que pasa en Venezuela está ya escrito de manera indeleble en la conciencia latinoamericana de nuestro tiempo. šAsí es!